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¡QUÉ MANERA DE SUFRIR. QUÉ MANERA DE PALMAR!
Por José Eugenio Nsue
Tras el partido de vuelta de los octavos de final disputado en el estadio Riyadh Air Metropolitano entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, el padre Superior de la Delegación Claretiana P. Xifré y recientemente elegido Presidente de los Superiores Mayores de África (ACLA), Félix OBAGA, publicó un post en el grupo que compartimos que me ha inspirado para las presentes reflexiones; decía lo siguiente: «Me gusta precisamente el fútbol en este sentido. Nadie es todo poderoso. Es democrático con unas reglas de juego transparentes y con alternancia en el trono de los trofeos. Es humano porque nadie es imbatido. Es tan poderoso que nunca está en crisis, los estadios siempre llenos aunque en otras partes la gente muera de hambre. Une hasta los enemigos con tal de ser del mismo club. Es tan fiel y con un amor apasionado que nadie quiere ver nada malo de su equipo ni abandonarlo aunque pierda… El fútbol es la nueva religión.»
Desde estas observaciones agudas, pertinentes y verídicas que comparto en su totalidad, quisiera abundar sobre todo en tres aspectos del fútbol, concretamente: la fidelidad de la hinchada que lleva a una inmensa mayoría a la obsesión, que es la antesala del radicalismo y el fanatismo; la concepción del fútbol como una religión para muchos cuya adhesión, obnubila y ofusca; y el efecto de unión que provoca entre la hinchada que forja extrañas parejas y amistades hasta entre los enemigos.
En efecto, el fútbol ha resultado desde su invención un fenómeno sobrenatural y paranormal ya que tanto los que lo practican, los jugadores, que se parecen extraterrestres, muchos de ellos, como si no fueran de este mundo, no son de la naturaleza humana por sus condiciones y portentos físicos, sus adiestramiento y maestría que les elevan a la categoría de mitos, llegando a catalogarlos como los dioses del olimpo balompédico, y provoca éxtasis entre sus fans como fueron: Edson Arantes do Nascimento (PELÉ), Diego Armando MARADONA, Alfredo DI STEFANO, Johan CRUYFF, Lionel MESSI, Cristiano RONALDO, Abédi PELÉ, Didier DROGBA, Samuel ETO’O o George WEA, entre otros. Los jugadores de fútbol además de venerados, son multimillonarios, cobran cantidades astronómicas al alcance de muy pocos mortales y gozan de una popularidad difícilmente comparable; son más conocidos que todos los científicos del planeta, todos los Jefes de Estado y todos los demás deportistas. Los consumidores de fútbol, que se puede clasificar en 3 categorías, de menos a más fanatismo: 1) los amantes del fútbol, aquellos que sin pertenecer a ningún equipo en concreto, sin embargo les encanta el fútbol, disfrutan de ese espectáculo bautizado como Deporte Rey, se maravilan con una buena pared, una falta bien ejecutada, un sprint, quiebro, paradón, regate, del escorpión, una ruleta, zamorana, panenka, chilena o la cuchara espectaculares; 2) los hinchas o forofos, son los entusiastas que apoyan incondicionalmente a sus equipos, los jalean y animan allá donde juegan; se desviven por ellos y no ven defectos ni nada criticable en las filas de los suyos; y 3) los hoologans y los ultras, que son los hinchas violentos y radicales que apoyan a las selecciones nacionales (hoologans) y a los clubes (ultras). Estos pierden todo tipo de sentido común, son descerebrados y provocan disturbios, actos vandálicos, peleas tumultuosas y agresiones entre las facciones ocasionando a veces pérdidas de vidas humanas.
Comparar el fútbol con la religión, es pertinente si se tiene en cuenta que este arrastra también las masas, crea adeptos o seguidores que profesan a los jugadores de sus equipos, una verdadera devoción; son venerados cuales dioses. En cambio, en lugar de ser una religión que fomenta la concordia, el amor, la amistad, la confraternización y el mutuo respeto a pesar de las rivalidades y piques propios de los que tienen pareceres, gustos u opiniones diferentes y no por ello enemistarse, ni mucho menos matarse, como las buenas religiones que predican el amor y la hermandad; y eso que los Organismos Internacionales de este deporte: la FIFA, la UEFA, la CONCACAF o la CAF, no cesan en su empeño de recordar tanto a los futbolistas, las Federaciones, los Comités de árbitros, como a todos los amantes de este deporte que sólo se trata de eso, un deporte cuya norma fundamental es el respeto y juego limpio (MY GAME IS FAIR PLAY). El fútbol se ha convertido en una religión de exaltados, fanáticos, obsesionados, intolerantes; una verdadera jaula de grillos donde la gente saca lo peor de la especie humana para denigrar, ofender, insultar a los árbitros, a los jugadores de los equipos contrarios llegando hasta agredirse y matarse dentro de los estadios y aledaños. El caso de América latina (Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador Uruguay…), es la clara prueba del embrutecimiento y asilvestramiento que la obsesión por el fútbol puede convertir a los seres humanos. En Europa (España), los cánticos y gestos racistas, xenófobos y vejatorios hacia los jugadores lamentablemente vuelven a estar en boga.
Visto lo visto, podemos deducir que para los que consideran que el fútbol es su religión, son como las sectas que, en lugar de predicar a Dios, Jesús, el Evangelio, lo que hacen es fomentar el odio, la división y el enfrentamiento.
Mi querido y distinguido padre Félix; el fútbol se ha convertido en la religión universal cuyos adeptos, feligreses son capaces de quedarse como hambre, sin medicamentos y sin amigos antes de perder el partido de su equipo.
Yo propongo que seamos, los enamorados del Deporte Rey moderados, como los hinchas colchoneros. Los seguidores del Atlético de Madrid no piden mucho sólo ver jugar a su equipo; son tan leales y tan incondicionales con su equipo que ni siquiera saben por qué son del Atleti (Papá, ¿por qué somos del Atleti? Pregunta el hijo a su padre en un anuncio); no les importa si ganan o pierden. Llevan más de 13 años ganando solo una liga y siendo eliminados sistemáticamente de la Champions y la Copa del Rey, pero no les importa; ellos y su entrenador van contentos y sonrientes a sus casas tras ser eliminados, otra vez, por su eterno rival en su propio campo y en la tanda de penaltis: ¡qué manera de sufrir, qué manera de palmar!, cantaría Joaquín Sabina porque aprender y vencer lo que se dice, no lo han hecen, ni falta les hace. Son felices y disfrutan viendo a su equipo simplemente; la angustia, la rabia y la frustración vienen cuando exigimos que los nuestros ganen, traigan trofeos y lo hagan siempre. Tener grandes aspiraciones es arma de doble filo: si se consigue, la vida tiene sentido, y si no se consigue, la vida es una mierda; muchos no saben asumir los fracasos y las derrotas, y en eso consiste la virtud.
Una vez más, el Real Madrid les ha vuelto a demostrar que en Champions (Europa) y en liga (casa), los hermanos mayores y los que mandan en la capital de España son y seguirán siendo el Real Madrid. No insistan. Dios es del Real Madrid; el que nos hizo a todos, lleva la camiseta del Madrid. A pesar de eso, debemos aprender y copiar a ser como los atléticos, copiar su modelo de felicidad. Así dejaremos de sufrir, discutir y matarnos. SOLO ES DEPORTE.
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?