Por Fco ELÁ ABEME
Pongo entre paréntesis lo de tribu, para que los que no saben leer la lengua de Eson mon Obuk no me lo confundan con «ayóng» (caliente).
El recién desaparecido, Maele, tan abandonado por los que le utilizaron, nos dejó una gran lección –escrita y cantada– en su canción, titulada precisamente así, «ayong», en su acepción más lata, o sea, PUEBLO.
En esta canción, que siempre recomiendo a los guineanos escucharla más que bailarla, el gran Maele describe con perfección al guineano nacido, criado o cebado durante esta larga tiranía que padecemos.
Esto nos obliga a hacer una pequeña labor pedagógica. Los que me siguen ya sabrán lo que quiero decir.
Los que oímos cantar, por primera vez, la perdiz, décadas antes de la independencia, nos situamos, instintivamente, después de escuchar al gran cantautor, ante dos tipos de guineano: el que entra en proceso de maduración durante los dieciocho años, que van del cincuenta al sesenta ocho. Período éste que incluye el de los únicos años de provincias y provincias autónomas.
Este guineano/a es especial. Se le puede resumir como aquél que no ha llegado, pero sabe a dónde quiere ir.
Es un guineano sin mucha formación, la colonización no ha sido generosa en este sentido, pero, curiosamente, culto. En una sociedad que ya va siendo infiltrada por gente culta –sacerdotes, obispos, abogados, médicos, practicantes, peritos, auxiliares-maestros, auxiliares-administrativos, bachilleres, y autodidactas–.
Es un guineano respetuoso con sus niños, mujeres y sus ancianos. Toma muy en serio la formación de sus hijos, el que su esposa vaya elegante y sus hijos limpios.
Es creyente, incluso cuando discrepa con la nueva doctrina.
Sabe que el colono se burla de él, pero ya le tiene tomada la medida.
Sabe que su libertad depende del peso de su bolsillo y de lo que meta en la cabeza. Por eso manda a sus hijos e hijas al colegio y él mismo se deja la piel cuidando su finca de café y cacao.
Es un guineano ilusionado, esperanzado y con aspiraciones. Cree que, cuando alcance su independencia será un hombre nuevo.
Espera retomar su camino justo en el punto que lo deje el colono, por eso quiere independizarse no romper con el colono, porque le consta que aún lo va a necesitar para afianzar su sistema sanitario y su formación.
Es un guineano que, pese a vivir bajo la colonia, ya no se deja pisotear. Le gusta comer bien, bebe para disfrutar y le gusta ir bien vestido, limpio. No nada en la abundancia, pero huye de la miseria y la penuria.
El grupo de los que van acumulando capitales va en aumento. Algunos han viajado a la metrópoli y a los países vecinos.
En definitiva, es un guineano que lucha esperanzado, porque tiene unos objetivos claros: quiere ser libre, ser independiente, construir una nación, prosperar y progresar, apoyado por un gobierno propio, que se desvela por el Pueblo.
Por eso es solidario, conoce la camaradería, los lazos familiares y de amistad. Es generoso, siempre dispuesto a ayudar a su semejante…
Frente a este guineano/a, está el que canta y contra quien advierte el cantautor:
Es un guineano que, arrastrado por la desesperación y la desilusión, agobiado por un asqueroso régimen, que ya dura cincuenta años, no vive, sobrevive.
No tiene ilusión. Le han enseñado a tener, antes que ser. Por eso engaña de forma obsesiva.
Es envidioso, rencoroso, odia, por ser mediocre. No trabaja, no hay trabajo; y si trabaja, nadie valora su trabajo. No busca, espera. Y si no llega, roba o engaña.
Y como los únicos ricos que hay en Guinea son los políticos y sus familiares, pues todo el mundo quiere ser político o pariente de político.
Sabe que la tiranía se burla de él, pero, él que tumbó el colonialismo, no sabe esperar con machete en la esquina a la tiranía.
Por todo esto recomiendo escuchar a Maele en AYONG, para que sepamos qué clase de guineanos no queremos ser mañana.
¡Viva Guinea Ecuatorial!
¡Viva la Tercera República!