Por Pof. Celestino Okenve Ndo
Madrid
Estos días hay dos asuntos que atraen especialmente nuestra atención. Uno es la sentencia condenatoria en Paris contra el hijo del dictador Obiang Nguema y el otro es el operativo que se ha montado en Malabo para detener y encarcelar a Juan Carlos Ondo Angué, otrora presidente de la Corte Suprema de Justicia.
Hay otro tercer tema, la reanudación hoy lunes 17 de febrero, de la vista en La Haya del juicio del Estado de Guinea contra el Estado francés, a raiz de la incautación judicial francesa de los bienes que se hallaban en el interior del inmueble del número 42 de la avenida Foch de Paris y la pretensión del dictador de mantener intocable ese mismo edificio, que fue, no lo olvidemos, uno de los elementos fundamentales en el proceso de bienes mal adquiridos llevados en Paris.

La sentencia de Paris leída el día 10, y que tuve la dicha de escuchar sentado en los bancos del Tribunal de Apelación, dejaba claro que los jueces franceses mantenían la confiscación de los bienes de lujo adquiridos por Teodorín en sus orgías compradoras. Y la sentencia condenaba el pago de una multa de treinta millones de euros, antes del posible recurso de casación de la defensa de Teodorín, en un plazo no superior a 14 días.
Y hay un cuarto tema, la posible acción de desahucio que los esbirros de la dictadura pretenden llevar a cabo en la morada de la embajadora y en el edificio de la embajada en Madrid. Purificación Angué Ondo, la embajadora, es la madre de los cuatro hermanos que, encabezados por Juan Carlos Ondo Angue, se recluyeron en la vivienda de éste último mientras estaban «siendo visitados» por tres embajadores occidentales, la de Estados Unidos, el de España y el de Francia. Acción audaz y loable la de la embajadora y embajadores. Una señal que no debería pasar desapercibida por los mandamases de la tiranía.
Estos cuatro temas se hallan imbricados puesto que si la sentencia hubiera sido exculpatoria para Teodorin como sus huestes pretendían y aireaban en sus fanfarrias, la ira del hijo malcriado no se hubiera encabritado mandando detener de malas formas al que, hasta hace poco, era el presidente del supuesto órgano máximo del poder judicial guineano. Así creemos muchos que la detención inopinada de Juan Carlos y el viaje al Caribe del que recibe ya el apelativo de Tontorínm, son fruto de sus rabietas infantiles.
Y al darse el fracaso inicial de la detención de Juan Carlos, enseguida pensaron castigar a la madre, que ha sido capaz de mantener a sus cuatro hijos varones pertrechados en unión tras los muros de la casa de Juan Carlos.
Deshauciar a una embajadora en funciones no es algo baladí. Caro que los de Malabo nos tienen acostumbrados con actos propios de bárbaros. Y es que mientras el nuevo embajador no reciba el placet y tome posesión, la actual embajadora sigue siendo, por ley, embajadora en funciones, con todas las consecuencias. Y como tal puede mandar detener a los jinetes del apocalipsis que desde los bosques tropicales planean aterrizar en Madrid con ademanes propios de la tiranía que les manda, como si Madrid fuera un territorio de ecualandia dictatorial.
Y es que las formas lo son todo a veces. Cosa que ignoran los bárbaros que solo saben exhibir la estulticia que les adorna como única virtud.
La detención de una persona se ha de llevar a cabo de acuerdo a la Ley de enjuiciamiento Criminal. Aqui manda el Derecho Procesal Penal. En un Estado de Derecho, el procedimiento lo establece la Ley. Uno puede ser culpable pero hay que demostrar, usando el procedimiento que marca la Ley, que es culpable.
Juan Carlos y su madre son portadores de unos valores que exigen que les sean garantizados sus derechos, no importa el mal que hubieran causado al pueblo guineano. Y frente a la brutalidad de la tiranía que han servido y sirven todavía y espero que por poco tiempo aún, hay que reclamar para ellos y concederles la dignidad que toda persona merece. A cada acto su responsabilidad. Hoy toca defenderles frente al canibalismo que dejaron medrar con sus actos y sus silencios. Hoy ese canibalismo se ceba sobre sus hijos, en la antesala del colapso, lento pero inexorable, de la tiranía obianguemista.
Estos principios expuestos sin el formalismo de la teoría del Derecho, como no podía ser de otra forma por no ser mi especialidad, creo que deben ser interiorizados por todos aquellos que tienen cierta vocación de lo público, especialmente por los que militan, activa o pasivamente, en la oposición. Si Purificación y sus hijos en su día sacaron beneficios por su apoyo a la iniquidad, hoy toca concederles lo que es consustancial a todo humano, la dignidad, el respeto. Y si cabe, una segunda oportunidad, en la convicción de que en estos momentos, defender a los que son pisoteados por la crueldad tiránica, es continuar con nuestra labor de defensa de los Derechos Humanos. Y así que abandonen ellos el campo de la oscuridad, vendrán a sumarse a aquellos que desde siempre supimos que la solidaridad, la empatia y la compasión rinden más que la abominación.
Guinea-Ecuatorial.net