El Reto de Maniquíes Cubano

Por Omar López Montenegro (Director de Derechos Humanos de la Fundación Nacional Cubano Americana)

El “reto del maniquí” llegó a Cuba en diciembre pasado. Las primeras imágenes provenientes de la Isla de esta moda —consistente en filmar escenas con personas inmóviles—, que pudimos ver, mostraban una pelea de adolescentes vestidos con uniforme escolar, dentro de un aula. Esta escena, que podría ser interpretada como un episodio más de este nuevo fenómeno viral, tiene una trascendencia inusual en el tema cubano.

La imagen resulta muy simbólica, teniendo en cuenta que la violencia —promovida por el régimen a través de su modus operandi— es una condición predominante en la sociedad cubana. Esto no es fruto de la casualidad, sino consecuencia directa de un rasgo del gobierno que —junto a la doble moral y la corrupción— ha permeado todos los estratos de la sociedad. Un repaso a los últimos días de 2016 y los primeros días de 2017 nos proporciona evidencias de sobra en este sentido.

El 4 de enero de 2017, el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) presentó en Madrid un detallado informe sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. Este informe denuncia una cifra récord de 9351 detenciones arbitrarias en el pasado año, más de mil detenciones que en 2015. De ese total, un 58% fueron ejecutadas contra mujeres, lo que es una muestra clara de violencia de género.

El informe revela la tendencia a practicar esas detenciones en redadas masivas. Este es el caso de la ola de arrestos y golpizas contra quienes se negaron a obedecer el luto impuesto tras la muerte del dictador Fidel Castro. Entre otras prohibiciones, los cubanos no podían beber bebidas alcohólicas ni escuchar música. Para velar por su cumplimiento, brigadas de castristas inescrupulosos creadas al efecto patrullaron incesantemente los barrios, casa por casa.

Un ejemplo notorio de arresto por no acatar el obligado luto es el del grafitero Danilo Maldonado, conocido como El Sexto. La dictadura no le pudo perdonar las dos palabras que escribió en la fachada del hotel Habana Libre: “se fue”, en referencia a la muerte de Castro.

Para reforzar esta tragicomedia, la Asamblea Nacional —el remedo de parlamento de Cuba— aprobó una ley que prohíbe el culto a la personalidad del déspota fallecido, pero al mismo tiempo crea un instituto para estudiar y difundir su pensamiento.

El acto de cierre de toda esta macabra parafernalia se dio con el desfile militar del 2 de enero, donde fuerzas de élite del ejército —las llamadas “Tropas Especiales”— gritaron a voz en cuello, mientras marchaban, su deseo de “confeccionarle un sombrero de plomo” a Barack Obama; es decir, de destrozarle la cabeza a balazos. Estos cánticos de guerra, más que representar un peligro real para el vecino del norte, parecían estar dirigidos al pueblo cubano, en un burdo intento de avivar el viejo espíritu “anti-imperialista”, un tanto diluido en las aguas del deshielo diplomático entre los dos países.

Como en el reto de maniquíes de los estudiantes antes mencionados, la dictadura castrista está representando una bronca para la galería. La simulación y creación de conflictos, imaginarios o no, es un terreno donde el régimen cubano se ha movido siempre a sus anchas. El castrismo busca exacerbar a la opinión pública mundial resucitando su conflicto con EEUU y retomando su gastado discurso de plaza sitiada, lo que ha sido su justificación sui generis para la represión de los derechos humanos.

Tras la muerte del tirano se terminó un acto, pero no la tragedia. Para responder al inmovilismo del reto de maniquíes con el que se podría representar la sociedad cubana es necesario romper los parámetros establecidos, pensar y actuar fuera de los marcos impuestos, mucho más allá de la realidad virtual. La Historia nos enseña que el cambio verdadero lo impulsan seres vivos, de carne y hueso, cuando se involucran en campañas concretas y reales.

¿Quién baja el telón?

 

 


Este artículo se publica como parte de la campaña “Mi Denuncia Semanal a la Dictadura Castrista”, promovida por la UNPACU (Santiago de Cuba) y el Foro América Unida (Santiago de Chile) con el fin de crear consciencia sobre la situación del pueblo cubano en todo el mundo.

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