El ninguneo y el menosprecio hacia los intelectuales ha calado en la sociedad guineoecuatoriana


Por José Eugenio Nsue

«El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes» (‘El incorruptible’: Maximilien Robespierre, 1758 – 1794; abogado, escritor, orador y político francés).

A la espera de la proclamación oficial de la Tercera República en Guinea Ecuatorial si en manos de la familia que viene ostentando el poder en las dos anteriores desde hace más de 53 años, o en otras de gente solvente ética, moral, académica y culturalmente; conviene que ahondemos en aquellos temas que han sumido a nuestro país en el abismo en el que se encuentra carente de forma, estructura y cimientos que le homologue al resto de los países del planeta, como es el tema del ninguneo, humillación y menosprecio de su clase intelectual, de los profesionales y de sus hijos expertos de alguna materia. Guinea Ecuatorial no se parece en nada a ningún otro país del mundo; sus dos gobernantes que ha tenido habían declarado una guerra sin cuartel contra todo guineano poseedor de cualquier título universitario y habían decretado su exterminio.

A Macías Nguema alguien le dijo que se podía dirigir un país sin expertos, sin cualificados y sin profesionales; y se lo creyó por eso, en menos de un año de su llegada al poder tras el asesinato de Atanasio Ndong Miyón, el único político de entonces con cierta formación humanística (al que el pueblo guineano aborrecía, precisamente por su formación académica; se le veía muy ‘españolizado’, occidentalizado), echó a todos los profesionales colonos (profesores, maestros, médicos, administrativos, economistas, etc; hasta echó a los oficiales militares) y en sus lugares empezó a nombrar a los alumnos mayores de edad profesores y maestros de sus compañeros menores; nombraba médicos (Manuel Oluy) a aquellos que nunca habían visto ni de cerca una facultad de medicina; a economistas (Ondo Mañe) a alumnos de Escuelas agrarias; a analfabetos funcionales (Anton King) delegados de gobierno de los distritos; a los cadetes y conductores de la entendencia (Obiang Nguema) tenientes coroneles…; al mismo tiempo asesinaba a los pocos profesionales que contaba el país, los que no tuvieron la suerte de escaparse a tiempo. Los resultados son conocidos por todos: un país arruinado y desolado por tanta ignorancia y estupideces. Desde entonces, el guineano se ha convencido de que no hace falta estudios universitarios ni aprendizajes para ejercer cualquier profesión; basta con ser un osado y sinvergüenza para ocupar cualquier cargo o ejercer un oficio.

Con el rey Obiang Nguema I lo mismo; al reconocer sus limitaciones y sus menguantes facultades intelectuales, también ha declarado la guerra contra los intelectuales de verdad y se ha dedicado a eliminar, perseguir y marginar a los verdaderos profesionales hijos e hijas de este país. Según sus principios, nadie que no le bese el trasero o baje los pantalones delante de él, no puede ejercer en el país; solo cabe en Guinea (su coto real) la servidumbre, mientras tanto coloca y promociona a los suyos, todos inútiles, en los puestos y cargos estratégicos (ministerios, secretarías y direcciones generales, Instituciones y empresas nacionales…); a otros inútiles y analfabetos familiares, les ha ido regalando graduaciones militares (Generales de división, Tenientes coroneles, Comandantes, etc, etc) porque, como él mismo, no hace falta subir de rango militar haber estudiado y formado en una academia; no hace falta porque para dirigir o ejercer en el país no se necesita conocer, saber; basta con ser un salvaje y un sinvergüenza.

Los que, habiendo pasado por la universidad aunque esta no pasó por ella, regresan al país y se prestan a formar parte del régimen tienen que jurar lealtad al dios y rey Obiang, de no mostrar nunca lo que se supone que saben, estar bajo sus órdenes y estar dispuestos de recibir las sabias orientaciones del sabelotodo Obiang; otro grupo minoritario que son verdaderos profesionales y están decididos a quedarse en su país, son humillados, amenazados y marginados; si trabajan lo tienen que hacer calladitos, subordinados y no mostrar jamás que saben más que sus superiores. Ahí están los resultados que saltan a la vista de todos: un país en quiebra, paralizado y desordenado.

Nada de lo que aquí decimos es novedoso; así está Guinea a día de hoy y así nos va. Lo que inquieta y preocupa seriamente es la aceptación popular generalizada de que lo intelectual, lo culto, lo profesional no es necesario para el desarrollo y el progreso de la nación. Los intelectuales, los profesionales y los técnicos son el hazmerreír de los guineanos y en Guinea; para esos, ¿qué es eso de ser licenciado, Máster o doctor si no se come con ello?; «los títulos no se comen, no son alimentos»; «si tanto sabes, ¿por qué te mueres de hambre?»…, son las expresiones típicas que se escuchan desde en el seno de las familias hasta en las calles de todas las ciudades del país. Para los guineanos de las eras de los parientes Nguema, lo fundamental, lo más importante y la razón última de la vida son las comidas: se vive para comer, beber y para nada más.

A pesar de que muchos de los profesionales y técnicos guineanos son culpables de que se les traten vejatoriamente ya que son incapaces de hacerse respetar, de mostrar su valía y prefieren bailarle el agua al régimen y a la maligna familia real de Akoakam; por eso la gente no sabe para qué sirven tantos estudios si no ven resultados tangibles. Por ejemplo, el médico no es un mago; si no tiene herramientas y aparatos necesarios para diagnosticar y recetar en su lugar de trabajo, tan mucho que haya estudiado en Harvard, Sorbonne u Oxford, jamás podrá hacer nada para los pacientes; un profesor no es un libro abierto, necesita un biblioteca, laboratorios, aulas dotadas de medios digitales, internet, libertad de cátedra y demás medios para dar clases en condiciones; un jurista no es un pugilista ni un karateca para impartir la justicia, necesita una sociedad civilizada y una autoridad que respeta el ordenamiento jurídico, etc; pero cuando aceptan trabajar en condiciones inhumanas sin garantías, material ni ambiente propicios, ¿qué esperan obtener?; eso no es óbice como para que se minosvaloren a los intelectuales, profesionales y técnicos como lo hacen en Guinea. Sin la educación y la formación no hay desarrollo ni social, ni material, ni humano.

Una de las nefastas herencias que los regímenes de los Nguema (Macías y Obiang Nguema) han dejado al país y va a ser muy difícil de deshacerse es la apología y la exaltación de la estupidez y la ignorancia. Cinco generaciones de guineanos han navegado, bebido y se han nutrido de la ignorancia. Ven cómo los ignorantes e incultos se hacen con el poder (llegan a ser ministros, generales del ejército, directores generales, gobernadores, jueces, asesores presidenciales, diputados o senadores), se enriquecen a base de robar, y para el colmo son considerados como los héroes nacionales.

Que unos mequetrefes se metan con el profesor Okenve y le critican porque sabe mucho, ha estudiado, es culto e intelectual demuestra lo invidiosos y absurdos que se han vuelto muchos guineanos, cachorros del régimen criminal imperante; a parte de que la envidia mata; no ofende quien quiere sino quien puede. Ojalá Guinea Ecuatorial se llenara de Celestino Okenve, Eugenio Ncogo, Cruz Melchor Eya Nchama, Justo Bolekia, Doctor Samuel Mba Mombe y tantísimos guineanos profesionales como la copa de un pino que ejercen por el mundo y anónimamente en el país aunque no se les reconocen, seguro que este país no lo reconocería ni la madre que lo parió; mientras, sigamos con los toletes de turno. No hay nada más atrevida en el mundo como la ignorancia.

Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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