Ascensos castrenses vacíos.


En el mundo castrense, los ascensos representan hitos de reconocimiento y mérito; en teoría, un ascenso refleja el compromiso, la disciplina y el valor de aquellos que entregan su vida al servicio de la nación. Sin embargo, en la práctica, surge una paradoja que resta sentido a estas celebraciones y las felicitaciones en los estados de Whatsaap de sus familiares, amigos y amantes: los gobiernos siguen confiando la seguridad de sus líderes más importantes, como el presidente, a personal extranjero, dejando a las propias fuerzas nacionales en un rol secundario. Esta contradicción es evidente cada vez que vemos a los oficiales festejar sus ascensos, celebraciones que, desde fuera, parecieran reflejar logros significativos, pero que ocultan una desconexión entre el reconocimiento simbólico y la confianza práctica en la institución militar.

La pregunta central de esta reflexión es, entonces: ¿son estos ascensos un reconocimiento real al mérito y la capacidad, o se trata de formalismos vacíos que no llevan a un mayor poder o responsabilidad? Esta aparente contradicción entre la ceremonia del ascenso y la falta de responsabilidad en la seguridad nacional genera una “celebración de la desconfianza”, una paradoja que debería llamar a la introspección tanto de los oficiales ascendidos como de quienes manejan las decisiones de seguridad en el gobierno.

Ascensos en el contexto de la dependencia externa

Los ascensos en el cuerpo castrense, por lo general, son motivo de orgullo y satisfacción, no solo para los militares, sino para sus familias y la sociedad en general, que los ve como héroes y defensores. Pero, ¿qué sucede cuando estos ascensos no se traducen en responsabilidad real? El hecho de que el gobierno siga confiando en mercenarios o agencias de seguridad extranjeras para la protección de figuras presidenciales, en lugar de otorgar esta responsabilidad a sus propios oficiales, plantea una paradoja: mientras se otorgan ascensos en nombre del mérito, el gobierno parece manifestar, a través de sus acciones, una falta de confianza en la capacidad de sus propias fuerzas para desempeñar las tareas de mayor importancia y riesgo.

En otras palabras, los ascensos parecen vacíos, meras etiquetas honoríficas que en realidad no significan un verdadero reconocimiento. La contratación de seguridad extranjera sugiere que la confianza en la protección nacional ha sido puesta en duda, lo que es una suerte de “descalificación” velada para los oficiales que se espera protejan a su país. Así, cada celebración de ascenso se convierte en un recordatorio incómodo de una desconfianza institucional.

Las consecuencias políticas y sociales de los ascensos vacíos

Esta dependencia en la seguridad extranjera tiene varias implicaciones que van más allá del cuerpo militar; afecta la confianza de los ciudadanos en sus propias instituciones. Cuando la seguridad de los líderes más importantes del país es confiada a manos externas, los ciudadanos perciben un mensaje implícito: que las propias fuerzas nacionales no son suficientemente competentes o confiables para proteger a sus dirigentes. Este mensaje socava la imagen pública de las fuerzas armadas y debilita el vínculo de confianza entre las instituciones militares y la ciudadanía.

Además, la dependencia de seguridad externa compromete la autonomía y soberanía de la nación. Delegar la protección presidencial a personal extranjero es una declaración de dependencia que contradice la idea de una nación fuerte e independiente. Es un acto que sugiere que la estabilidad de la nación depende de recursos externos, y pone en entredicho la preparación y el papel de las fuerzas castrenses como garantes de la seguridad nacional.

La “alegría justa”

El concepto de “alegría justa” surge aquí como un llamado a la reflexión. Para los oficiales recién ascendidos, es momento de cuestionarse si estos logros son realmente significativos o si están participando en una ilusión que beneficia más al protocolo que a su desarrollo profesional. Un ascenso debería representar no solo un título, sino también una responsabilidad y una confianza conferida por el Estado. Sin embargo, en un sistema donde el ascenso no es acompañado de un aumento en la responsabilidad real, sino solo de honores ceremoniales, la celebración pierde sentido.

Es imperativo que los oficiales se cuestionen el valor real de su logro, que evalúen si estos ascensos reflejan un auténtico reconocimiento de su capacidad y valor, o si están celebrando una mera etiqueta en un sistema que no los considera aptos para asumir las responsabilidades más altas. Este ejercicio de introspección lleva a una conclusión dolorosa: sin responsabilidad real, un ascenso es solo una marca vacía, una muestra de que el sistema confía en ellos solo hasta cierto punto.

Sin una autonomía plena y una confianza real, el cuerpo castrense es un sistema que otorga medallas, pero no responsabilidades. Por lo tanto, más que una celebración de títulos vacíos, se necesita una estructura que empodere a sus oficiales, porque de otro modo, no habrá honor en un ascenso que no venga acompañado de un compromiso genuino por parte del Estado hacia sus propios defensores.

Comparte tu aprecio
RadioMacuto
RadioMacuto
Artículos: 531

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *