Por José Eugenio Nsue
En la obra teatral de Lope de Vega Fuenteovejuna, se cuenta las atrocidades cometidas por el Comendador (Regidor, Gobernador) del pueblo, Fernán Gómez de Guzmán, quien abusa de su poder y somete a los habitantes a todo tipo de humillaciones, incluyendo el abuso sexual de las mujeres del pueblo…, esto lleva a los habitantes a un punto de quiebre (rompimiento de relaciones entre las personas), y en un acto de justicia colectiva, se rebelan y asesinan al Comendador. Cuando los Reyes Católicos envían a un juez para investigar el asesinato, los habitantes de Fuenteovejuna se mantienen unidos, respondiendo únicamente con «Fuenteovejuna lo hizo» cada vez que se les pregunta quién mató al Comendador.
Por momentos, pienso y sueño que el pueblo de Guinea Ecuatorial y sus habitantes son humanos, personas que tienen vísceras, sentimientos y principios; mas cada vez llego a la conclusión de que no son personas, ni es un pueblo habitado por humanos, sino por figuras con aspectos y apariencias humanos sin conciencia, corazón y sin sentimientos; verdaderos humanoides.
No pasa día sin que se vea, oiga o se lea una bestialidad, unas atrocidades y barbaridades a cada cuales más tremendas, que conmueven a cualquier ser humano, en cambio en el país se ven como hechos normales, cotidianos hasta entretenidos. A pesar de ser cotidianos esos hechos, no dejan de llamar la atención, poner los pelos de punta y preguntarnos casa vez en qué se ha convertido este país.
Esta semana, han vuelto a subir a las redes sociales otro vídeo terrible, escalofriante y deshonroso que nos hace cuestionar por nuestra integridad moral y la capacidad de empatía.
En el vídeo, se ve cómo un energúmeno, salvaje, además de malvado palo en mano, apalea brutalmente a una mujer tirada sobre el asfalto de la carretera mientras ella llora y grita desconsoladamente: «aquí me matas», «me muero hoy»… mientras los aldeanos se aglomeran para ver el espectáculo, unos graban, dos adolescentes corriendo a lo largo de la carretera hacia el lugar de la brutal agresión pidiendo que paren al agresor, que les separen, y un coche pasa lento al lado, relantiza, los ocupantes bajan los cristales para contemplar el escenario, luego acelera. El verdugo no se paró de golpear a la víctima hasta que se gastó el palo con el que pegaba a la mujer y ella se quedó exhausta.
Lo que se ha sabido posteriormente a través de los audios y alguna que otra imagen, es que el cafre del agresor es uno de los esbirros de Nguema Obiang, el supuesto encargado de los ejércitos y fuerzas y cuerpos de la (in)seguridad nacional, que lejos de cumplir con su deber cual es garantizar y defender la integridad física de los ciudadanos así como defender la patria, se dedican a infligir las leyes y se hacen llamar «agentes de la ley». El sujeto se fue a la curandería de Mbalangun en el distrito de Nsok – Nsomo donde está destinado; su pareja fue a visitarle y a llevarle víveres y ajuar, le encuentra con otra mujer; al pedirle explicación, le cose a golpes hasta llevarle a la muerte.
Nada nuevo en esta historia que no se haya visto y vivido en nuestro país; quizás sea precisamente esta falta de novedad, cambio o reacción por parte de la población, la noticia; ¿qué pasa para que nada cambie en este país, que todo empeore? A parte de que las personas, los humanos somos animales de costumbre (Charles Dickens), también es cierto que estamos dotados del raciocinio, de alma y de la conciencia lo que debería de dotarnos de la capacidad de poder diferenciar el mal del bien, la bondad de la maldad; ser capaces de obrar correctamente, defender el bien y combatir el mal; luchar en favor de los derechos humanos y contra sus violaciones. ¿Cómo es posible que todavía los guineanos no han aprendido a defenderse y a defender a los suyos y a sus semejantes?
La ejecución pública de una joven mujer por el cafre de su pareja, para más inri, ‘agente de la ley o militar’, en pleno día y delante de todo el pueblo sin que nadie lo impida todo lo contrario, se limitan a grabar y lamentar; nos hace preguntar en qué se han convertido los guineanos de la Guinea Ecuatorial, pensar que no quedan personas en este país; ¿cómo un ser humano puede permanecer impasible, parecerle hasta jocoso, ante un asesinato, una violación, las torturas de sus semejantes y parientes? ¿Por qué la iglesia católica no ha tomado la carta en este asunto de la violencia, hacerlo prioritario, condenarlo sin ambages venga de donde venga ?
Apelo a la intervención de la iglesia católica porque, además de ser uno de sus fundamentos: ayudar y defender a los más débiles, vulnerables contra todo tipo de violaciones de los derechos de las personas; también hoy por hoy, es la institución que más lucha por la paz y la justicia y denuncia los abusos contra las mismas. Es inexplicable que desde hace más de 44 años, la Conferencia Episcopal guineana nunca, que se sepa, ha sacado un comunicado condenando los atropellos contra los derechos humanos, las torturas así como cualquier tipo de violencia; ordenado a todo el clero que esa cuestión sea prioritaria en sus homilías dominicales; ordenar que adoctrinen y catequicen a los feligreses y niños la cultura de la no violencia, la sana convive, la paz, la justicia y el amor.
Me niego a aceptar que definitivamente los guineanos fuimos creados diferentes, como seres inferiores, incapaces de reaccionar y defender no sólo nuestra dignidad, sino la de nuestros semejantes, luchar y defender la integridad y la vida de todos.
El sujeto, encargado de la Defensa y la Seguridad Nacional y el Vice de su padre, solo condena en su Boletín Oficial del Estado, su cuenta de tiktok, la «brutal paliza que ha propinado un hombre a una mujer en Nsok – Nsomo»; omite deliberadamente que el agresor asesino, es uno de los suyos, un militar. ¿cuánto hace que decretó que los uniformados no volviesen a torturar a nadie? ¿Dónde ha quedado dicha orden? Y algunos siguen dudando que este país va como un barco a la deriva sin Capitán, Almirante ni Contralmirante; va como Titanic.
Supongo que todos conocen el final de la historia de este barco, ¿verdad?
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?