NO QUIERO SEÑALES EN MI CUERPO
¡Engongo, hijos míos, engongo! Os pido, por favor, en mi caso y cuando capturéis a mi hijo heredero y a la Constancia Mangue y a la Coloma y a mis 40 colaboradores de la cueva, que no sigáis nuestras sabias orientaciones sobre la delincuencia vulgar. No quiero señales en mi cuerpo. No somos vulgares delincuentes. Tenemos nivel, un alto nivel (de delincuencia). Y los nuestros son bienes de lujo bien adquiridos con nuestros miserables sueldos. El pueblo no nos paga bien; de hecho llevamos años y años trabajando sin cobrar del pueblo. Y encima es desagradecido.
GRACIAS A LA OPOSICIÓN
Por primera vez voy a dar gracias a la oposición. Los que me rodean en la imagen ya tenía preparadas las piedras, los pedruscos, esperando la orden o la señal para atacarme y dejarme bien «unseñalado». Me informan que la oposición democrática lo ha impedido y en cambio algunos del PDGE ya se alegraban roca en mano. Dice los de la oposición que no son como yo, que podré defenderme de las acusaciones que pesan sobre mí por haber arruinado completamente el país en todos los sentidos y, sobre todo, para que pueda dar cuenta de los miles de muertos y desaparecidos o para que pueda revelar dónde están tirados los cuerpos de mis víctimas.
DE MÍ NO QUEDARÍA HUESO SOBRE HUESO
Sé que el pueblo tiene sed de venganza. Mirad cómo me han atado y enroscado. Y también sé que, si deciden seguir mis sabias orientaciones, de mí no quedará hueso sobre hueso. A veces me avergüenzo de mis sabias orientaciones, os lo confieso. ¡Ah!, os aseguro que no hubiéseis podido capturarme sin la ayuda de la serpiente. Y ya podéis decir a ese bicho de serpiente que me vaya soltando: llevo horas así, sufriendo, casi asfixiado, por mucho que me digáis que “el pueblo aprieta pero no ahoga”. Os denunciaré por un delito de secuestro con agravante de tortura serpentil. En ésta o en la otra vida que me anuncian nuestros obispos, el comando de los Juanes.