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    Saber mirar hacia las 5 direcciones

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    Por José Eugenio Nsue.

    Durante la homilía del pasado domingo 17/03/2019 en la parroquia de San Ginés de Arrecife – Lanzarote en la misa de las 12 de mediodía, el oficiante tuvo uno de esos momentos de inspiración e iluminación a la hora de explicar el evangelio. Entre las muchas cosas interesantísimas que dijo, me pareció ilustrativa la idea que he querido compartir con vosotros en este domingo porque llevo, como podéis imaginaros, oyendo muchas, muchísimas homilías y predicaciones de excelentes oradores a lo largo de mi vida mi parroquia de María Reina de Sevilla de Niefang, la catedral de Bata, la catedral de Malabo, la parroquia del Santuario de Malabo, Seminario claretiano de Padre Sialo de Malabo (Guinea Ecuatorial); la paroisse de Nkolbison de Yaounde, l’église de Akono, la cathédral de Yaounde (Camerún); Philosophat clarétain de Mont Ngafula de Kinshasa (RDC); en muchas parroquias de Madrid, Oviedo, Murcia, Las Palmas de Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote (Reino de España), es la primera vez que una idea me haya llamado poderosamente especial atención que me ha hecho reflexionar toda la semana; la idea de «Mirar hacia las 5 direcciones». Según el sacerdote, en la vida para caminar firme y en buena dirección siempre hay que caminar mirando y hay que hacerlo hacia cinco direcciones: mirar hacia delante para saber a dónde se va, qué se quiere hacer, cómo se quiere hacerlo; mirar hacia atrás para recordar de dónde se viene, lo que ha sido uno para no equivocarse; mirar hacia los lados para saber quienes le rodea y entre esos, quienes le apoya y apoya y así evitar a aquellos que le pueden inducir a error, hacer que caiga, ponerle zancadillas; mirar hacia abajo para evitar pisotear a los débiles, pequeños y marginados y de no caminar sobre el sufrimiento y las desgracias de los demás y, finalmente mirar hacia arriba para ver todo lo que Dios hace por nosotros, los dones y las gracias recibidos para así saber que sin su ayuda no somos nadie; prosiguió diciendo que teníamos que ser agradecidos al Señor por todo lo que hace por cada uno de nosotros como el ver un nuevo amanecer que no es poco, poder levantarnos de la cama y caminar, poder respirar el aire puro y sin dificultad, tener una familia, un empleo o unas buenas amistades…; muchos no valoran esos aspectos esenciales que dan vida y vida sana; en cambio, están más preocupados, ansiosos por los bienes materiales que, si bien ayudan realmente llevar una vida digna, pero no son esenciales; son secundarios.

    En efecto, se está dando casos paradójicos en nuestra sociedad en los que se ve a personas con grandes fortunas, viviendo en casonas, circulando en grandes y lujosos coches, con yates amarrados en los puertos deportivos o ganando sueldos millonarios… pero con una bombona de oxígeno, o con un marcapasos puesto y si no, con hijos drogadictos o delincuentes; otros están faltos de amor o simplemente metidos ellos mismos en vicios destructivos (alcohol, drogas, prostitución, etc) además de enfermedades terribles; lo que viene a demostrar que las riquezas materiales no son garantía de felicidad. La mayor fuente de felicidad precisamente son los bienes gratuitos, los que no se compran, los bienes espirituales que vienen del cielo. Llegar a esta conclusión en la vida requiere una mínima formación y sobre todo la dedicación de uno mismo, adentrarse en uno mismo para darse cuenta de que lo que te hace feliz no es lo que viene de fuera sino lo que sale de Tú adentro.

    Pienso que si los africanos en general, concretamente, los paisanos guineoecuatorianos aplicáramos esta teoría de ir por la vida ‘mirando hacia las 5 direcciones’: delante, atrás, a los lados, abajo y arriba, tendríamos una sociedad justa, solidaria, ordenada y desarrollada; sus habitantes seríamos humanos, prudentes, civilizados, luchadores, precavidos, solidarios y justos. Si cada uno de nosotros mirase hacia delante, planificaría su vida, haría un escala de valores y lucharía para conseguir sus objetivos nobles; si miráramos hacia atrás, nos daríamos cuenta de quienes fuimos, de donde venimos, cómo éramos, quiénes fueron nuestros progenitores así, no perderíamos la perspectiva ni la identidad. No conviene olvidar los sueños porque la noche ha sido larga, decimos los fang, porque fuimos con ellos y ellos pueden ser como nosotros. Si miráramos a nuestros lados, veríamos que estamos rodeados de seres humanos con los mismos anhelos, la misma sensibilidad así como los mismos; de esta forma, no haríamos a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Si mirásemos hacia abajo, no pisotearíamos a los demás con nuestras actitudes soberbias, nuestra prepotencia, nuestra falta de empatía hacia los damnificados; sabríamos que en todas las cuecen habas; nos daríamos cuenta de que nuestros actos y decisiones repercuten en los otros y no tenemos porqué cargarles con pesados bultos que nosotros mismos no podemos soportar y, finalmente, si mirásemos hacia el cielo, nos daríamos cuenta de que sin Dios no somos nadie; todo cuanto somos, hacemos y tenemos es con la ayuda del Dios – Creador, es porque Él nos dio la vida, nos protege y nos cuida de tal forma que debemos y tenemos que respetar sus mandatos; ir en contra del Señor, el Enviado del Padre es cavar la propia tumba, es pan para hoy y hambre para mañana.

    Resulta que el africano, el guineoecuatoriano, ha preferido andar como un herrante, camina sin rumbo, vive sin orden y sin planificación por eso, es amante de las tinieblas en lugar de ser hijos de la luz de ahí la facilidad de hacer daño siempre sin rechistar, de actuar sin previsión y sin rumbo conformándose con aquí y ahora; de amasar riquezas con amaños, con el juego sucio y sin escrúpulos; el africano, el guineoecuatoriano sólo quiere tener todo para él mientras que los que le rodean les falta de todo; piensa, ve, siente y oye sólo lo suyo. Con esos mimbres, es imposible que nuestro continente conozca un progreso y desarrollo global especialmente nuestro país donde la indiferencia, la inmoralidad, el embrutecimiento, las prácticas brujeriles, el egoísmo, el materialismo salvaje, la violencia, la criminalidad así como la ignorancia supina han alcanzado cotas infinitísimales. ¿Eso significa que ya no hay nada que hacer? Seguramente, NO; no obstante, conviene que nos diéramos cuenta de nuestra realidad para luego buscar los remedios. Hace falta que estemos o encontremos unos buenos médicos que acierten en el diagnóstico, manden un tratamiento certero y que Dios bendiga África especialmente, la República de Guinea Ecuatorial.

    Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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