En los últimos tiempos hay una expresión de moda en los círculos del poder que suena ya a disco rayado por tanto repetirse: Paz reinante.
Vamos a intentar hacer aquí una comparativael significado real de las palabras paz y la realidad imperante en nuestra sociedad.
Paz viene del latín pax(pacis), que significa acuerdo/pacto, o lo que equivale a una ausencia de conflicto y luchas. En el plano individual significa un estado interior desprovisto de sentimientos negativos de odio o furia; un sujeto en paz es aquel que está tranquilo consigo mismo y por tanto con los demás. Mientras que cuando hablamos de paz social, hacemos referencia a la existencia del consenso, es decir, el entendimiento tácito para el mantenimiento de las buenas relaciones mutuamente beneficiosas para los individuos de una sociedad y a distintos niveles el consenso entre diferentes grupos, clases o estamentos sociales.
La paz es un valor fundamental para la vida de las personas, las familias y las naciones. La paz debe visualizarse como una premisa de la vida cotidiana y no como una aspiración etérea, porque el centro de la paz es el ser humano y su naturaleza y está en relación con los demás seres humanos, por lo que indudablemente el elemento central de la paz es la vida humana.
Por lo tanto, hablar de la paz es hablar de la promoción y defensa de la vida humana en su integridad. Esto significa defender y salvaguardar todos los derechos que le reconoce las leyes nacionales y convenios internacionales a las personas: derechos políticos, económicos y sociales.
El hombre nace libre, pero al mismo tiempo es un ser social por naturaleza. Los grupos comunitarios nacieron como grupos de individuos unidos por lazos de ayuda mutua y solidaridad, porque la sociedad surge de una lenta evolución de las relaciones de trabajo entre los individuos que residían en mismo grupo debido a sus instintos gregarios de supervivencia. La sociedad ha ido evolucionando desde su forma mas primitiva, donde predominaba la ley del mas fuerte, hasta las formas modernas actuales llamadas civilizadas donde los individuos de cada sociedad han llegado a consensos para regular la vida en común en paz, unidos pero libres. La ley Fundamental es un pacto de convivencia y las leyes son instrumentos para lidiar los diferentes conflictos que surgen entre individuos de una sociedad.
En la antigua Grecia todos los ciudadanos formaban parte de la Asamblea donde se tomaban las decisiones que tenían que ver con la vida en común en las Ciudades Estado. Hoy en día, en sociedades democráticas, el pueblo soberano elige a unos representantes que se encargan de elaborar leyes, impartir la justicia y administrar los bienes que pertenecen a todos. Precisamente los ciudadanos le deben lealtad al Estado siempre y cuando que proteja sus derechos, quedando claro que el gobierno no otorga derechos, sino que los protege; el gobierno existe precisamente para servir al pueblo, en cambio el pueblo no existe para servir al gobierno.
La Ley Fundamental de Guinea Ecuatorial reconoce claramente, como fundamentos de la sociedad ecuatoguineana, el respeto a la persona humana, a su dignidad y libertad y demás derechos fundamentales que extensamente se exponen en el artículo 13. Además, el Lema que figura en nuestra enseña nacional, cuando se respeta, debería garantizar nuestra convivencia en paz.
Veamos ahora lo que pasa realmente en la vida cotidiana de los guineo-ecuatorianos y que desmiente totalmente la afirmación de que reina la paz en nuestro país.
Primero nuestro lema nacional ha sido adulterado y en lugar de Unidad, Paz y Justicia, hemos llegado a División, Conflicto y Arbitrariedad. Efectivamente la actuación de los detentores del poder ha acentuado las divisiones en el seno de las familias, a nivel de tribus, etnias, distritos y regiones, con los consiguientes conflictos que ello conlleva, conflictos que se ven agravados todavía más porque la ley del más fuerte es la que impera en nuestra sociedad, como en las primitivas sociedades salvajes. No son las leyes de nuestro ordenamiento jurídico las que moderan nuestra convivencia, sino la voluntad de cada cual que manda.
No se puede hablar de paz reinante cuando el Estado se ha transformado en un feudo del partido que gobierna, las leyes se tratan de manera instrumental, las relaciones económicas y sociales están saturadas con una ideología hostil al diálogo y al compromiso y la limitación de la libertad de los medios de comunicación; la violación descarada del principio de presunción de inocencia, violación de la dignidad de las personas y la politización de la fiscalía.
Esta situación es la que precisamente llamamos pax ecuatoguineana, o la paz del miedo, a modo de lo que fuera la pax romana en su época. Pero los que no se cansan de elogiar este tipo de paz se olvidan de que las sociedades no son estáticas, sino que evolucionan. Se le podrá infundir eternamente miedo a la gente, pero llega un momento en la vida de una persona en que le da lo mismo vivir o morir, cuando ve gravemente lesionados sus intereses, pierde totalmente el miedo y se llega a situaciones como las que se han bautizado últimamente como revoluciones árabes. Luego los responsables de situaciones iguales tratan de buscar chivos expiatorios en otras latitudes, cuando el origen es la intransigencia de los detentores del poder, su nula voluntad de diálogo, su actitud prepotente, su empeño en cultivar el pensamiento único y por lo tanto su aversión al pluralismo.
Como lo ha señalado recientemente el Papa Francisco, no hay paz donde no hay justicia. Y el extinto presidente de Costa de Marfil Houphouët Boigny decía la paz no es una simple palabra, es un comportamiento.
De modo que no hay que confundir la ausencia de enfrentamientos abiertos con paz. No hay paz verdadera sin la verdad, justicia, equidad y solidaridad, bienes y valores que propician una convivencia en la que nadie tenga algo que reprochar a otro. El secreto de una convivencia en paz está en la renuncia a nuestras exigencias máximas, hasta hacer nuestros programas compatibles dentro de un marco de respeto a la discrepancia; esto significa renunciar a la imposición partidista en cuestiones fundamentales, que deben ser objeto de acuerdo entre todos. Quede claro pues, que el pluralismo en sí no divide a ninguna sociedad, es por el contrario la base para una estabilidad, porque si el pluralismo dividiera a las sociedades y originase conflictos, todas las viejas democracias no existirían ya al día de hoy; lo que sí divide es la tiranía de algunas mayorías, como sucede en el escenario político de nuestro país, el ejercicio omnímodo del poder ciega, corrompe y no deja ver la miseria de la población. Comer bien, dormir bien, poder ocuparse dignamente de la prole, etc. y pensar que todos lo pasan igual es una ilusión que engaña a los detentores de un poder sin control y sin rendición de cuentas.
La paz es el producto de saber escuchar, de entender las necesidades ajenas antes que las nuestras. No es algo que puede darse por decreto de ninguna autoridad administrativa y no puede ser garantizada por una sola persona, sino con el concurso de todos.
Concluyo haciendo un llamado a todos, para que construyamos todos juntos una sociedad donde reine una verdadera paz, una paz duradera y no la actual pax ecuatoguineana.
Guillermo NGUEMA ELA
Publicado en el núm.76 de LA VERDAD, mayo-junio de 2015.