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La denuncia de dos asociaciones no le llevarán por ahora al banquillo pero pondrán al descubierto sus manejos en la excolonia española
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El vicepresidente ecuatoguineano está acusado de blanqueo, malversación y abuso de confianza
Por GERARDO ELORRIAGA
La venta de la mansión de Malibú, los coches de lujo y los guantes blancos con cristal de Michael Jackson, forzada por su acuerdo con la Justicia estadounidense, tan sólo supuso el primero de los reveses. Luego llegó el decomiso por las autoridades francesas de hasta 11 vehículos de alta gama y los bienes suntuarios que poseía en su palacete parisino y luego, hace dos meses, sufrió el embargo de otros 11 automóviles por orden de la Fiscalía suiza.
Los problemas del vicepresidente ecuatoguineano Teodoro Nguema Obiang Mangue han implicado un quebranto de su fabuloso patrimonio y le han despojado de sus medios de locomoción. Además, la pesadilla judicial no ha acabado. La vida excesiva de ‘Teodorín’, como es conocido el político, será sometida a juicio a partir de hoy en un tribunal de la capital francesa. Sobre el hijo del presidente Teodoro Obiang recaen cargos por corrupción, blanqueo, desvío de fondos públicos y abuso de confianza.
La denuncia de Sherpa y Transparencia Internacional no conducirá al dirigente africano al estrado pero, posiblemente, desvelará sus prácticas con el Tesoro público de la pequeña excolonia española. La investigación sostiene que saqueó 110 millones de euros empleados en la adquisición de lienzos de Renoir o Degas, junto a otras sofisticadas piezas de la colección de arte de Yves Saint Laurent que adquirió en subasta. El Gobierno de Malabo adujo su inmunidad diplomática ante la Corte Internacional de La Haya para detener el proceso y precisamente la inhibición de la institución permitió que siguiera adelante.
Quizás el fallo último no sea tan importante como la realidad que puede poner al descubierto. La situación de Guinea Ecuatorial recuerda el súbito enriquecimiento de países donde el Estado de derecho resulta quimérico. A mediados de los años 90, el hallazgo de petróleo y gas natural en su plataforma marítima convirtió a la entonces frágil república en el tercer exportador de crudo del continente africano y el primero por el volumen de su renta per cápita, superando incluso a la de países europeos como Polonia.
Las estadísticas macroeconómicas esconden, a menudo, circunstancias sociales en abierta contradicción. Los nativos no sólo no han mejorado su nivel de vida, sino que ciertos parámetros como la mortalidad infantil o el acceso a la educación primaria han experimentado retrocesos e, incluso, en términos generales, sufren mayores carencias que en los países limítrofes. Es el caso de Camerún, donde disponen de una décima parte de ese elevado montante. La razón de esta cruel disparidad parece recaer en la elite dirigente, que ha convertido la riqueza de origen público en patrimonio estrictamente personal. Algunas fuentes hablan incluso de que el 90% de los ingresos generados por la exportación de crudo ha pasado ya a manos privadas.
El procesamiento de ‘Teodorín’ puede documentar ese expolio, el abismo entre las cifras teóricas y la miseria real y, desgraciadamente, la pérdida de una ocasión de mudar el destino de una población similar en número a una provincia como Guipúzcoa y sin acceso mayoritario a recursos básicos. La caída del precio del crudo y de la producción, cada vez más escasa, anticipa una coyuntura desfavorable para el próximo quinquenio y prevé la reducción del PIB. La elevada inversión en infraestructuras y proyectos megalómanos como Oyalá, la nueva capital, o Sipopo, una ciudad de nueva creación en la isla de Bioko, lastran el presupuesto nacional y dificultan el replanteamiento estratégico.
El reciente interrogatorio a tres miembros de la entidad financiera Société Générale en el país africano, acusados de violar el secreto bancario y dar información sobre la cuenta de ‘Teodorín’ para sustentar la demanda judicial, constituyen el único reflejo en la política nacional de la causa abierta en Francia.
En abril, el presidente Obiang Nguema renovó su cargo con el 99,2% de los votos y dos meses después nombró vicepresidente a su hijo, cargo que aventura la condición de sucesor en el poder. Parece así claro que los tribunales parisinos no alteran la placidez de ese pequeño territorio subsahariano que se expresa en castellano y nada en apariencia en la abundancia.
Fuente : Sur.es