Por Fco ELÁ ABEME
A lo largo y ancho de la inmunda tiranía, los Ngema no han combatido a la Oposición, simplemente la han exterminado. La convicción de que la continuidad del régimen, en el tiempo y en el espacio, exigía la plena ausencia de todo atisbo de contestación política, les ha llevado a los Ngema a la especialización en la labor de exterminio de la disidencia política.
Por eso hacemos hoy la oposición que hacemos: «oposición a la desbandada». Al carecer de referencias, por la ruptura generacional, y estar llenos de miedo, nos resulta difícil eso de señalar horizontes y marcar los objetivos.
Todos los líderes guineanos conocemos esos horizontes y tenemos mercados los mismos objetivos, pero sentarnos para defender juntos el camino a seguir, eso ya se antoja imposible.
Se ha dicho que esto se debe a que todos aspiramos al mismo puesto: ser presidente. Yo me inclinado a creer que se debe a que carecemos de hábitos democráticos. Nos proclamamos demócratas, pero sin convicción. En otras palabras, hay muchos pequeños Nguema escondidos en la oposición.
Esto tiene una explicación: es lo que han visto. Muchos guineanos creen que lo que los Nguema han hecho, en estos cincuenta años de independencia, es hacer política. Es más, están convencidos de que no existe otra forma de hacer política. La política es hacer, permanentemente, el corte mangas al Pueblo, perseguir al adversario hasta el exterminio, humillar al ciudadano, tratar a la mujer como objeto de posesión, odiar a los jóvenes, perseguir la cultura, saquear las arcas del estado, enfrentar a los pueblos o etnias, exacerbar el tribalismo, masticar a dos carrillos mientras el Pueblo pasa hambre, hacer ostentación de lo robado, amenazar a los ciudadanos, en definitiva, aherrojar al Pueblo. Todo esto es lo que en Guinea se entiende por hacer política.
Por esta razón, en Guinea, cuando hablas de «cambió político», todo el mundo piensa en lo mismo: » dar la vuelta a la tortilla». Este es el miedo que atenaza a Obiang y su tiranía. Les puede el miedo a que, los que vengan después, hagan con ellos lo mismo que ellos han hecho con los demás y con el Pueblo. Lo que quiere decir que no lo han hecho bien; si no, no temerían.
Pero, en este sentido, hay que decir que la Oposición se equivoca. Sólo tenemos que mirar lo que ha pasado en Burkina Faso, en Senegal y, últimamente, el ejemplo que nos está dando el Pueblo gabonés. Luchar, durante cincuenta años, para, al final, cambiar a Obiang por otro Obiang sería renunciar al derecho de llamarnos PUEBLO.
Muchos no estamos por esa labor. Si luchamos por alcanzar el poder político, ya lo he explicado muchas veces, es porque el poder político es el mejor instrumento del que puede disponer un responsable político para servir a su Pueblo. Es el poder transformador. Dicho en otras palabras, queremos estar en el poder para hacer cosas. No para ocuparnos de Obiang y su familia. Se les confiará a una Justicia sería y solvente. Tal como se hace en las sociedades organizadas.
Si queremos echar a Obiang y su familia del poder es para asentar la democracia plena en Guinea para la eternidad. Es para respetar y servir a nuestro Pueblo. Es para resolver los problemas del Pueblo. Es para acabar con la anomia. Es para poner fin a la corrupción como forma de vida. Es para acabar con la incultura. Es para borrar la imagen de negritos menesterosos. Es para acabar con el colonialismo encubierto. Es para fomentar el desarrollo de Guinea y África. Es para granjear el respeto de Guinea y África. Es para acabar con África como despensa de Occidente. Es para crear una sólida economía guineana y africana. Es para crear nuestros propios cuadros. Es para no seguir esperando del «Domund«.
Es para curar a nuestros leprosos y combatir el ébola, el cólera y acabar con el paludismo.
Y, como comprenderán, con esta ingente tarea por delante, quién tiene tiempo para ocuparse de Obiang y su familia; quién tiene tiempo para darle la vuelta a la tortilla; quién tiene tiempo para las venganzas aldeanas.