No nos lo merecemos

 

Por José Eugenio Nsue, filólogo

 

No nos merecemos unos gobernantes como los que nos han tocado en estos últimos cincuenta años que, lejos de protegernos, nos crujen a palos, nos matan si no de hambre, de enfermedades; si no de torturas físicas y psíquicas, de encarcelamientos; si no de humillaciones y todo tipo de vejaciones, de arrebatarnos las pocas, poquísimas pertenencias que podemos tener; si no de despojarnos la dignidad humana y usarnos como simples productos, de burlarse de los ancianos enfermizos haciéndoles bailar bajo la lluvia o bajo un sol de justicia.

No nos merecemos una clase política «opositora» como la que tenemos que dice hablar en nuestro nombre, y no nos pregunta lo que queremos; que dice luchar por nuestro bienestar y nuestra dignidad como personas, cuando lo que es velar por unos intereses espurios y por su «bienestar» y fama personales; que dice que el pueblo ha de estar unido y que no haya discriminación, cuando ella misma es incapaz de unirse, de entenderse por la misma causa y se dedica a zancadillarse y desprestigiarse los unos a los otros permanentemente; que dice combatir el regionalismo y el nepotismo, cuando en sus formaciones no hacen más que practicar el regionalismo y la discriminación étnica, tribal, distrital, etc.

No nos merecemos un pueblo adormilado, embobado, muermo, acobardado, insulso, tedioso, ignorante… como el nuestro en el que todo el mundo se deja pisotear, ser burlado, insultado, humillado; y se deja abusar con todo tipo de vejaciones por sus verdugos y, a pesar de ello, les canta y les pone alfombra roja por donde pasan; donde los paupérrimos ancianos y viejetes se resucitan en sus lechos de muerte y van saltando como zombies al son de las melodramáticas músicas que acompañan las caravanas fúnebres de sus verdugos; un pueblo de cuyas mujeres (abuelas, madres e hijas), que malviven en Guinea y fuera (España) haciendo verdaderas locuras para sobrevivir, olvidándose de los principios cristianos y de la moral; van a cantar a sus verdugos en los aeropuertos y en las plazas allá por donde pasan y van a amenizar la estancia de esos verdugos con bailes y danzas donde mueven sus traseros y sus cinturas castigados por sus miserables vidas a la vez que gritan para demostrarles sus inquebrantables adhesiones. Un pueblo en el que todos aquellos y aquellas en edad de trabajar con o sin trabajo son tratados como esclavos y los transportan de aquí para allá hacinados como una piara; ora en Oyala, ora en el Palacio de Ngolo, ora en el polideportivo de Malabo para que vayan a jalear a sus verdugos sin que rechistan si quiera.

Venimos de asistir otra jornada humillante y vergonzosa para el país donde, como lo habíamos vaticinado, El régimen dictatorial del rey de Akoakam y sus defensores han vuelto a demostrar lo que son capaces y están dispuestos a hacer en esta granja que se ha convertido Guinea Ecuatorial.

De estos últimos no quiero yo volver a hablar porque está todo dicho. No sé si alguien, en su sano juicio y en sus cabales, a día de hoy sigue esperando que este sindicato de criminales que llevan toda su vida eliminando físicamente a todos los que piensan y lo hacen diferente a ellos; manipulando, mintiendo descaradamente y pasando olímpicamente de todos los que no son de los suyos; iban a cambiar sus métodos mafiosos y sus estrategias criminales e ilegales que les han perpetuado en el poder. Sólo los necios son los que pueden seguir esperando que los que han hecho del engaño sus trajes de gala; de la prepotencia su desayuno diario; de la violencia sus camas donde descansan todas las noches y del robo el pan suyo de cada día y, además, les va de maravilla; lo vayan a dejar para, como por arte de magia, empezar a organizar unas elecciones con limpieza y dignas de ese nombre a sabiendas de que las van a perder de calle.

A los que me quiero dirigir para expresar mi repulsa, mi indignación y mi tristeza que creo que es el sentir mayoritario de miles de guineanos, son a los dos o tres partidos políticos de la oposición que creía serios que se han prestado a acompañar al régimen sanguinario en su habitual tomadura de pelo a la población guineo ecuatoriana: el CPDS (Convergencia Para la Democracia Social), la UCD (Unión de Centro Derecha) y el CI (Ciudadanos por la Innovación); alguno de ellos lo ha hecho por la enésima vez. ¿Qué esperabais obtener esta vez que no habíais obtenido antes? ¿Y ahora qué más nos vais a decir sobre vuestra decisión de acompañar a Clemente Engonga Nguema Onguene y su PDGE en la farsa recién celebrada? (No nombro al rey de Akoakam, El PF, porque no ha estado, ni está ni se le espera ya en esa broma de elecciones).

A alguno de los líderes de esos partidos mencionados le tenía una gran estima y mucha consideración. Como persona y como profesional había demostrado su valía; como político, líder de una de las formaciones políticas de referencia en el país allá en los años 90 por su lucha, denuncias de las injusticias del régimen y la defensa de los derechos humanos lo que les hizo gozar de la aceptación masiva y simpatía de los jóvenes y de muchos estudiantes del país. No se entiende muy bien el porqué de esos tumbos que lleva dando desde que empezaron a acompañar al régimen en sus convocatorias tramposas. Si la excusa fue probar que este régimen no cree en la democracia y no respeta las leyes que ellos mismos dictan; con dos legislaturas, habría quedado más que evidente ese extremo; si en cambio la idea era entrar a formar parte en las instituciones para, desde dentro, desenmascarar el sistema corrupto del régimen; se ha visto que ni aún así el régimen se ha inmutado. Entonces, ¿por qué permanecer en esa locura?

Con la actitud de algunos políticos de la ¿oposición? de nuestro país, es importante e imprescindible que todos los que dicen luchar por el pueblo y dicen querer implementar la democracia en nuestro país, primero que se presenten ante el pueblo y cuenten a la población su trayectoria profesional, su historial í hoja de servicio a fin de que les conozcamos y sepamos en manos de quiénes vamos a estar y quiénes nos piden su confianza; así evitaremos volver a confiar a cualquiera que, vestido con la piel de cordero, puede ser otro de la misma estirpe de los ya conocidos. No puede ser un aval político el simple hecho de decir que Obiang Nguema es malo y sin igual de malos todos los que le acompañan; mi hijo menor de 10 años también lo dice y sabe que Obiang y los suyos son unos criminales y no por eso ha de considerarse un «político opositor». Ya está bien de tantos engaños cuando se dice una cosa y se hace otra distinta.

Fijaros si Jesucristo no tenía razón cuando dijo lo de que: «¿quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: este comenzó a edificar y no ha podido terminar…» Lc14, 28-31.

Yo creo que lo que nos enseña Jesús con esta comparación son los valores de la prudencia y objetividad que nos vendrían bien en el caso de nuestra lucha por la democracia en Guinea. Esta objetividad y esta prudencia son lo que nos hizo decir y proponer no ir y no participar en la farsa convocada por los tramposos de este reino maligno de Akoakam. Todo no puede valer ante este gran desafío porque se trata de muchas muertes inocentes, muchas ilusiones y vidas truncadas y muchas personas desahuciadas.

Desde que tengo uso de razón, me he preguntado siempre que quién hizo a los guineanos como personas; quién o quiénes crearon o delimitaron el territorio que hoy se llama República de Guinea Ecuatorial; y qué hemos hecho para merecer lo que nos está pasando.

Se mire por donde se mire, no nos parecemos a ninguna otra especie humana ni a ningún otro país del planeta Tierra; como país, carecemos absolutamente de todo desde un tejido industrial propio que sirva para abastecer a la nación; unos productos fabricados desde el país, artículos de primera necesidad, para el consumo propio, tanto es así que como nuestros vecinos cameruneses, gaboneses o nigerianos nos cierran el paso durante tres meses, nuestro país desaparecería por falta de alimentos. Carecemos de unas infraestructuras básicas consistentes (agua potable, fluido eléctrico, transporte público de tierra, mar y aire…), al servicio de la nación. Y, como personas, hemos cogido lo peor de lo peor de la especie humana: hemos enarbolado los guineanos como signo distintivo la ignorancia y la estupidez; la soberbia y la prepotencia; la violencia y la cobardía. Hasta he llegado a pensar que podemos ser obra del demonio; que éste, inexplicablemente, fue el primero que pisó el suelo de Guinea Ecuatorial y al encontrarlo fértil de la maldad, ahí estableció su cuartel general desde donde sale para ir por el mundo sembrando el terror y todos los crímenes pero siempre vuelve a su base que es nuestro país; por eso el mal no sale nunca del país y por eso nos ha hecho a los guineanos a imagen y semejanza suya. Somos clones del demonio los unos con los otros porque, de otra forma, no se puede entender al guineano ni tampoco se entiende lo que pasa en este país.

Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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