Nico Obama Nchama: ecce homo

Por Braulio Nguan Sima

El ruido de sables  armado entre las capillas y facciones que se disputan el poder en Mongomo, está dejando entrever el agrietamiento de las lealtades clánico-familiares tenidas, hasta hace nada, como viga maestra de ese enclave sobre el resto del constructo nacional. A las brigadas levantadas por Obiang ya no les basta la patrimonialización pactada del Estado, ni las canonjías regadas con dinero público que les fueron ofrecidas para salir de ese otrora submundo en el que se encontraban. Quieren más. Y en esa descomunal querencia, el clasismo aldeano les ha estado impidiendo respetar la letra pequeña de las conformidades y consensos celosamente sellados entre ellos, para el mantenimiento de ese statu quo.

Así no extraña que en estos últimos años hayan decidido cambiar el cauce de la vida nacional con agitaciones y cuestionamientos públicos como jamás se vieron, convirtiéndose “ellos” en una china de proporciones estratosféricas en el zapato de un PF, obligado a metabolizar el sabor óxido de una colectivizada  concepción supremacista del poder. Hoy, casi todos viven  atornillados a la creencia de que Guinea Ecuatorial es un botín de guerra ganado por una provincia y su dirección y control debe ser compartido por toda la feligresía del pueblo del mítico Mbá Ndong.

 Y en ese avispero de trepas, en el que se pueden encontrar muestras de todo pelaje y condición, descuella por encima de otros, teóricamente aletargados, un hombre. Un miembro de la hermandad que supo alimentar como nadie su biografía con la creación calculada de espacios propios, por la vía de la instrumentalización de las grandes esferas de poder que le fueron confiadas.  Sus caprichos, colmados con el control de CENADOGE,  INPIGE  y otras parcelas de la Administración en las que se mueven sumas millonarias, le han valido para reforzar las fidelizaciones de un rebaño, el suyo, y su incremento gradual a través de un nepotismo salvaje que trasciende, con creces, su limitada esfera familiar.

En manos de ese personaje de farsa, especializado en exteriorizar una impostada imagen de sumisión, está el control y manejo de toda la maquinaria represora nacional. Las llaves del infierno en el que vivimos y los tiempos de entrada a cualquiera de los corredores nacionales de la muerte, están al albur de sus camaleónicos estados anímicos.  En el altar de sus ambiciones se sacrifican las vidas de oponentes y rivales personales, a través de una camarilla asesina  comandada por Juan Engonga, un resumen hiperbólico suyo, con la graduación de coronel de las Fuerzas Armadas.

La posición de Nicolás Obama Nchama le ha estado permitiendo ver lo que queda oculto al resto de los mortales. Desde su atalaya de ángel custodio de la seguridad de Obiang -que no nacional-, controla el espacio y el tiempo a su antojo, ejerciendo de “gran hermano” del país. Es el ojo de halcón que conoce al milímetro los  movimientos y las interioridades más recónditas de todos, con especial interés en los colocados en posiciones estratégicas como para emponzoñar sus planes.  Escuchas telefónicas,  asalariados jackers, vigilancias y contra vigilancias escrupulosamente planificadas a sus hermanos, le viene sirviendo para examinar incluso los niveles de  respiración de la manada. La profundidad y los resultados de sus pesquisas le habilitan para conocer, mejor que nadie, la distancia aproximada de esa la hora nona cada vez más inminente, o el estadio de la avanzada fase crepuscular de su valedor, así como la imposibilidad de éste de restaurar los pactos quebrados por los egoísmos que anidan en la cofradía.

Con ese control omnímodo y sabiendo como todo el mundo del progreso en barrena de Teodorín y la conjura “mongomeña” de impedir una hipotética abdicación en Gabriel, Obama Nchama se está auto postulando como alternativa seria en esa alocada sucesión de desenlace incierto, buscando la ampliación de sus áreas de influencia y pasaportando a todos los cofrades con potencialidad como para eclipsar sus pretensiones. Las embestidas soportadas por el finalmente defenestrado Juan Carlos Ondo Angué de la cabina de mandos del Poder Judicial y su frustrada detención de hace tres días, excusada en las relaciones personales mantenidas con otros actores de la hermandad, explican cómo las gasta Nico Obama.

Antonio Mba Nguema, mucho antes de su fatal desenlace, comentaba, soto voce, la diabólica personalidad de ese doctor “Jekyll y mister Hyde”. A Clemente Engonga Onguene le salvó su condición de piedra angular de una dictadura construida, en gran medida, sobre sus satánicas ideas, y de ser consejero aulico del PF, durante el tiempo que le tuvo en su punto de mira.  Armengol Ondo, o el mismísimo Nguema Obiang Mangue están en su listín. Sus augures se lo tienen prometido: coronará  la cima al precio que sea, incluso sin las competencias retiradas de la gendarmería.

Asodegue2ªetapa

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