La venganza de las orillas

 

Por Zanghadji Maêt Salet

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De camino a ninguna parte, partió, tiempo hace, la canalla forma de darse aires y glorias el linaje de la jungla que antes ni fue dicha ni vista al borde del camino por donde anduviera gentío alguno merodeando la mala fama que, ya al final del recorrido, va quedándose de todo aquello que fuera la grandeza efímera de un menos venido a nada.
– Hablando en términos de un general sin formación, cultura ni estilo; salvo para dar muerte a golpes de balloneta calada y quedarse la sangre ajena y el nombre de la maldad-

II

No tuvo tiempo, sin embargo, la escoria linaje, cuando ya el despierto gentío, voluntad en mano, de revés puso, de vuelta y media, la maldad llovida para empapar un suelo ya astío de absorción repleta de todos los apellidos del nombre de la maldad alegando razones del estado privado de una familia vestida de escoria humana, cuando ya desbordada, aquí, allí, y allá, la larga pestilencia de un hacer tribal que, ahora sí, confiesa en voz propia, que: “de tanto hacer, hizo que aquí, ni patria ni honra ni gloria; sino que Mongomo se lleva la palma”. – Pues que, de ahí vino la bajeza de un miserable nombre hecho hombre para desgracia de propios y extraños proclamando el nombre de la muerte –

III

Y, ya de camino al arribo propio, llevamos al dorso de cada remar, el peso de un honor intacto jamás mancillado a orillas de ningún desaire a razón de maldad alguna superior al derecho por el pueblo albergado en causa justa de su andar erguido en casa, antes de los Padres, hoy ya propia. Y, de este erguido decir, brota el camino de un hacer, la razón que, justa e intacta, avanza gallarda presto al desafío; con el tiempo haciendo espacio y el momento abriendo puertas para un tiempo nuevo. Pues que, la tierra, es de mis Padres; y, en heredad, digo que: por ella, ando, vivo y muero, si antes anduvieron aquí las huellas de las fatigas que labraron la tierra habitada por mis Padres al abrigo de una historia que hoy es la mía por derecho otorgado de mis Padres que corona la memoria de sus raíces haciendo que pronuncie – también en voz propia – los apellidos de todas la libertades que origen dieron las luchas libradas a orillas de estos remos sujetando la firmeza de mi nombre de hijo de esta tierra.

IV

Fueron, sí; voces que cantaron dolor a orillas de un mar que, en tierra chica, “TÚDJÀ NAMDỀ SA AMBÔ, SÈ ÔSEXÌ SÈ VLA PÀGALU”. Y es que, aún guardamos como propios, recuerdos que siembran firmezas guillando un destino sin menoscabo. Sí, y digo:

Pàtútū (Mina boys), Santo Àbā, Pékos Kumbàwalā (Rey de Môlêmā), Santo Mámbā y cómo no, Desmali; y todos los también llegados después en la ola de un otro tiempo batiendo la misma orilla de sueños grandes de una travesía que guarda arena y sal embalsamando la muerte cobarde de Súmene y Simplicio que antes forjaron honra y remo a hombros de un pueblo remando desaires en busca de orillas de la propia tierra firme.

Y es que, su propia voluntad hecha autoridad de un gobernar, “como mejor nos parezca”, rezó y reza la proclamación, en tanto que antes y ayer fuera firme la decisión que echó a andar el latir de esta historia, hoy, como ayer, mañana y siempre, el vigor que aún sostiene vigente este decir, en alto conserva la decisión primera de formar pueblo en espacio propio por ellos llamado y hoy repetido “AMBÔ”. Que, en formato de “Êmbô”, sostiene la travesía de los hijos de la tierra de mis Padres.

– Aunque tengan por destino las orillas apartarse; pues es firme la voluntad y definitiva la decisión –

 

 

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