Por: Sir Lucky Dube ,CIUDADANO Y COMUNICADOR
«Ser mujer ya es una desventaja en esta sociedad siempre machista; imaginen ser mujer y ser negra. Ahora hagan un esfuerzo mayor, cierren los ojos y piensen, ser mujer, ser negra y ser comunista. ¡Vaya aberración!» – Angela Yvonne Davis –
Hace unos meses, y casi por casualidad, cayó en mis manos un libro, ¿su título? Women, Race & Class (Mujeres, Raza y Clase), en mi opinión, debería ser de lectura obligada. Después de leerlo me sentí como un completo ignorante –y en efecto, lo soy– por el tiempo que había pasado sin saber de la existencia una mujer extraordinaria. Su vida entera es un homenaje al valor, al coraje y a la lucha. Yo, en realidad, no paso por ser un gran comunista, pero ideologías aparte, Angela Davis me parece uno de los mayores ejemplos de la fortaleza del ser humano en general, y más especialmente de la mujer. Y sí, ésta vez toca hablar de Ellas.
Tanto la Carta Internacional de los DDHH, como todos los documentos relacionados a los derechos humanos, ratifican los principios de libertad, igualdad y no discriminación de las personas. Así mismo determinan que es deber de los Estados garantizar a hombres y mujeres el goce y disfrute de sus derechos sociales, civiles, políticos, económicos, culturales, etc. Sin embargo, la cruda realidad demuestra que la mujer, aún hoy, sigue siendo el sujeto pasivo de la sociedad, su trascendencia sigue en clara desventaja respecto a la del hombre, aunque hay que reconocer que en muchas sociedades, los avances en materia de igualdad de género son realmente considerables, merced a la lucha de las propias mujeres, fundamentalmente.
Lo que ocurre en casi toda África, y por ende, en Guinea Ecuatorial en tanto que país africano, es que se combinan varios factores que sitúan a la mujer –junto con los niños– en el eslabón más débil de la sociedad guineana, y por extensión africana. De esos factores destaco:
- El legado que arrastramos desde los periodos de la esclavitud, el colonialismo, los desastrosos procesos de descolonización e independencia, hasta llegar a las actuales dictaduras (a las que más de uno llama, con mucha razón, neocolonialismo).
- (Aunque me salgan detractores, que me saldrán), otro factor clave son nuestras propias culturas, religiones, costumbres y tradiciones las cuales son predominantemente androcentristas, lo que ha favorecido que, a lo largo de la historia, en el hombre haya ido calando un sentimiento de incuestionable superioridad.
- Luego está la pobreza material, la que priva a la gente de tener niveles mínimos de sanidad, educación, trabajo, alimentación, agua potable… el desarrollo material mínimo, que favorezca o que permita desarrollar capacidades físicas, mentales, intelectuales, culturales, etc. La misma pobreza material producida, en gran medida, por el saqueo y abuso de los dictadores respectivos de cada país en connivencia con el FMI, Banco Mundial, grandes multinacionales y gobiernos occidentales.
- La pobreza material, a su vez, está relacionada con la pobreza no material. Tiene que ver con la educación que deberían proporcionar familia y sociedad, y también con la educación en términos de escolarización. En África tenemos las mayores tasas de fracaso escolar y analfabetismo. En muchas zonas de África, muchas menores, en su mayoría niñas, no han pisado nunca un aula de clase. El analfabetismo femenino es uno de los grandes dramas que éste tipo de pobreza genera en África. En septiembre de 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, conocida como UNESCO publicó unos datos en los que afirmaba que unos 781 millones de adultos en el mundo son analfabetos, de los cuales el 64% son mujeres y niñas, es decir, unos 500 millones. Por otro lado, del total de adultos analfabetos, 126 millones son jóvenes de entre 15 y 24 años, de ellos cerca de 77 millones, o sea el 62% son chicas. África Subsahariana es la zona más afectada del planeta.
La confluencia de todas estas causas ha negado a la mujer guineana y africana un mayor desarrollo, y han permitido que su papel siga relegado a tareas hogareñas en la inmensa mayoría de los casos. Para rebatir esto último, en Guinea Ecuatorial solemos argumentar que en los últimos años, se puede ver cada vez más mujeres en las oficinas, en el gobierno y cosas por el estilo. No digo que esto sea del todo falso, pero muchas veces caemos en el inconsciente (o conscientemente inconsciente) error de pensar que el ‘progreso’ de Guinea debe limitarse a las ciudades de Malabo, Bata y, si acaso, Mongomo. Olvidamos que la mayor parte de nuestros habitantes vive en las zonas interiores del país, como demuestran los datos del PNUD, según los cuales la mayoría de la población de Guinea Ecuatorial (61,2%) vive en áreas rurales, mientras que sólo el 38,8% reside en zonas urbanas. En Nkimi, en Ayaa Elon, en Ruiché, en Bantabaré, en San Antonio de Palé, en los Elobeyes… por decirlo de alguna forma, en las zonas menos ‘famosas’ del país también hay personas, hay guineanos y sobretodo hay mujeres a las que del poco progreso que pudiera favorecer a las mujeres, a ellas les llega poco o nada. En éste sentido, la combinación de los factores a los antes hice mención, durante mucho tiempo ha mantenido a la mujer guineana bajo un sistema androcentrista, patriarcal y dominante sometiéndola a la voluntad de los padres primero, y al marido después; y reduciendo las competencias de la mujer al ámbito del hogar, en las facetas hija, esposa y madre.
En el marco de la dictadura de Teodoro Obiang, las mujeres también han sido víctimas silenciosas y han sufrido, en última instancia, los daños colaterales derivados de torturas, encarcelamientos y asesinatos de hijos, padres, hermanos y esposos. Me viene a la memoria el caso de un militante del PP secuestrado de su exilio en Douala (Camerún), aproximadamente en el año 2000. Lo trasladaron a Malabo y a los pocos días fue asesinado y su cuerpo fue arrojado en el Puente Cope. Respondía al nombre de Manuel Ndong y dejó en vida una viuda e hijos (no recuerdo cuántos hijos). La vida de esta familia cambió radicalmente a peor… Por desgracia sólo fue un caso más de tantos, pero alteró drásticamente el devenir de una familia.
En las postrimerías de la dictadura de Macías, y en los albores del régimen de Obiang, una práctica habitual era asesinar a personas no afines al régimen, pero también a sus hijos primogénitos, cuando éstos eran varones. Imaginen lo que supone para una familia perder, a la vez, al cabeza de familia y a los hijos mayores en un país donde no hay subvenciones, ni pensiones por viudedad, ni amparo de ningún tipo. Estas prácticas provocaron que muchas mujeres se convirtieran forzosamente en viudas y madres solteras. Algunas de ellas tuvieron que casarse, tradición mediante, con hermanos o primos de sus fallecidos esposos, con los dramas y secuelas familiares que ello conlleva. Otras tuvieron que huir del país con los hijos a cuestas, por miedo a más represalias por parte del régimen, por miedo a la marginación social, o por miedo a los abusos que solían sufrir las mujeres viudas. Las que no pudieron o no tuvieron que salir del país, tuvieron que aprender a vivir con el dolor de ver partir a algunos de sus hijos hacia exilios indefinidos, principalmente a países vecinos como Gabón y Camerún. La dictadura es, con toda certeza, una de las causas profundas de que muchas mujeres hayan tenido que hacer auténticos milagros para sacar adelante a sus hijos, vendiendo alimentos y productos básicos que muchas veces tenían que ir a buscar fuera del país, arriesgando la vida; laborando de criadas en condiciones inhumanas; labrando fincas o trabajando de lo que pudieran, partiendo de las peores condiciones posibles a nivel de derechos sociales y económicos. El mercado central (Los Ángeles), el de Campo Yaunde (New Building) o el mercado público, en Malabo y el mercado Mondoasi en Bata, los puestos de Asamsé y otros tantos sitios que seguramente tenemos en la memoria, son lugares que han sido testigos mudos de la vida y el trabajo de mujeres que, a causa de éstas dictaduras, padecieron verdaderos dramas; mujeres que fueron víctimas silenciosas de unos déspotas que eligieron la represión y la crueldad contra los ciudadanos, sin medir el alcance del daño que estaban causando. Ellas también son historia de Guinea, y llegado el momento, habrá que reconocerlas como las auténticas heroínas que son.
En lo referente a los aportes de la mujer, es de justicia decir que las mujeres han aportado decisivamente en la consecución de libertades y derechos democráticos de sus países, a la vez que luchaban para ver reconocidas sus capacidades en el ámbito público de la sociedad. En ese sentido, el derecho a sufragio, la píldora anticonceptiva, el ingreso en el mercado laboral o el acceso a educación superior son algunos de los grandes logros de las mujeres y para todas las mujeres, en muchas partes del mundo. Durante la 2ª Guerra Mundial, por ejemplo, mientras los hombres batallaban en el frente, muchas mujeres fueron el sostén de la economía de sus países y familias, laborando en varios sectores industriales. Al terminar la guerra, Europa estaba destrozada y las economías requerían de mucha mano de obra; las mujeres se habían vuelto bastante competitivas laboralmente y eso provocó muchos recelos machistas, pero acabaron por imponerse las ganas de las mujeres por trabajar, aportar o ser reconocidas, y con ello avanzar en el terreno de la igualdad.
Entre 1983 y 1987, la actual Burkina Faso –entonces Alto Volta– vivió la mayor revolución democrática, económica y social de su historia. Durante éste periodo, y con unas políticas sin precedentes en África, el desarrollo de las mujeres se convirtió en una de las señas de identidad del gobierno liderado por Thomas Sankara. El líder africano, también conocido como El Ché Guevara Negro, entendió que la mujer y el hombre de Burkina Faso eran ambos víctimas de la opresión, y que libraban la misma batalla, por lo tanto, la revolución de su país estaba ligada forzosamente a la liberación de la mujer. En un célebre discurso, en octubre de 1983 dijo: “La emancipación de las mujeres no es un acto de caridad o un arranque de humanismo. Es un requisito fundamental para el triunfo de la revolución”… En un país donde el 52% de la población eran mujeres, Sankara consideró que desarrollar y liberar a las mujeres pasaba indefectiblemente por delegar en ellas unas responsabilidades, vincularlas con las actividades productivas del país e involucrarlas en los retos que aguardaban al pueblo. En éste sentido, mujeres como Denise Belemsaga, Odette Bila, Rita Sawadogo o Josephine Ouedraogo (actual ministra de Justicia de Burkina Faso) entre otras, llegaron a estar al frente delegaciones de gobierno, direcciones territoriales y ministerios como Economía y Presupuestos, Deportes o Desarrollo femenino. Las mujeres Burkinabés fueron clave en la lucha de su país contra el SIDA y su gobierno fue el primero en reconocer públicamente que esa enfermedad era una gran amenaza para África. La administración Sankara también suprimió la ablación o mutilación genital de las mujeres; condenó el matrimonio forzado y la poligamia; alentó a las mujeres a trabajar fuera de casa y a quedarse en la escuela, aún cuando estuvieran embarazadas; reclutó activamente a mujeres en el ejército; promovió la planificación familiar y alentó a los maridos a experimentar por sí mismos algunas de las condiciones que padecían las mujeres.
Mucho más cercano en el tiempo, en los prolegómenos de la primavera árabe, las mujeres también iniciaron huelgas en las fábricas textiles de la ciudad egipcia de Mahalla. Tres mil obreras detuvieron la producción y abandonaron su puesto de trabajo para irse a la huelga al grito de: «¿Dónde están los hombres? ¡Aquí estamos las mujeres!»… arrastraron a los hombres a la huelga para protestar contra la bajada de salarios, hasta lograr sus objetivos.
Mi objetivo en éste artículo es intentar, desde la más absoluta modestia, concienciar a mis hermanas, madres, esposas, hijas o paisanas; quiero convencerlas de que otra forma de convivir es posible y que vale la pena luchar por ello; quiero que la mujer guineana desarrolle una nueva mentalidad, que entiendan que su papel es estar al lado del hombre –y no detrás–. Quiero comprendan que ellas, al igual que los hombres, también tienen el derecho a tomar parte en las decisiones que afectan al destino de Guinea Ecuatorial, que sientan partícipes, que se sepan protagonistas… Conseguir esa mentalidad regenerada en las mujeres guineanas es, sin duda alguna, uno de los principales desafíos que tenemos como pueblo, pero también lo es, la transformación de las actitudes del hombre respecto de la mujer. “La condición social de la mujer es una medida del grado de progreso de cualquier sociedad” – Karl Marx –
No obstante, conviene tener una comprensión lógica del problema de la emancipación de la mujer. La liberalización de la mujer no debe confundirse con una igualdad mecánica entre el hombre y la mujer, es decir, que las mujeres para equipararse socialmente a los hombres, no deben adquirir hábitos ‘criticables’ reconocidos al hombre. Sin embargo, en Guinea Ecuatorial hay muchas mujeres creen que su estatus en la sociedad ha mejorado porque pueden beber, fumar o llevar pantalones, lamento decirles que eso no es emancipación.
Podría pasarme todo el artículo señalando las virtudes de las mujeres y los derechos que ciertamente merecen conseguir. Pero también considero productivo mencionar algunos de los errores/desaciertos que, a mi juicio, la mujer guineo-ecuatoriana ha ido desarrollando en su conducta, sobre todo en los últimos años…
- Actualmente en Guinea Ecuatorial, tenemos mujeres que eligen ser la segunda, la tercera o la cuarta esposa de un ‘pez gordo’ del país, no por tradición, sino por puro conformismo; por no querer esforzarse en estudiar o trabajar; por querer tener la casa, el coche o el dinero mediante la ley del mínimo esfuerzo. Para ellas conseguir un marido de cierta posición social es dar el ‘braguetazo’ de su vida. Que a mí, personalmente, no me importa especialmente que se casen con fulano o mengano, ni si son la tercera o la quinta esposa. Lo preocupante del tema es ver las cosas que algunas están dispuestas a llegar a hacer para conseguir el objetivo de cazar o de mantener a la presa… hay quien viaja a Benín, Ghana o Nigeria a practicar no sé qué artes oscuras, visitando curanderos y chamanes que les ayuden cumplir los objetivos. Incluso hay madres, hermanas o amigas que incitan y secundan ésta forma de proceder. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos los maridos les siguen maltratando física y psicológicamente. Venden su dignidad, su independencia y su libertad a cambio de algo que a medio y largo plazo, no les compensa para nada, porque al final, la mayoría suele acabar en la calle buscando consuelo en otros hombres y en el alcohol.
- Otro tema alarmante, también vinculado al anterior, son los niveles de promiscuidad sexual al que se está llegando en Guinea Ecuatorial. ¿Cómo es posible que adolescentes a la edad de 15, 17, incluso 20 años, ya hayan mantenido relaciones sexuales con más de diez o quince personas distintas, entre ellos dinosaurios de 60 y 70 años largos? Y lo que es peor ¿Dónde están y qué hacen los padres? Prometo que, en ningún caso estoy exagerando los datos; es más, hace poco lleve a cabo un pequeño experimento sociológico, preguntando a más de 30 chicas (que ya sé que no son una muestra representativa de todas las guineanas), pero sumado a lo que se percibe en las calles de Malabo o Bata y hablando con más jóvenes guineanos (chicos y chicas), uno se da cuenta del consenso social que tiene la promiscuidad sexual en los adolescentes de nuestro país, alcanzando categoría de normal.
Lo terrorífico de todo esto, son las consecuencias que traen consigo todas éstas actitudes, como son la degradación y/o estigmatización social que sufren las mujeres con fama de promiscuas; la proliferación de enfermedades de transmisión sexual; los embarazos no deseados; abortos no controlados o mal realizados; los hijos que nacen y luego creen sin ser reconocidos por sus padres; aparecen los hogares desestructurados; se obstruye la progresión académica de las propias adolescentes embarazadas, generando analfabetismo femenino; al tener más bocas que alimentar, aumentan los gastos y los ingresos se mantienen o se reducen, y generamos más pobreza de la que ya tenemos… En fin, en un artículo bajo el título ‘De Obiang Nguema a Nguema Obiang pasando por Guinea’ ya señalé que una de las causas profundas de que tengamos una sociedad tan podrida es la crisis de valores en que vivimos, cuyo origen se resume en la Educación, o más bien en la falta de ella. En el mismo artículo, y para mejorar nuestra sociedad, señalé como una de las claves el papel de la familia. Padres, madres, tutores o quien sea que desempeñe el rol de tutor deben inculcar a los menores ciertos valores y principios mientras están en las etapas de crecimiento y maduración, porque de esa educación, dependerá en gran medida la incursión de los chavales en la sociedad.
Quede claro que, de ninguna manera, pretendo responsabilizar a las mujeres de todos estos problemas, en exclusividad. En honor a la verdad, hay que decir que los hombres también somos parte del problema, somos también generadores de la promiscuidad sexual y otros tantos problemas que afectan a la mujer en nuestro país. Sin embargo, la emancipación, igual que la libertad, no se otorga, más bien se conquista, con lucha, con protesta y con actitudes ejemplares y ejemplarizantes, tanto para la propia mujer, como para el hombre. Insisto, no es responsabilidad única de las mujeres, pero es competencia suya –de las mujeres– impulsar sus reivindicaciones y movilizarse para conquistar el lugar que, por derecho, les corresponde en la sociedad, les ataña a las propias mujeres tomar la delantera y protagonizar acciones encaminadas a alcanzar una mayor emancipación.
Al principio del artículo, se puede leer la cita de una activista afroamericana. Sinceramente no soy un experto en su obra, ni en su historia, como dije al principio, supe de ella hace unos meses, y me causó un impacto tan positivo que comencé a interesarme sobre ella como referente de la lucha por la justicia. Angela Y. Davis es una activista, política y profesora afroamericana. En 1944, nació en Alabama, en pleno apogeo de la segregación racial en los Estados Unidos. Tras cursar estudios de francés y Filosofía en Massachusetts y Frankfurt, trabajó como Catedrática de Estudios de Etnia y Mujer en la Universidad Estatal de San Francisco, y fue también catedrática de Filosofía en la Universidad de California, donde la despidieron por unirse a los ‘Black Panthers’ y al Partido Comunista. El FBI de John Edgar Hoover la declaró como una de las ‘criminales más buscadas’. Sufrió dos meses de cárcel, y luego fue absuelta gracias a que su caso alcanzó una gran repercusión mediática. A principios de los ‘años 80’ se presentó a las presidenciales estadounidenses como vicepresidenta del candidato comunista Gus Hall. Premio Lenin de la Paz por la extinta Unión Soviética; y premio Thomas Merton por luchar por la justicia en Estados Unidos y en el mundo. Actualmente es profesora de filosofía en la Universidad de California en Santa Cruz… Se trata de una mujer negra que se enfrentó al sistema establecido. El ser mujer y el ser negra le vino por nacimiento, pero es que además, eligió ser comunista en una época –los años ’60 y ‘70– y en un país –Estados Unidos– donde el comunismo, más que una ideología política, social o económica, era prácticamente considerado como terrorismo contra el estado. Según ella, “la obligación del individuo es revelarse contra el sistema”… y un rapero con ascendencia guineana conocido como ‘El Chojín’ dijo de ella que “Es una verdadera maestra porque sabe enseñar y porque tiene cosas que enseñar, y que su obra muestra hasta qué punto creer en lo justo e ir a por ello es necesario”.
Menciono a Angela Davis porque su historia me pareció ejemplar e inspiradora. Pero, en África también tenemos mujeres, todavía vivas, que alcanzaron reconocimiento por su entrega, su dedicación y su lucha por causas en las que creyeron. Es el caso de Winnie Madikizela, incansable luchadora y uno de los nombres propios de lucha anti-apartheid en Sudáfrica en los años ‘60, ‘70 y ‘80. Fue la segunda esposa de fallecido líder africano Nelson Mandela. En Kenia tenemos a Wangari Maathai; Premio Nobel de la Paz en 2004. Directora de la organización ambientalista Movimiento Cinturón Verde, que ha buscado darle mayores derechos a la mujer, mejorar el medio ambiente y luchar por la democracia y contra la corrupción en África desde hace 30 años. Ellen Johnson Sirleaf, desde 2006 ostenta el cargo de presidenta de Liberia, siendo la primera mujer africana elegida democráticamente para presidir su país. Fue Premio Nobel de la Paz en 2011, destaca por su defensa de los derechos de las mujeres y participación en tareas de pacificación. Leymah Roberta Gbowee, que también fue Premio Nobel de la Paz en 2011, es otra activista liberiana conocida por haber organizado el movimiento pacifista que logró poner fin a la segunda guerra civil en Liberia en 2003, lo que posibilitó la elección democrática de Ellen Johnson Sirleaf. En Yemen, país bicontinental (situado en Oriente Próximo y en África), encontramos a Tawakkul Karman, política y activista pro derechos humanos que lidera el grupo de Mujeres Periodistas Sin Cadenas, creado en 2005. Igual que las dos anteriores, fue Premio Nobel de la Paz en 2011.
No quisiera terminar este artículo, sin antes dejar un mensaje de concienciación al pueblo de Guinea Ecuatorial en general, pero especialmente a los hombres. ¡Queridos hermanos! Si es verdad que todos queremos una Guinea Ecuatorial mejor de la que tenemos hoy; si queremos un país donde el principal valor sea la vida del ser humano y su libertad; un país construido sobre el principio de que todos las personas sean iguales, por lo menos, ante la ley; si queremos un país reconciliado, que mire hacia el futuro sin cuentas que ajustar con su pasado; si queremos un país del que sentirnos orgullosos, todos debemos levantarnos y trabajar. Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos. Hay que decir basta y pelear, cada uno como pueda y desde donde pueda, pero pelear… por la libertad, la justicia y por sentido de la responsabilidad, no podemos legar a nuestros un país tan corrompido. Pero insisto, es tarea de todos los guineanos; y todos quiere decir TODOS. Tenemos que tener la suficiente apertura mental para entender que la mujer sufre doblemente todas las lacras de la dictadura; por un lado, comparte los mismos sufrimientos que los hombres, y luego se ve sometida a otros sufrimientos por parte del hombre. Seguramente, habrá quién interprete está reflexión como un ataque frontal a las tradiciones del hombre africano o algo por el estilo, pero nada más lejos de la realidad, yo de lo que hablo es de avanzar como sociedad, de crecer como nación. Y si todavía no lo ven claro, si todavía les queda alguna duda, háganse la siguiente pregunta ¿Sería posible acaso acabar con la dictadura que nos oprime mientras se mantiene explotadas a las mujeres, quienes constituyen de la mitad de nuestra sociedad? Creo que la respuesta es bastante obvia, y una mentira repetida muchas veces, puede acabar pareciéndose a la verdad, pero sólo pareciéndose. Nos guste o no, la realidad es que nuestras posibilidades de éxito en la tarea de cambiar Guinea Ecuatorial pasan, indefectiblemente, por contar con las mujeres de nuestro país. Hay que contar con las mujeres, porque ELLAS SON LA OTRA MITAD DEL CIELO.
From somewhere in South Africa
Sir Lucky Dube
¡One Love!
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