A orillas de los mansos lagos,
los helechos reverdecen aún su verdor,
pujando sus alientos
al compás del suave viento;
esparciendo las semillas
y aromas, a cambio de vacío.
En este ficticio fáctico,
patria barnizada;
aferrada solo a lo físico;
no puedo descansar,
ni soñar, en mi almohada.
Esta oscura luz de lámpara y rayo,
desquiciando a las flores;
con lluvia siempre aspiro, se florezcan;
aun estando el bajel naufragado,
donde al corazón ya nada le atañe.
No conmigo se apaga el cantar,
ni conmigo la aurora;
tan solo quiero mis huellas cultivar,
para la generación venidera.
Francisco BALLOVERA ESTRADA.