Por José Eugenio Nsue
Uno de los peores hábitos incorregibles de los seres humanos, es reconocer la valía de los demás cuando ya no están entre nosotros y organizar a título póstumo una serie de homenajes y reconocimientos en forma de condecoraciones; hasta los hay que esperan a que se mueran familiares para hacerles monumentos mientras que cuando se enfermaban y agonizaban faltos de todo tipo de atenciones, medios para salir a tratarse en el extranjero ya que en el país es imposible, no iban ni si quiera a visitarles, reconciliarse, expresarles su agradecimiento o reconocimiento o para echarles una mano; una vez fallecidos, es entonces cuando mandan féretros millonarios, caravanas de coches fúnebres, camiones de viandas y bebidas, y en las capillas ardientes es cuando se muestran consternados y afectados.
No es mi caso. Desde que soy consciente de esa actitud anómala e incomprensible, he procurado mostrar a todos mis seres carísimos y admirados lo que siento por ellos y expresárselo en vida; no obstante, el hecho de estar lejos de la tierra que me vio nacer y como consecuencia de esa lejanía, muy a pesar mío, he perdido el contacto con mucha gente admirada de la que estoy y estaré eternamente agradecido, y cuya muerte, además de conmocionarme, me entristece aún más porque albergaba una remota esperanza de encontrarles con vida y poder abrazarlos o dedicarles palabras de gratitud y reconocimiento. La lista no para de crecer; el último ha sido el Maestro, don Atanasio EDU ONDO, fallecido en la mañana de domingo, 13 de octubre en Bata.
Si Sevilla de Niefang tiene fama de un distrito de estudiosos, preparados, cultos o intelectuales desde sus comienzos, había sido originariamente por la presencia de los Misioneros Claretianos en la zona, que implantaron e hicieron como el eje de su apostolado (evangelización) la construcción de colegios, internados a través de los cuales se formaban a todos los jóvenes de todos los rincones de la colonia española. Gracias a esa presencia misionera de los claretianos, los hijos e hijas de Sevilla de Niefang aprovecharon para estudiar, aprender, civilizarse hasta llegar a tener unos de los mejores maestros de escuela incomparables que han agrandado aún más la leyenda de distrito de intelectuales. Niefang ha contado siempre (con el régimen imperante, es harina de otro costal) con maestros que han dejado huella en muchas generaciones; muchos de ellos oriundos y otros adoptivos: don Ángel EKONG, don Enrique NKUNA, don Bonifacio OBIANG EFONG, don Patricio MECO, don Luis RONDO MAGUGA, doña Cristina DJOMBE, don Estanislao KUBA, don Agapito ENVO, don Primo José ESONO MIKÁ, don Carlos ASÚ, don Agapito EDJANG NVONO, don Vicente MBÚ, don Pedro Nolasco NKULU, doña Anita BINDANG OBIANG, doña Javiera AFOG SANGO…, maestros que además de dedicarse en cuerpo y alma a la preparación y formación de los niños del distrito y residentes con su saber, fueron también con sus ejemplos de vida auténticos referentes y autoridades éticos y morales en la sociedad llegando, algunos, a ocupar cargos en la administración colonial, autonómica y hasta en el primer gobierno de la independencia.
Hablar del otro insigne, preclaro e ilustre hijo de Sevilla de Niefang, maestro vocacional, un hombre discreto, moderado, profundamente católico, sabio, éticamente intachable, excelente esposo y padre, nada ambicioso ni ostentoso, como el que nos acaba de dejar y hoy será enterrado, don Atanasio EDU ONDO; no resulta fácil porque curiosamente me quedo falto, parco de palabras. No sé cómo hacerlo, si con una elegía, cosa que me niego porque no quiero lamentar su muerte ya que, para mí, don Atanasio no ha muerto, los buenos, las personas de bien, nunca mueren; ¿con un ditirambo?, tampoco; lo que se puede decir de don Atanasio ni es excesivo, ni adulación, ni exagerado. ¿Hacerle un panegírico?, quizás sí, aunque me hubiera preferido una laudatio, pero al no poderle dedicar o expresar mi gratitud presencialmente por todo lo que hicieron por mí él y su santa esposa en mis primeros años de escolarización en el colegio Luis Rondo MAGUGA y todo lo que ha hecho a decenas de generaciones para que nuestro distrito siguiera contando con jóvenes preparados humana e intelectualmente, por razones obvias.
Don Atanasio junto con su señora esposa, doña Javiera AFOG SANGO, maestra también, demostraron cuando el régimen sanguinario de Macías Nguema Biyogo empezaba a sacar las garras y las fauces para destripar y devorar sin piedad a los guineanos en los años 70 y los pocos que quedaban con vida pasaban al bando de los sanguinarios para continuar con los actos execrables y Niefang pasó a ser la cuna de los criminales, el distrito con más chivatos, traidores y asesinos de toda Guinea, de que seguía habiendo gente con escrúpulos y entera; no se cambiaron, no se alistaron al bando ganador y no traicionaron ni a su ideario humanista – cristiano, ni a sus principios; no buscaron cargos, honores, ni reconocimientos. Siguieron siendo unos referentes y un ejemplo de matrimonio que se quería, unos padres modélicos y unas personas íntegras.
Don Atanasio ha vivido sin hacer ruido, sin ostentación y sin incomodar; no le han importado ni la fama, ni la ambición, ni los cargos, ni la acumulación de riquezas mal ganada; su única preocupación en toda su vida fue formar a los jóvenes y a sus hijos.
Niefang ha vuelto a perder a uno de sus hijos destacados, merecedores de al menos un nombre de una calle, escuela, instituto o biblioteca, si no un monumento o una estatua dedicados por haber hecho y dado tanto al distrito, pero son los grandes olvidados desde que están al frente y ocupan cargos en nombre del distrito elementos que ni tienen la mitad de la catadura moral que ellos, ni han aportado ni hecho por Niefang la décima parte de lo que aportaron e hicieron con humildad.
Maestro; al igual que todos los que te precedieron en este viaje inevitable y sin retorno, los verdaderos hijos de este distrito, no os olvidaremos nunca, siempre estaréis en nuestra memoria y cuando se presente la ocasión, tendréis el reconocimiento y el homenaje merecidos por todo lo que habéis dado a nuestro distrito.
Ve con Dios y descansa en paz.
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?