Exilio

Por Francisco Javier Elá Abeme

Si de algo nos va a servir este largo exilio a los guineanos es que, probablemente, hemos ido descubriendo a los pequeños Nguema, que se encuentran incrustados entre nosotros.

-Según esto, ya nadie volverá a tener la oportunidad de criar a un pequeño monstruo. Esos hombrecitos que le llevan a los Pueblos a caer en hoyos abiertos.

El interminable exilio ha ido laminando nuestra ingenuidad, al tiempo que permitía aflorar a los charlatanes de feria, quienes​, rodeados de hombres buenos, hombres de valía, vendían, más tarde, crecepelos al Pueblo confiado. Sólo tienes que ver cómo pierden los papeles…

¡Qué pena de que el Pueblo no le detectara a Macías a tiempo. Mira que ya apuntaba maneras!

Y yo, como la tortuga, aviso: a mis piezas las cazo por debajo de la cola. O sea, cuando llegue el momento, toda aquella pieza que tenga el orificio de la bala por debajo de la cola es mía. Así evitaremos disputas.

Por eso me reitero: lo de París es muy serio. Los compañeros que se han desplazado a la capital francesa, para representar a la parte civil, o sea, el Pueblo guineano, merecen todos los honores y respeto.

Creo que le tienen bien agarrada a la tiranía y la están asfixiando. Como lo dije el otro día, no nos quedemos con el eclectoma, la primera plana, Teodorín. El acusado, en realidad, son sus padres y todos los que forman –de cerca o de lejos– la corte mafiosa.

Será imposible que nuestro Pueblo no haga esa lectura. Una buena mano paterna o materna hubiera evitado que el chico hiciera las cosas que hizo. Alguien le dio al bebé a jugar con la hojilla de afeitar…

Y en cuanto a los testigos propuestos por las partes es que no hay color. Una vez más se hace realidad el dicho de que, «en justicia, se le coge antes a un mentiroso que a un cojo».

Si el fallo de este juicio no le lleva a Obiang a una profunda reflexión, entonces habrá sacrificado al hijo miserablemente.

 

 

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