Por Andrés Esono Ondo
Cuando Obiang dio el golpe de Estado en agosto de 1979, nadie pensó que permanecería, ni siquiera, cinco años en el poder. Todo el mundo, a excepción del propio Jefe de la asonada militar quizá, creía que la llegada de este al palacio presidencial era solo un paso hacia la añorada transición política a la democracia, truncada pocos meses después de la independencia en 1968.
A pesar de haber sido el propio Obiang el jefe del Ejército del régimen que acababa de sucumbir, había razones para el optimismo. Para empezar,ahí estaban las primeras decisiones del entonces teniente coronel: Obiang decretó una amnistía general mediante la cual fueron liberados todos los presos políticos y podían regresar a Guinea todos aquellos que se habían visto forzados a dejar su país por la durísima represión del régimen recién derrocado. En su primera rueda de prensa, Obiang, además de manifestar que las relaciones con España ocuparían un lugar “preferente” en la política exterior del nuevo Gobierno, declaró que había dado el golpe de Estado no por ambición de poder, sino para liberar a su pueblo, por lo que invitaba a los exiliados políticos a retornar al país con el fin de participar en el juego político democrático. Obiang aseguró que iba a celebrar elecciones libres tras las cuales entregaría el poder a los civiles y él mismo regresaría a los cuarteles.
Por otra parte, el pueblo de Guinea Ecuatorial albergaba grandes esperanzas en la oposición exiliada, especialmente en la Alianza Nacional para la Restauración Democrática (ANRD), conocida clandestinamente en la época de Macías como “Alianza”. Su figura conocida, y considerada casi como un mesías, era Andrés Moisés Mba Ada, del que muchos decían que sería el próximo presidente de la República. El optimismo de los guineanos por un inminente cambio democrático se sustentaba, por otra parte, en el hecho de que los cambios políticos en nuestro país nunca fueron tortuosos como en el resto del continente africano: Guinea Ecuatorial es un país pequeño y obtuvo su independencia de España sin que se hubiera efectuado ni un solo disparo, y de la manera más civilizada. Si fue tan pacífico eltraspaso del poder del colono blanco al autóctono negro, ¿por qué no iba a ser, aún, más fácil tratándose de una “operación” política entre hermanos?
Cuando Obiang toma el poder, es un político dubitativo y aparentemente inseguro, debido a las circunstancias del momento. Es consciente de que, pese a las aclamaciones del pueblo, este espera de él un paso más, un gesto de buena voluntad consistente en entregar el poder a los civiles. Por eso Obiang no desaprovecha ningún discurso para recordar que va a celebrar elecciones. En la Plaza del Reloj, en Bata, con ocasión del segundo aniversario del golpe, el 3 de agosto de 1981, insiste en “que vengan los partidos políticos; vamos a celebrar elecciones democráticas y entregaré el poder al ganador de las mismas. Sin embargo, advierto al pueblo de que si vuelve a elegir a un presidente como Macías, volveré a intervenir con el Ejército”. Durante esos dos años, no me consta que hubiese regresado a Guinea partido político alguno, ni se hubiera intentado legalizar ninguno o crear uno nuevo.
Andrés Moisés Mba Ada volvió a Guinea, sí, pero no como opositor político, sino como hombre de negocios. De ANRD, los guineanos del interior no teníamos noticia alguna. La oposición exilada pedía, al parecer, “garantías” de que nada malo les pasaría a sus dirigentes una vez vueltos al país. La soledad de Mba Ada en Malabo y su condición de hombre con muchos recursos, tenían sus riesgos ya que, por una parte, se encontraba sin ningún soporte político y, por otra, los bienes que tenía (mercancías, vehículos nuevos, etc.), procedentes de España, le hacían acreedor de los recelos del régimen. Así, fue acusado de un supuesto intento de golpe de Estado, un oscuro caso por el que resultó sentenciado a muerte un oficial de las fuerzas armadas tras un juicio militar sumarísimo. ¿OwonoMituy se llamaba? Ya no me acuerdo.
Fue tiempo suficiente para que Obiang empezase a afianzar, plácida y pacientemente, su poder omnímodo, sin la presencia de un partido político que pudiera incomodarle ni, mucho menos, ejercer una tímida presión sobre el nuevo régimen. Tres años estuvo Obiang preparando los mimbres para poner fin al Gobierno del Consejo Militar Supremo y sustituirlo con el mal llamado “Gobierno Constitucional”, nombrado tras la aprobación, en un fraudulento referéndum, de la Carta de Akonibeen agosto de 1982.
Creo que con la presencia de un partido político y dirigentes convencidos y firmes en sus pretensiones de establecer la democracia en el país, Obiang no habría actuado con tanto antojo como actuó, hasta afianzar una de las peores dictaduras de África. Desapareció ANRD, antes y después de su desaparición, se crearon muchos partidos políticos más, en el interior del país y en el exilio. Pero la dictadura ya había echado raíces.
Uno de los males endémicos de la oposición nacida en el transcurso de la dictadura, y del que el régimen dictatorial saca buena tajada, es que la pretendida lucha por desbancar democráticamente al dictador, nunca fue la prioridad de los líderes de los partidos, ni de los individuos solitarios que dicen luchar por la democracia en nuestro país. La prioridad ha sido, siempre, ocupar la “pole position” de la carrera para suceder a Obiang cuando este caiga, lo que explica que se pierdan más energías en las luchas intestinas que en hacer un frente común contra la dictadura. Por eso estamos en una permanente y encarnizada lucha entre nosotros mismos, y ya no sorprende la cantidad de personas que, escudándose en el anonimato, dedican horas y horas a denigrar, por las redes sociales, con comentarios, vídeos y audios perversos, a otros partidos políticos y a otros opositores, muchos de los cuales sufren, a diario y en carne propia, las embestidas del régimen.
Con este panorama, no es de extrañar que un hombre que llegó dubitativo al poder en 1979, y por cuya permanencia en la poltrona nadie apostaba un céntimo, haya afianzado su poder hasta el extremo de fundar una “dinastía” republicana que está a punto de conocer su primera sucesión.Creo que, en Guinea Ecuatorial, deben existir partidos fuertes y comprometidos con la democracia, capaces de generar acontecimientos políticos o jugar un papel decisivo ante cualquier cambio que pueda tener lugar en el país.
Fuente Asodegue2ªetapa