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Malabo encarga un documental para reescribir la historia nacional



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Pocos días después de que las autoridades francesas precintaran el edificio del 42 Avenue Foch en París, antigua propiedad de Teodoro Nguema Obiang Mangue y escenario de uno de los escándalos de corrupción más sonados del régimen, el clan Obiang ha vuelto a presentar una demanda contra Francia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Este jueves, la noticia fue publicada por Le Figaro confirmando que Malabo ha decidido reabrir el expediente judicial sobre el inmueble que ya fue objeto de una sentencia definitiva en 2020.
La acción jurídica, anunciada como “una nueva querella” por parte de Guinea Ecuatorial, parece más un gesto de orgullo herido que una estrategia legal seria. El régimen ya fue derrotado en esa misma corte hace casi cinco años, cuando la CIJ falló que el edificio no cumplía con las condiciones para ser considerado local diplomático según la Convención de Viena. La sentencia permitió a Francia mantener la incautación del inmueble como parte del caso de los “bienes mal adquiridos”.
«Cuando se pierde en derecho, se insiste en el teatro«, ha dicho Juan Carlos Ondo, presidente de NEXOS-GE
Desde esta página ya habíamos documentado cómo el edificio fue finalmente desalojado y clausurado, sin banderas, sin funcionarios y con un candado visible como símbolo del final de la farsa. El régimen, que había presentado el inmueble como embajada a posteriori de su incautación, se resistió durante años a aceptar la realidad jurídica. El reciente desalojo fue un golpe visual y político: quedó claro que Francia no reconoce ninguna actividad oficial guineoecuatoriana en ese inmueble.
» Es una demanda que no busca justicia, sino propaganda«
Ahora, en lugar de asumir la derrota, Malabo vuelve a recurrir a La Haya, como si el derecho internacional fuera un mercado donde se puede reclamar infinitamente hasta lograr un resultado conveniente.
Todo indica que esta nueva acción ante la CIJ no tiene fundamento legal sólido, sino un objetivo interno: intentar convertir la derrota en narrativa de victimismo, presentando al clan Obiang que, no es Guinea Ecuatorial como “perseguida” por las antiguas potencias coloniales. La estrategia ya es conocida: cuando se les cierra una puerta en Bruselas, París o Ginebra, el régimen responde con comunicados vacíos, acusaciones de racismo institucional o demandas que no prosperan.
Pero el veredicto real ya está dictado: el 42 de la Avenue Foch está cerrado, vigilado, y sin actividad diplomática alguna. Ni escudo, ni visados, ni embajador.
El intento de reabrir el caso es una pataleta judicial con fines de propaganda, y lo único que consigue es alargar el ridículo.
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