Por Fco ELÁ ABEME
Me pregunto, viendo cómo va nuestro país, cuántos ciudadanos guineanos conocen la cantidad de dinero que guarda nuestra tesorería nacional. Cuánto dinero recauda anualmente el estado guineano y cuánto dinero produce.
Esta información que, en un estado normal, está al alcance de todo ciudadano, resulta que, en Guinea, es secreto de estado. Lo que explica la opacidad que envuelve toda la actuación política de la tiranía y propicia la corrupción sistemática que gangrena la sociedad ecuatoguineana e impide su normal funcionamiento.
Esta situación tiene su origen en la concepción patrimonial del estado, que ha caracterizado a los dos monarcas de la dinastía de los Ngema. Recuerden que, cuando los golpistas llegaron a Zangayong, todo el dinero de la tesorería nacional estaba apilado en unas maletas en la residencia del depravado presidente.
El actual Nguema, no atesora el dinero nacional en unas maletas, lo reparte entre los familiares, para que cada uno lo gaste según su leal saber y entender. Lo que, con independencia de la ridícula imagen de Guinea que pasean por el mundo, impide que se conozca el dinero que tienen y en qué lo gastan.
Ante la magnitud que alcanza la corrupción en Guinea, el extremo de degradación de la gobernabilidad de la nación que conoce Guinea, cabe plantearse la pregunta de si Obiang y su estado mayor son conscientes de que su acción y gestión políticas son nefastas o simplemente actúan con la convicción de que hacen lo que hay que hacer.
Obiang nunca ha reconocido que esté haciéndolo mal o que se haya equivocado en algo. Todo lo contrario. Él está convencido de que lo hace bien y, además, es el único que lo puede hacer tan bien como lo está haciendo. Por eso ni quiere ni puede abandonar el poder. Es el hombre providencial, el que esperaba y deseaba nuestro Pueblo. Por eso Obiang es difícil de combatir. Es como combatir una herejía.
Carente de una sólida formación intelectual, Obiang no ha podido nunca formular doctrinalmente lo que es su régimen. En este sentido, no ha hecho más que dar tumbos entre Hassan, Ghadafi y Mugabe. Pero tiene su proyecto político: convertir a Guinea Ecuatorial a su imagen y semejanza. Que es como decir entre Oyala y la miseria que se respira a dos kilómetros de Oyala.
Nunca tuvo personalidad. Lo que sotera detrás de sus complejos, por eso es rencoroso y retorcido. Por eso hace equilibrio en la cuerda floja. Navega permanentemente, como aquellos barcos que iban a fondear a Roma, entre Esquila y Calibdis.
Nunca ha sabido cómo librarse de la presión que ejercen sobre él, a uno y otro lado, los dos bandos que supo crear para controlarlos, pero que ahora son los que le controlan, cebándose en su evidente decrepitud, el de su embrujadora esposa e hijo y el de su hermano y la tribu.
Ya hace tiempo que Obiang tiene su solución para Guinea, pero cometió el error de no aplicarla cuando aún podía, y ahora se encuentra con que ya no puede poner en práctica su solución, porque ya no pinta nada.
Los monstruos que creó le han desbordado. No puede ni siquiera conciliarlos para que sigan animando el cotarro. Es consciente de que el Pueblo ya no es ese niño grande, que ya no aguanta la zozobra.
Pero, a pesar de todo lo que ya he dicho, Obiang esta seguro de que ha creado una obra política imperecedera, que quiere dejar como legado a su familia, pero no hay forma de que les ponga de acuerdo. Y Obiang teme lo peor. Sabe lo que tiene que hacer. Pero, como siempre, no tiene valor. Lo malo es que el tiempo corre, por lo que ni Obiang tiene tiempo ni el Pueblo paciencia.