Por: Sir Lucky Dube
CIUDADANO Y COMUNICADOR
«No soy africano porque nací en África, sino porque África nació en mí.» —Kwame Nkrumah.
Ahí me tenéis en uno de esos días en los que te parece que el universo entero conspira en tu contra. Uno de esos días en los que, por las razones que sean, no soy capaz de imaginar ninguna luz al final de ningún túnel. Pero hoy, más que nunca, soy perfectamente consciente de que sea lo que sea lo que me pase es asunto mío, y sólo mío. Y no es de recibo venir aquí a aburrirles con mis desgracias. Lo que sucede es que mezclado con movidas personales, cargo desde hace algunas semanas con una especie de sentimiento de culpa. Y aún cuando soy consciente de que todo cuanto escribo sobre Guinea Ecuatorial está en coherencia con mis más profundas convicciones, no puedo evitar, sin embargo, la sensación de que a menudo se me olvidan las personas honradas y humildes de ese país; que alguna debe haber, aunque sean ínfima minoría. Dicho esto, no confundamos humildad y honradez con pobreza. Porque está demostrado que vivir en condiciones de absoluta pobreza no está reñido con ser un perfecto hijo de puta. Y de eso sabemos mucho los ecuatoguineanos.
El pesimismo es asunto de la razón, y el optimismo del corazón; eso, aunque con otras palabras, decía el bueno de Antonio Gramsci. Y un servidor, como les digo, llevo unas semanas con la voluntad y el propósito de escribir un artículo positivo sobre mi tierra, más movido por el corazón que por la razón… Me sucede a menudo que, cuando estoy hasta las narices y no puedo soportar más lo que ocurre en ese país tan históricamente desgraciado, trato de mirarlo a través de mi biblioteca para comprenderlo y hacer más llevadera la tristeza y la amargura que me producen tener conciencia de nuestra docilidad congénita; de nuestra forma de premiar y aplaudir la estupidez, la ignorancia y la mediocridad; o de nuestra querencia por la traición, la deslealtad y el deshonor… Lo que trato de decir es que acudo a los libros en busca de explicaciones y respuestas pero también en busca de aspirinas. De analgésicos que hagan más soportable el dolor.
Frantz Fanon ayuda a entender que quienes aún hoy detentan el poder en Guinea, y en el resto de África, no son sino tardocolonialistas –permítaseme el término– cuya mentalidad y educación colonial les convierte en continuadores de una forma de ser, de estar y de gobernar heredadas de un colonialismo del que todavía seguimos resacosos. Antonio Gramsci, con su concepto de hegemonía cultural, enseña cómo los modus vivendi y operandi de la clase dominante son asumidas e interiorizadas por las clases sometidas mediante mecanismos de alienación, adoctrinamiento e imbecilización. En Todo se desmorona, Chinua Achebe, explica –valga la redundancia– cómo se desmoronó todo, y que sólo recuperando la capacidad de gobernarnos a nosotros mismos estaremos más cerca de conseguir eso a lo que se ha convenido en llamar Democracia. Y con Issubu, la penúltima de Inongo Vi Makome, confirmamos que los hombres y mujeres de nuestra sociedad han “dimitido” de su deber de luchar y pelear por una vida mejor; y confirmamos, también, que cuando los líderes morales una sociedad se desvían del “buen camino”, no queda más que oscuridad y confusión entre los seguidores… En fin, son muchos los maestros a los que, como he dicho antes, recurro para comprender y para consolarme frente a la agónica situación en la que se encuentra la sociedad guineana. Pues es sabido que la comprensión de las cosas ayuda a sobrellevarlas.
Sin embargo, y a pesar de todo, hoy quiero acordarme de los guineanos que, con independencia de su tribu o etnia, militancia política o tendencia religiosa, siguen intentado que en ese país siga quedando una gota de dignidad. Quiero acordarme de todos los chavales de la UNGE que, en su día, tuvieron el valor de manifestarse contra un modelo educativo que les deja sin becas, aunque luego tuvieran que doblegarse, represión mediante. Y también de todos los ciudadanos que fueron represaliados por decidir apoyar al CI. Considero que les faltó análisis y reflexión antes de apoyar a un líder tan indecente como Gabriel Nsé Obiang, pero reconozco su valor al exteriorizar públicamente su cabreo y su hartazgo con la situación política de ese país…
Hoy quiero acordarme, también, de todas las madres solteras, o viudas, de Guinea Ecuatorial que sacan a sus hijos adelante, dejadas de la mano de un gobierno incapaz, por estúpido y por ignorante. He conocido casos de mujeres que han tenido que entregarse a la prostitución para pagarle una carrera universitaria a su hijo, ante lo cual yo sólo pude sentir pena primero, y quitarme el sombrero después. Me quiero acordar también de los maestros de los poblados y las zonas rurales del país, que a pesar de la falta de material –por carencia o por obsolescencia–; a pesar de no tener todo el apoyo necesario, siguen dando la cara y educando a nuestros niños, porque saben que basta con un día, un detalle o un momento para marcar la diferencia en la vida de un niño…
Quiero homenajear a la oposición. A la de verdad, que es casi residual. Siempre fui, soy y seguiré siendo crítico con los personalismos absurdos y las muestras varias de mediocridad y falta de compromiso de buena parte de la llamada oposición. Pero hoy quiero acordarme de los opositores de verdad –que no son más que cuatro gatos– para reconocerles y agradecerles tantos años de difícil lucha contra un régimen que siempre contó con apoyos internacionales y con medios económicos, producción petrolífera mediante. Debo acordarme también de sus familias. Porque, aunque casi siempre se nos olvida, detrás de cada opositor hay hijos, esposas, hermanos y madres, que tienen que sufrir y aguantar que a su ser querido lo torturen, lo humillen o lo exilien, cuando no lo asesinan.
Quiero homenajear al pueblo de Rebola y a los rebolanos, por su ultrajada Casa de la Cultura y porque, en mi opinión, representan el último bastión de resistencia anti-régimen… Finalmente, quiero acordarme de las familias que perdieron a sus hijos en los ‘evitables’ incendios que se han producido este año en el barrio de Campo Yaunde (New Village) y recordar también a todos los vecinos que no escatimaron ni solidaridad ni esfuerzos a la hora de salvar vidas y ayudar a apagar los incendios.
La verdad es que cuando pienso en esas cosas. En todos esos grandes sacrificios y en todos esos pequeños detalles, a pesar de todo lo malo, que es mucho, a menudo me pregunto ¿Cómo no los voy a querer? A esos guineanos de las narices. Cómo no los vas a querer.
Somewhere in South Africa
Sir Lucky Dube
¡One Love!