A la tercera no ira la vencida

 

Por: Sir Lucky Dube CIUDADANO Y COMUNICADOR

 

«No quiero que pienses como yo, tan sólo quiero que pienses.» —Frida Kahlo.

Estos días, tras leer un artículo de Arturo Pérez-Reverte sobre el tema, estoy leyendo Mein Kampf, o lo que es lo mismo, Mi lucha, el libro escrito por Adolf Hitler que luego se convirtió en la biblia del III Reich. Voy, más o menos, por la mitad. Y a juzgar por lo llevo leído creo que el libro, en su momento y para quien lo hubiera leído entonces, fue –o al menos debió ser– una clara declaración de intenciones. Un manifiesto en total y absoluta consonancia con lo que, menos de una década después, sucedería en Alemania y en el mundo: El holocausto. Posiblemente la mayor tragedia de la humanidad, sólo superada por la esclavitud y la colonización de los pueblos negro e indígena.

El caso es que leyendo la obra del siniestro Führer no he podido evitar, como a menudo me sucede, pensar en mi maltrecho y desgraciado país: Guinea Ecuatorial. Pienso en lo que fue, en lo que es, en lo que me gustaría que fuera y en lo que, por desgracia, creo que no dejará de ser, al menos no en un futuro próximo. Porque aunque trato de ver las cosas desde un prisma gramsciano, es decir, desde el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, estoy más cada vez más convencido de que a la tercera tampoco irá la vencida. Guinea Ecuatorial, después de Obiang, no será una democracia. Ni tan siquiera, me temo, nos daremos la oportunidad de iniciar ese camino. Prevalecerán, como hasta ahora, la estupidez y la ignorancia, la falta criterio y de memoria, la cerrilidad y la ambición mal entendida, el miedo, la traición y la desconfianza. Prevalecerá, insisto, nuestra falta de Educación y de Cultura.

Está sociológicamente demostrado que las masas reducen el nivel de inteligencia. Y ese es un rasgo que en los tiempos que corren se percibe de forma muy clara en nuestra sociedad. Por un lado, en la mayoría de la población y también en la mayoría de la llamada oposición política, existe la creencia de que echar o derrocar a Obiang es un fin en sí mismo. Cuando se debiera, en mi opinión, enfocar el asunto no tanto como un fin sino como el medio para un fin. Un craso error de cálculo sería dar por sentado que sólo con conseguir la desaparición física de Obiang y su gente de la escena pública Guinea Ecuatorial se convertiría en un Estado de Derecho o iniciaría un camino hacia tal Estado. Olvidamos –o mejor dicho, olvidan quienes albergan esa idea– que el camino hacia la Democracia precisa de tiempo, recorrido, mucho trabajo, sacrificios y, sobre todo, de dirigentes y ciudadanos lúcidos, críticos, reflexivos y preparados para enseñar y para aprender a coexistir en un nuevo marco de convivencia. Habrá que ceder y abdicar de muchas ambiciones y venganzas personales y colectivas. Habrá que conciliar egos. Habrá que perdonar, aceptar críticas y habrá que aprender a escuchar. Habrá que tener vigilados a los ‘lobos con piel de corderos’ que no faltarán y que intentarán colarse, río revuelto mediante, para hacerse con el poder por medios no precisamente ortodoxos. Y muchos de esos potenciales caudillos, anticipo, llevan hoy la etiqueta de opositores. Alguno incluso ha dado ya sobrada muestra de sus intenciones; cosa distinta es que el pueblo se percate de ello… Por esta razón es preciso que quienes, de forma honesta, están ahora en la oposición –o en lo que queda ella– y aspiran a formar parte de una futura clase dirigente deben tener muy pensado, planificado y calibrado un proyecto sólido en el que se detallara de forma pormenorizada temas relativos tanto a un periodo de transición como para lo que sería el siguiente régimen propiamente dicho… Como he dicho antes, deshacerse de Obiang no debe ser considerado como un objetivo en sí mismo sino como el medio o el requisito a través del cual se pretende llegar a un espacio que permita trabajar por el verdadero objetivo que, en el caso de los hombres buenos, sería llegar a la Democracia por el través de la Libertad, política y colectivamente hablando.

Por otro lado, la mayor responsabilidad de que no caigamos en una nueva o continuada dictadura reside, como no debe ser de otro modo, en el pueblo guineano. Y es precisamente la actitud de ese pueblo lo que me hace ser tan profundamente pesimista respecto a nuestro futuro cercano. A fin de cuentas, los políticos no son sino el reflejo o la manifestación exterior de la sociedad a la que representan. El síntoma de una enfermedad que es el propio pueblo. Se me hace muy difícil, y alguna vez lo he dicho, imaginar que una sociedad decente, razonablemente culta y de nobles sentimientos dé a luz a políticos tan miserables, infames, ruines e incompetentes como lo que tenemos ahora o los que podemos tener en el futuro. Para empezar debemos desterrar y rechazar la idea de que la solución a nuestros problemas pasa por el advenimiento de un líder omnímodo que nos salve de las garras de un malvado Obiang. Hay que rechazar del todo esa idea. Y empezar a ser conscientes de que nuestra situación mejorará en la medida en nosotros mejoremos individual y colectivamente. En la medida en que entendamos que debemos involucrarnos en los asuntos públicos de nuestro país. Debemos ser protagonistas, y no meros testigos, del cambio político en Guinea Ecuatorial; y eso pasa, indefectiblemente, por enterarnos de quién es quién en la escena política guineana. La solución pasa por exigir la correspondiente hoja de servicios a cada partido, a cada activista y a todo el que se presente como alternativa o parte de la alternativa al régimen de Obiang. Si de veras queremos pasar de ser súbditos a ser ciudadanos, es nuestro deber conocer, escrutar y analizar con detenimiento a todos y cada uno de los autoproclamados líderes. No vaya a ser, como en el ’79, que volvamos a compra gato en lugar de liebre.

Excuso decir, sin embargo, que puedo comprender y comprendo, que después de siglos de esclavitud y colonialismo, después de dos dictaduras y después de haber sido humillados, vejados y maltratados tantas veces durante tanto tiempo, el pueblo de Guinea Ecuatorial esté harto de estar harto, y se encuentre, ahora, ante la tentación de sucumbir a la palabrería de cualquier populista y demagogo con hechuras de líder trasnochado. Pero es precisamente ese hartazgo y nuestras ansias de vivir como hombres y mujeres libres lo que nos debe mantener cautos y vigilantes ante cualquier oportunista con sed de venganza, ambición de poder y ganas de ajustar cuentas personales con la dictadura vigente. La historia, incluso nuestra propia historia, debe enseñarnos que no es oro todo lo que reluce Y sí, para los que se lo estén preguntando, estoy hablando de Gabriel Nsé Obiang, el nuevo gallito del corral, y de todos los que son de su condición. Este señor –ex pupilo de Obiang– ha sido parte del ejército de Obiang durante más de 15 años. Ha sido teniente coronel  y jefe militar en Kie Ntem y Wele Nzás. Fue actor principal en la matanza llevada a cabo en el poblado de Belebú Balachá en enero del ’97 por el caso MAIB. Cuando Nsé Obiang todavía gozaba del favor del régimen reconocidos opositores como Celestino Bacale (ahora en el PDGE, otra prueba de que no es oro todo lo que reluce), Arsenio Moro, Plácido Micó o Fernando Abaga fueron víctimas de sendos episodios con él. Y conste, como siempre, que yo de todo esto no espero que me crean si no quieren, prefiero que hagan sus propias averiguaciones, siempre y cuando se aseguren de que las opiniones y conclusiones finales sean estrictamente las de cada uno de ustedes. Fruto de su propia reflexión. De nadie más… ¡Ah! Y otra cosa. ¿Cómo se explica que al Sr. Nsé Obiang le hayan legalizado el partido antes que, por ejemplo, a partidos como FDR y políticos como Guillermo Nguema Elá o Weja Chicampo, cuando éstos últimos llevan mucho más tiempo en Guinea reclamando la misma legalización?. No sé a ustedes, pero a mí eso me huele a chamusquina.

He empezado el artículo comentando que estoy leyendo el Mein Kampf de Adolf Hitler. El libro se publicó en julio de 1925 y Hitler fue nombrado canciller alemán en enero de 1933. Entremedias un espacio de tiempo de siete años y medio. Tal vez esto sea demasiado suponer y es posible que esté exagerando, pero a lo mejor, si un buen número de alemanes se hubiera tomado la molestia de leer ese libro posiblemente se hubieran anticipado al desastre organizado por su nefasto líder y, quizá, lo hubieran evitado. En nuestro caso, ninguno de nuestros lobos con piel de cordero parece haber escrito un libro, pero es tarea nuestra distinguir a los listos de los listillos, discernir el discurso honesto y racional del discurso facilón, populista y demagogo. Es tarea nuestra anticiparnos a los mediocres e imbéciles que con dedicación y ejercicio podrían convertirse en los peores canallas. Los líderes omnímodos no existen. Ya no crean en mágicos salvadores de la patria, porque eso nunca acaba bien. Los verdaderos líderes surgen de forma natural y no suelen tener el pasado manchado de sangre. Por muy hartos que estemos de la dictadura de Obiang, por mucho que ansiemos alcanzar la Libertad, no permitamos que un par de árboles nos impidan ver el bosque. No dejemos que el remedio sea peor que la enfermedad… pero en fin, como reza en la cita del principio: “no espero que piensen como yo, tan sólo espero que piensen”.

Somewhere in South Africa

Sir Lucky Dube

¡One Love!

P.D.: Decía Thomas Sankara que «un militar sin formación política o ideológica es un potencial criminal.» Y abundando en esta idea, yo creo que un tipo que se ha pasado  más de 15 años sirviendo en el ejército de un dictador como Obiang es, por definición, un potencial dictador.

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