¿Líderes o capataces?

 

Por Fco ELÁ ABEME

Creo que fue al comienzo del segundo lustro de los sesenta cuando, desde Abidjan, el inepto del desaparecido Houfouet Boigny lanzaba su bomba: «Los países de África negra debían dialogar con África del Sur».

Como nuestras independencias aún olían a leche de pecho, alguien pensó que, a lo mejor, Francia estaba detrás de la propuesta. Pero Francia jamás dijo, en esta cuestión, esta boca es mía.

Don Félix, que este era su nombre de pila, llegó a enviar, para dar ejemplo, ante la irritación de los demás jefes de estado africanos, a Pretoria a su ministro de información y turismo, Dona Afologo.

Por su parte, el Dr. Banda, dueño y señor de Malawi, giró una visita oficial al entonces reducto nazi de África del Sur.

Recuerdo, como si fuera hoy, cómo empezaba la crónica de Lázaro Massengo, en Radio Brazzaville, » La Voz de la Revolución «. Decía:

» El que ha ido a bailar al ritmo de las bestias, en África del Sur, el llamado Dr. Banda, ha llegado esta mañana a Pretoria, donde le esperaba su amo«…

La primera voz que se alzó en contra de la propuesta del presidente marfileño fue, como no podía ser de otra manera, la de ANC, quien, en un comunicado, le recordaba que, de iniciar este diálogo entre amos y esclavos, que no lo hiciera en su nombre.

Lo sorprendente de la propuesta, más efectista que efectiva, era que su autor nunca explicó al mundo africano el objetivo que se perseguía. No sé si el bueno de don Félix pensó que, por la vía del diálogo, la irreductible minoría nazi de África del Sur entregaría el poder a la mayoría negra. En un mundo que, todavía, se alimentaba de la llamada «guerra fría». Y cuando los diamantes sudafricanos seguían inundando el mercado de Amberes.

Mobutu, histriónico como siempre, tronó desde Kinshasa, cerrando su espacio aéreo –mentira– a los vuelos con salida o destino a África del Sur. Un espacio aéreo vigilado por otros.

Traigo a colación la anécdota para resaltar el comportamiento de nuestros jefes de estado africanos, desde que África alcanzó sus independencias. Más que verdaderos dirigentes de sus pueblos, actuaban y actúan como herederos del último gobernador o comisario colonial. No digo que no haya una honrosa excepción que confirma la regla.

En nuestro caso, los Nguema han aplicado profusamente la pena capital en Guinea, cuando no la recogía nuestra constitución, con el mismo criterio que lo hacia el gobernador colonial, meter miedo a las masas.

Obiang, como no participó en la lucha por la independencia, no conoce el sentimiento genuino, que le llevó a nuestro Pueblo y sus Próceres a alzarse frente al colonialismo: el sentimiento de vivir en libertad. Por eso ha secuestrado la libertad de nuestro Pueblo.

No le puedes explicar a Obiang el deseo del Pueblo guineano de vivir en libertad, en democracia, porque su escasa capacidad no le permite dimensionar la sensación de lo que es vivir en libertad, en democracia.

Obiang tiene miedo a la libertad de nuestro Pueblo, por eso la conculca. Si a Obiang se le pudiera poner en una jaula, para que viera, desde ella, cómo nuestro Pueblo prospera en democracia, se moriría de un infarto.

Los dirigentes africanos, más que líderes, son capataces cuidando la finca del amo, con absoluto desprecio a sus pueblos.

 

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