Laicismo de fachada y proliferación de iglesias en Guinea Ecuatorial


Según un audio que circula en redes sociales, el ministro de Justicia de Guinea Ecuatorial, Reginaldo Biyogo Mba Ndong se reunió recientemente en Malabo en una sesión de coordinación con representantes de diversas confesiones religiosas y autoridades locales. Durante esta reunión, el ministro criticó a las iglesias por su supuesta “mala orientación” y las acusó de contribuir a un ambiente de “odio y prácticas inmorales” en la sociedad guineoecuatoriana. Además, subrayó la necesidad de que las instituciones religiosas separen “el dinero de la fe.” Estas declaraciones plantean la cuestión de si el gobierno, en lugar de asumir la responsabilidad por el deterioro social, está desviando la atención hacia las iglesias como una estrategia para controlar el discurso moral en el país.

La presión de la Iglesia católica y la apertura a nuevas denominaciones

Históricamente, la Iglesia católica ha sido la institución religiosa más influyente en Guinea Ecuatorial, pero su papel resultó incómodo para el régimen de Teodoro Obiang Nguema. Rafael María Nze Abuy, por ejemplo, había abogado repetidamente por la democratización y la mejora de las condiciones de vida de la población, exigiendo transparencia y justicia social. Estas demandas se consideraron una amenaza para el régimen, que respondió permitiendo la proliferación de nuevas iglesias en el país para diluir la influencia de la Iglesia católica.

Así, el Estado ha impulsó la apertura hacia nuevas denominaciones religiosas, facilitando la entrada de iglesias afines al régimen. Esto ha derivado en una fragmentación de la voz crítica católica, creando un panorama religioso favorable al poder, y alejándose del laicismo declarado. La reciente reunión de coordinación entre el ministro de Justicia y las confesiones religiosas en Malabo resalta esta relación ambigua entre el Estado y las instituciones religiosas, en la cual la religión se convierte en un medio para controlar a la sociedad, más que en un espacio de fe y espiritualidad independiente.

La cooptación de sacerdotes y la distorsión de la fe

Además de fomentar la proliferación de iglesias, el régimen ha cooptado a sacerdotes para que actúen en beneficio del aparato de seguridad presidencial. Algunos sacerdotes incluso llevan armas y participan en labores de vigilancia sobre los feligreses, revelando confesiones y transgrediendo principios éticos y religiosos. Esta intervención convierte a las iglesias en instrumentos de control social más que en guías morales y espirituales.

No solo se limita la libertad de culto, sino que algunas de estas nuevas iglesias realizan prácticas paganas como el sacrificio de ovejas y corderos, y la manipulación psicológica de los fieles mediante rituales que apelan al miedo y la superstición. Esta instrumentalización distorsiona el rol de la religión y convierte las iglesias en extensiones del poder político.

El Estado de Guinea Ecuatorial se declara laico, pero las palabras y acciones del ministro de Justicia evidencian una realidad distinta. En el audio filtrado, el ministro argumenta que la Iglesia debería “separar el dinero de la fe,” sugiriendo que las prácticas corruptas de los líderes religiosos son responsables del deterioro moral en el país. Sin embargo, esta visión omite la influencia del propio régimen en la instauración de una cultura donde el beneficio material se antepone a cualquier valor ético o social. El ministro responsabiliza a las iglesias de la falta de orientación moral, mientras el Estado, al infiltrar y manipular los espacios religiosos, limita la posibilidad de que las instituciones de fe actúen como fuerzas morales autónomas.

La moralidad en manos del poder

La reciente crítica del ministro a la “falta de orientación” de la Iglesia y la acusación de que “evangelizan con mala fe” demuestran una contradicción. Si el Estado utiliza la religión como un medio de represión y manipulación, ¿cómo se espera que las iglesias cumplan su rol moral? La proliferación de iglesias y la permisividad hacia prácticas poco ortodoxas generan un ambiente de fragmentación y confusión religiosa en el que la verdadera guía moral se ve comprometida.

Todo lo arriba descrito lleva a una fácil conclusión: el crecimiento de iglesias en Guinea Ecuatorial no representa una muestra de pluralismo religioso genuino, sino una maniobra de control y de neutralización de voces disidentes. La responsabilidad del deterioro social y moral no recae solo en las iglesias, sino en un sistema de represión y manipulación instaurado por el propio régimen. Solo en una sociedad donde las instituciones religiosas gocen de verdadera independencia y autonomía se podrá lograr una orientación moral genuina.

Para que el pueblo guineoecuatoriano recupere una fe auténtica y encuentre una guía moral, es necesario un cambio profundo que democratice el país y respete la independencia de las instituciones religiosas. Solo entonces, la Iglesia podrá cumplir su rol espiritual y ético sin interferencias políticas, y el pueblo podrá hallar en la religión una fuente de esperanza y de principios éticos.

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