Por Fco ELÁ ABEME
Desde sus inicios, el régimen, de funesto presente, ha querido siempre utilizar la religión, las iglesias, como ariete para dividir a la sociedad guineana.
Macias, el apóstata, quiso utilizar a la Iglesia Evangélica guineana para el escarnio de la Iglesia Católica, hasta que un justo varón como el llorado Pastor Pablo Mba Nchama dijo aquello de…”Soy Pastor para servir a Dios y a su Pueblo, y no para luchar contra los católicos”.
Venimos de donde venimos. Habiendo madurado nuestro país bajo el franquismo, como que lo de la libertad religiosa no iba con nosotros. Sin embargo, la Iglesia Evangélica guineana iba implantándose en nuestro país de manera firme y sin estridencias, en la zona de la costa y en Ebibeyin. Un poco, siguiendo la distribución e implantación de las iglesias en Camerún, donde los beti y los ntumu son, fundamentalmente, evangélicos.
La actual verbena de credos no tiene nada que ver con la libertad religiosa. Forma parte del plan destructivo de la sociedad guineana por parte de la tiranía. A lo que contribuye una Iglesia católica instalada en el escándalo permanente, por lo que va perdiendo adeptos.
Cuando hablamos de religión, no se nos olvida la facilidad con la que la religión divide a los seres humanos, ni el hecho de que, a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, nunca hubo desgracia humana a la que fuera ajena la religión.
Bastará con recordar el terrible siglo XVI francés y la ruina que le supuso a España el combatir al protestantismo en Europa. Es decir, la Guerra de los Enrique y las Guerras de Carlos V.
La ignorancia, sello característico de nuestra tiranía, le ha llevado al régimen a querer jugar a “buenos y malos” con las religiones en Guinea. De ahí la agresividad del proselitismo de nuestras sectas.
Es frecuente oírle a nuestro Pueblo hablar de…”Esa religión sí que es fuerte”. Como si la religión fuese “malamba” o “tope”.
Al final de la jornada, y para el mayor regocijo de la tiranía, tirios y troyanos, habrán contribuido a incrementar la supina ignorancia del Pueblo, para mejor esclavizarlo. Para así, una vez más, en lugar de lograr que la religión sea un elemento clave en la formación del Pueblo, convertirla en su opio.
Cuando se produzca el añorado cambio político en Guinea, las sectas destructivas tendrán que palparse la ropa. No podrán seguir campando a sus anchas, haciéndole daño al Pueblo.
No queremos ser una sociedad presa fácil de los predicadores. Es decir, de los apocalípticos ” Savonarolas” de turno. Queremos ser una sociedad culta y no un semillero de experimentos religiosos.
Los credos no han hecho, últimamente, más que contribuir al trauma que vive nuestra sociedad. Todos se han aliado, curiosamente, a la tiranía. No son focos que irradien cultura, sino ignorancia. Nuestro Pueblo no necesita de divisiones, sino de unidad, para elaborar su futuro glorioso, desde este presente.