Por Fernando Abaga Edjang , simple Ciudadano de a Pie, expresándose siempre a titulo estrictamente personal
De momento, no me considero político, en términos del “somos políticos y hacemos la política”, que frecuentemente se escucha por ahí. De momento, no aspiro a ostentar cargos políticos. Me considero, como lo he dicho en otras ocasiones, un “intellectuel engagé” en la tradición de Jean Paul Sartre. Para Sartre y tomando sus propias palabras, un intelectual se refiere a:
«… personnes qui ayant acquis quelque notoriété par des
travaux qui relèvent de l’intelligence abusent de cette notoriété
pour sortir de leur domaine
et se mêler de ce qui ne les regarde pas… »
Y el «intellectuel engagé» no es otro que aquel intelectual que no se detiene en la formulación y presentación de ideas, sino que también lucha por su implantación en la sociedad; aquel que se implica y está comprometido con la evolución de la sociedad en la que vive. Para los que les gusta debatir sobre estas cuestiones, ahí lo tienen. Para más información, que lean a Sartre, a Karl Marx y otros que derramaron mucha tinta sobre el papel del intelectual en una sociedad. Ahí encontraran abundante información y no perderán mucho tiempo en debates estériles.
Para mí, esta etapa de mi vida es una parada obligatoria pero transitoria, un periodo de aprendizaje, de preparación para el salto mortal “whenthe time isright”, como dicen los anglófonos. Con el sombrero de “intellectuel engagé”, me siento libre y puedo abordar temas que muchos preferirían ignorar solo para no levantar ampollas. Los problemas no desaparecen solo porque no se hable de ellos. Y presentar una situación con toda su crudeza no implica necesariamente un deseo. Es una forma de alertar para que, si fuese posible, se pudiera adoptar las medidas correspondientes para evitarla o para estar mejor preparados para afrontar tal situación cuando llegue.
Respondiendo a un artículo mío – EL PUNTO DE INFLEXION – un ciudadano de la República de Guinea Ecuatorial me atribuyó, entre otras cosas, lo siguiente: a) “… el fin de la dictadura será una guerra fratricida entre los mismos de la tribu dictatorial (o incluso familia dictatorial)…”y b) “… la únicavía es la lucha armada…” Estas palabras no son mías, sino una interpretación sesgada de lo que he dicho. Y lo que he dicho y sigo diciendo es que el cambio político en Guinea Ecuatorial será violento. Esto es un pronóstico realizado a partir de un análisis del tema desde varios ángulos, incluyendo el ángulo continental y el histórico. No es la expresión de un deseo, ni siquiera un planteamiento estratégico sino una conclusión que fluye natural y lógicamente del análisis de la situación política de Guinea Ecuatorial. Otra conclusión que fluye de dicho análisis es la inevitabilidad de la venganza. Y de este aspecto quiero hablar aquí.
La venganza es una palabra que asusta a los líderes de la Oposición. Basta que el régimen les acuse de albergar sentimientos de venganza para que exhiban rápidamente sus credenciales democráticos. Pero, ¿Qué es venganza? En pocas palabras, venganza es una reprimenda que se ejerce sobre una persona o un grupo de ellas por una acción realizada por ellos contra los demás,que es percibida como mala o dañina. Es decir, el sujeto que se siente afectado concreta una especie de reparación por el daño recibido, o sea una compensación por el agravio recibido. Desde aquí, está claro que, hay una acción previa, que justifica la venganza; si dicha acción previa no existiera, no se hablaría de venganza. Y desde aquí también se puede ver que, la mejor manera de evitar la venganza es no realizar acciones que pudieran justificarla.
Todas las culturas tienen instrumentos tradicionales de resolución de conflictos además de un código moral que garantiza la estabilidad de las sociedades. En el caso de Guinea Ecuatorial, el advenimiento de la dictadura desde los albores de la independencia, no solo ha eliminado dichos instrumentos de resolución de conflictos sino que ha sustituido el código moral existente por otro basado en la impunidad, el desprecio a la vida y la integridad física de las personas, la corrupción, la desigualdad, las violaciones de los derechos humanos, los encarcelamientos arbitrarios, los confinamientos extrajudiciales, etc. Y lo que es más, a pesar de las quejas y los llantos de las víctimas y sus familias así como la lluvia de condenas de los organismos internacionales, ONGs y gobiernos de otros países, dichas prácticas continúan como si nada. Y los que protagonizan estas prácticas conocen bien a sus víctimas y a sus familias y sus pueblos. O sea, son muy conscientes del daño que causan y lo hacen gustosamente. Son unos criminales. Y, curiosamente, son esos criminales que alegremente acusan a la Oposición de afán de venganza. O sea, se otorgan el derecho de destrozar vidas y se escudan en la moralidad de las víctimas para proteger su impunidad cuando se dé vuelta a la tortilla.
Las atrocidades que comete diariamente la gente del poder y que causan tanto dolor también despiertan odio, rencor y resentimiento en las victimas. Con el tiempo, dicho odio, rencor y resentimiento se acumula, sobre todo por la impunidad y la prepotencia de los autores y el sentimiento de impotencia de las víctimas. Y en la superficie, la situación ofrece una apariencia de normalidad: “La Paz Reinante”, como lo llaman. Pero, ¿Qué pasa si el cambio político es violento, tal como está llamado a ser? Todo el odio, rencor y resentimiento acumulado durante décadas saltará a la superficie y de forma desordenada, caótica en un contexto de vacío de poder. La misma situación de falta de justicia que permite la impunidad actualmente, es la que también permitirá que cada uno tome la justicia por sus propias manos. El poder lo controla un 3% de la población, contra una marea humana consistente en un 97% de la población enfurecida. En tal situación, la venganza ya no se haría solo con el objetivo de hacer justicia, sino de liberar la tensión que el dolor, el rencor y el odio han hecho germinar en las victimas durante varias décadas. En ese sentido, la venganza trascendería la atención de reparación para adquirir un carácter ejemplificadorcuyo objetivo es pagar con la misma moneda a los que han cometido el daño original. Y pese a lo condenable que puede ser desde el punto de vista moral o ético, la venganza aparece como un desahogo, una válvula de escape para las víctimas. Y está, además, el agravante de que, si tal cosa llegase a ocurrir, no existiría ni una autoridad política ni moral en esos momentos que la población pudiera escuchar en el vacío de poder que se produciría con la caída del Fundador y su régimen.
El escenario descrito en el párrafo anterior es lo peor que nos puede ocurrir
como país. Pero, se está presentando
como un desenlace inevitable, un “mal necesario” dada la terquedad de los
hombres del poder. Acostumbrados a
maltratar a todo el mundo, a la impunidad, al pillaje del país y a los
privilegios y a la buena vida que ello conlleva, ya son incapaces de ver el peligro
de su comportamiento a largo plazo para el país en general y para sus propios
intereses y de sus descendientes. No
están dispuestos a sacrificar nada en beneficio de todos. De hecho, han llegado hasta el extremo de
creer que el país les pertenece a ellos, como una finca, y que los privilegios
que disfrutan les han sido otorgados por el mismísimo Dios, Todo Poderoso. Yo
diría que han hecho su cálculo y se han convencido a sí mismos que un cambio
político en Guinea Ecuatorial es imposible y, por lo tanto, no hay necesidad de
ceder nada. Yo pienso que están
cometiendo un error de cálculo. El
cambio político es tan inevitable como la violencia y la venganza que van a
generar.
He leído por ahí que el “Dialogo Nacional” propuesto es la fórmula ideal para evitar la violencia. He reflexionado sobre este tema y no veo cómo una cosa – “Dialogo Nacional” – puede llevar a la otra – evitar la violencia. ¿Nos quieren decir que, con el “Dialogo Nacional”, el Fundador y sus huestes van a dejar de hacer cosas que, hasta ahora, se han negado a dejar de hacer? ¿Nos quieren decir que, con el “Dialogo Nacional”, se implantará la separación de poderes,reinará la ley y se pondrá fin a la impunidad? Si es eso lo que nos quieren decir, que nos lo digan claro y nos expliquen cómo se producirá ese cambio. Yo pienso que todo lo que el Fundador puede hacer en el marco del “Dialogo Nacional” también lo puede hacer sin él. Pues, la aplicación de las leyes guineanas descansa en sus manos. Si bien dichas leyes no implican necesariamente la implantación de la democracia en nuestro país, sí pondrían fin a la impunidad y demás males que han germinado el odio, el rencor y el resentimiento que alimentan el deseo de venganza. ¿Se nos quiere decir que el Fundador no aplica sus propias leyes porque no hay habido “Dialogo Nacional”?
Muchos se refieren al caso de Sudáfrica como una transición modélica, ya que culminó en una reconciliación nacional. Al mismo tiempo, me suele sorprender lo poco que realmente se sabe de dicho proceso. Por ejemplo, se ignora que con tanta presión interna y externa, el régimen de Apartheid se vio obligado a introducir importantes reformas políticas que, prácticamente, pusieron fin a dicho régimen. Importantes elementos de dichas reformas consistieron en el desmantelamiento del aparato represivo del régimen, como la abolición de la prohibición que pesaba sobre los partidos políticos así como la introducción de un régimen de libertades políticas amplias y de otro tipo. Esto ocurrió en 1990 y es en virtud de estas medidas que los dirigentes del Congreso Nacional Africano, casi todos en el exilio, pudieron regresar al país “en libertad”: Oliver Tambo, Thabo Mbeki, Jacob Zuma, Chris Hani, etc.Las negociaciones tuvieron lugar en este ambiente de libertades.El Fundador y su régimen no pueden hacer este tipo de reformas. Las habrían hecho, sobre todo el marco del Pacto Nacional Vinculante, que se convirtió rápidamente en un papel mojado. Por todo lo que antecede: a) reafirmo que el cambio político será violento y b) en ese ambiente de violencia y vacío de poder, la venganza será inevitable. Y la venganza podría presentarse como una justa retribución. Si tal cosa llegase a ocurrir, se sabe quiénes son los responsables.