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Por José Eugenio Nsue,filólogo
Mi apreciado y querido primo Carlos me recordaba estos días hablando de nuestras cosas, de un refrán fang que viene a decir algo así como que «cuando se despieza la gallina, el pato está al quite» (BĔ BÄH CUB ZOGO ATÀH).
Así tenemos que estar los guineoecuatorianos ante situaciones como la que está padeciendo España últimamente con el caso de la independencia de Cataluña.
Cataluña, territorio situado en el noreste de la península Ibérica formado inicialmente a partir de los Condados que formaban la Marca Hispánica del Imperio Carolingio y cuya extensión y unidad fue completándose a lo largo de la Edad media; o sea, hace más de 800 años.
Tras la unión dinástica del Condado de Barcelona y el reino de Aragón en el siglo XII, los territorios catalanes se constituyeron en parte integrante de la Corona de Aragón, alcanzando una notable preponderancia marítima y comercial a finales del período medieval.
Desde el siglo XVI (abreviando para no cansar al lector con tantos datos históricos verificables), con los Reyes católicos; los catalanes participaron directamente en las expediciones y campañas militares españolas; en ese siglo la población inició una recuperación demográfica y una cierta recuperación económica. El reinado de Carlos I fue para Cataluña una etapa de armonía en la nueva estructura que formaban ahora los reinos hispánicos.
El otro reino, el de Castilla, tras el descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492, pasó a tener el ejército más poderoso de Europa y su ambición expansionista hizo que se unificaran con el reino de Aragón.
Fue en 1640 la primera vez que Cataluña se sublevaba (la Guerra de los Segadors); no para independizarse de los reinos de España sino por la crisis económica que le azotaba; los nuevos impuestos que les aplicaban y por las nuevas necesidades militares para las guerras que libraban entonces España y Francia, la Guerra de los Treinta Años (lo que los historiadores y entendidos llaman «causas antiguas» y «causas nuevas»).
Durante esa sublevación catalana, Francia aprovechó conquistando muchos territorios catalanes. En 1648 terminó la Guerra de los Treinta Años con la firma de Paz de Westfalia. Con ella, las tropas del rey Felipe IV pudieron intervenir en la revuelta de Cataluña, y en el año 1649 conquistó de nuevo Barcelona.
En 1651 Don Juan de Austria reconquista Barcelona, Mataró, Canet, Calella, Blanes, San Feliu de Guixols y Palamós; mientras las autoridades catalanas (la Diputación general), reconoce a Felipe IV de Castilla y III de Aragón buscando su protección y amparo. En 1659, con el Tratado de los Pirineos o la Paz de los Pirineos, España y Francia deciden repartirse la región de Cataluña el 7 de noviembre siendo entonces rey de España Felipe IV y de Francia, Luis XIV; así Francia se quedó con el Condado de Rosellón y parte de Cerdeña.
En el siglo XVIII, tras la muerte del rey Carlos II y sucediéndole Felipe V (1700), se instala en el trono hispánico una nueva dinastía, la Casa de los Borbón, reinante en Francia, que sustituye a la de los Habsburgo. Esta circunstancia lleva a la formación de la Gran Alianza de la Haya por parte de Inglaterra, las Provincias Unidas y el Sacro Imperio Romano Germánico a favor de los derechos del archiduque Carlos de Austria contra los Borbones iniciando así la Guerra de Sucesión Española.
Aunque en Cataluña se aceptó inicialmente a Felipe V, las clases dirigentes catalanas fueron desconfiando del nuevo monarca y decidieron apoyar a la Corona de Aragón que era apoyada a su vez por la Alianza de la Haya cuyo rey era Carlos III.
Tras varios años de guerra, todo el territorio catalán fue invadido y Barcelona finalmente capituló el 11 de septiembre de 1714 (es la famosa DIADA; la fecha que Cataluña perdió la guerra y todos los sus privilegios. Ellos rememoran y honran los caídos por la causa de la patria); fueron abolidas todas las instituciones y las libertades civiles catalanas.
Esta historia, acotada, de Cataluña y España es la clara demostración de que Cataluña nunca había sido un reino; nunca había sido independiente a pesar de que a lo largo de la historia, ha habido nacionalistas que comportándose constantemente contra el poder establecido, habían querido independizarse o, mejor dicho, querían ser republicanos y no monárquicos (Estanislao FIGUERAS, 1873). A parte de esos conatos intentos secesionistas, Cataluña ha sido desde siempre parte del Estado español; y a medida que ha dejado de lado ese afán secesionista por parte de algunos «iluminados»; Cataluña ha conocido un progreso industrial y ha sido una región próspera, dinámica y trabajadora desde 1840 hasta finales de 1990. Cataluña ha llegado a ser junto con el País vasco los motores de la economía española, gracias a su desarrollo en la industria textil, metalúrgica y gracias a sus puertos.
¿Cuándo empieza el auge del independentismo o nacionalismo radical?
Ya a finales del siglo XIX, nace el llamado «catalanismo político» encabezado por el señor Valentí ALMIRALL donde se empieza oír voces ilustres e intelectuales que fomentaban y reclamaban lo «nuestro»; «lo propio» como reivindicación del derecho a decidir y de proteger su cultura, su lengua y su hecho diferencial de Cataluña. Curiosamente también se sumaron a esas exigencias excluyentes, la iglesia católica catalana (Torras i Bages). Es alucinante que personas que dicen haberse consagrado a Dios y dicen seguir las enseñanzas de Jesús, el Hijo de Dios, quien vino al mundo precisamente para unir a los pueblos todos y hacernos ver que todas las personas éramos y somos hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos entre todos; sean los que empiezan a apoyar el separatismo; fomentar la división y el odio entre los pueblos; ¡si Jesucristo volviera otra vez! Lo mismo, se habían sumado y hecho eco a ese afán del nacionalismo excluyente catalán, muchos intelectuales, liderado por Ángel GUIMERÀ y la revista La Renaixença.
Pero, a pesar de todos esos intentos, nunca se había prosperado ni triunfado las tesis secesionistas como ahora porque, mientras que esos agitadores proclamaban sus soflamas paranoicas prometiendo una Cataluña más próspera, más boyante, libre de paro y libre de todas las enfermedades y más libre si se separaba de España; había en el resto de España políticos y demás intelectuales que contrarrestaban esos infundios y disipaban cualquier intento separatista; a veces con métodos represivos y embrutecidos, reprobables todos; otras veces con políticas, iniciativas y medidas explicativas, económicas, educativas, sociales, etc. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que todo pueblo o toda sociedad que permanece unido es y será siempre invencible.
Los partidos independentistas catalanes, fundamentalmente, CIU o PDCAT (antigua Convergencia i Unió), ER (Esquerra Republicana) y otras ‘fuerzas’ minoritarias y anarquistas como la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), empezaron a tener más fuerza y a ser influyentes tanto en Cataluña donde lo controlan absolutamente todos los poderes (político, económico, civil), los medios de comunicación y, sobre todo, la educación donde se han aprovechado para adoctrinar a todos los jóvenes menores de 40 años inoculándoles esa vacuna letal que es la «odiomicina»; con la llegada de la democracia, después de la muerte del dictador Francisco Franco Bahamonde en 1975 y la posterior aprobación en 1978 de la Constitución.
En efecto, España recuperó las libertades fundamentales tras la partida del dictador tales como la libertad de expresión, la libertad de creación de los partidos políticos, libertad de movimiento y de culto… Desde entonces, todos los gobiernos habidos en el Estado español; tanto de izquierdas como de derechas (PSOE y PP), han consentido, tolerado, permitido que los independentistas comparan a sus anchas y ellos impunemente han estado haciendo apología del odio aprovechando igualmente la patológica y crónica ‘desidia’ y la falta de políticas de Estado de los dos partidos mayoritarios españoles y, sobre todo, de la pandemia que padece la sociedad española en su conjunto cuando se trata de cuestiones de Estado y de principios fundamentales de un estado de derecho y democrático; cual es la «abulia». Para todo ciudadano español, la democracia; su concepto de democracia consiste en vivir en una sociedad donde «nada es nada«; «todo vale«; «a quién le importa lo que yo haga ni lo que yo diga«. Había que tolerarlo todo; permitirlo todo y «aquí nunca pasa nada». El lema de la nueva democracia postfranquista es «que cada uno haga lo que le da la gana»; ya que se había sufrido mucho, muchísimo con Franco y sus prohibiciones por lo tanto: ¿que se insulte al rey, el jefe de Estado? ¡¡No pasa nada.
Es libertad de expresión!! ¿Que silben el himno nacional o que quemen la bandera española? ¡¡No pasa nada. Es libertad de expresión!! ¿Que prohíban hablar y enseñar el español en las escuelas de una región española? ¡¡No pasa nada es libertad de expresión!! ¿Que bajen los pantalones exhibiendo los pompis en los estadios de fútbol ante las autoridades y delante de los niños…? ¡¡No pasa nada es libertad de expresión!! De esos polvos, esos lodos.
Desde Puyol hasta Puigdemont pasando por Artur Mas y Oriol Junquera, han estado chantajeando sistemáticamente a todos los gobiernos españoles haciendo en Cataluña lo que les había antojado y aprovechando la ambigüedad de la izquierda española cuando se trata de temas nacionales y de los complejos de la derecha para no ser tildados de herederos franquistas; así los extremistas catalanes han sabido aprovechar el refrán «a río revuelto, abundancia de peces». Hasta han llegado a condicionar durante muchos años los presupuestos generales del Estado en beneficio de sus intereses (nunca he entendido que un partido nacionalista de corte independentista, tuviera que influir decididamente en la aprobación de los presupuestos generales del Estado). Con su cantinela de que «España nos roba»; «seremos mejores si nos vamos de España «; «podremos decidir con qué Estado asociarnos y en qué Liga jugar nuestros equipos una vez independizados»; «permaneceremos en el euro y en las instituciones europeas porque seremos los más guapos y aplicados»; muchos jóvenes se lo han creído.
Llegado hasta aquí, ¿cómo resolver ahora este entuerto?
Esperemos que por una vez, el Gobierno español con el apoyo de los partidos constitucionalistas serios como Ciudadanos y gran parte del PSOE, pongan cordura en ese desaguisado y que, a partir de ahora, los españoles de bien nos demos cuenta que hay realidades y cuestiones con las que no se debe de jugar ni ponerse de perfil. A ver si nos hemos dado cuenta ya de que «aquí sí pasa algo» y que es hora de ponerse serios.
Y mientras, que los guineanos tomemos nota y estemos alertados porque, cuando menos lo pensemos, puede saltar alguna liebre. ‘À bon entendeur, salut!!
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?