
El vasallaje a la familia dictatorial no termina ni con la muerte
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En Guinea Ecuatorial, ni morirse te libra del servilismo. Ni la muerte se respeta cuando hay que rendir pleitesía al dictador y su familia. Hasta los cadáveres se llevan como ofrendas a los pies del sátrapa, esperando que los dueños del país “ayuden” con el entierro, aunque la familia tenga medios de sobra para hacerlo.
El último caso es indignante: muere una diputada en Lérida, en el momento de la pandemia y su madre, senadora, se humilla públicamente esperando que la familia presidencial cumpla su promesa de ayudar con el traslado del cuerpo. ¿Resultado? El féretro tirado durante horas en los andenes del aeropuerto de Malabo como si fuera carga olvidada, ante la mirada impotente de los presentes. Solo al final del día lo llevan al depósito, para enviarlo a Bata al día siguiente.
¿Una senadora no cobra? ¿Una diputada no tenía acceso a una caja de previsión, a la seguridad social o simplemente a ahorros? ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué todo se deja en manos del dictador?
La respuesta es simple y escalofriante: muchos prefieren deberle un favor a Obiang antes que usar sus propios medios. Es como si llevar el cuerpo de un familiar muerto ante el dictador fuese la última reverencia. Una sumisión post mortem.
Y este no es el primer caso. Cuando murió en Madrid la hija del expresidente Macías, fueron su cuñada y un viejo amigo quienes la cuidaron hasta el final. Pero una vez muerta, aparecieron los familiares “de nombre” y con cargos, a correr al gobierno de Obiang para que se hiciera cargo. ¿Dónde estaban antes? ¿No pudieron juntar 7.000 euros entre todos para sacar su cuerpo de la funeraria de Alcorcón y enterrarla en su país?
Mientras ella esperaba, embalsamada y sola, en una cámara frigorífica, sus parientes lucían ropa de marca y fotos en Dubái. ¿Qué clase de estatus es ese? ¿De qué sirve tanto coche, tanto lujo falso, si no puedes ni pagar un ataúd para tu hermana?
La tragedia de este país es que mucha gente ha hecho del servilismo una religión. Se sienten realizados cuando Teodoro Obiang les paga un entierro, aunque eso implique dejar pudrir a su familiar en una sala mortuoria durante días o semanas, sino meses.
Y todo eso solo para poder presumir de que “Obiang o Coo ofrecieron un avión”.
¡Fíjate! Detrás de esa humillación y desconsideración… ¿qué pariente de ellos pasaría por esto?
Luego vendrán con vanaglorias de puñetas. Que se las queden.Ha sido un gran desprecio.
Así se entierra hoy en Guinea Ecuatorial. Entre lágrimas, sumisión, y vergüenza ajena.
Pero si aún queda algo de estómago en este país, hay que decirlo más claro: este país ha normalizado lo inaceptable. Convertir la muerte en espectáculo político.
Un cadáver ya no es un ser querido que merece descanso, es un trámite más en el circo de la dependencia. Y lo peor es que muchos se sienten honrados de que el dictador les preste un avión, como si se tratara de una muestra de grandeza. No, no es grandeza. Es humillación revestida de caridad.
¿Dónde se ha visto que personas con salarios públicos, coches oficiales y hasta escoltas no puedan pagar un entierro digno a sus propios familiares? ¿Dónde está el dinero que alardean tener? ¿Por qué todo se reduce a esperar que el clan Obiang dé su bendición, como si fueran los únicos con derecho a decidir quién muere con respeto y quién no?
Porque no nos engañemos: ningún pariente de Obiang sufre estas miserias. A ellos no se les queda un cuerpo tirado en una funeraria. No esperan “gestiones”. No ruegan favores. A ellos se les activan aviones en una llamada, se les limpia el camino para llorar en paz.
Pero para el resto del país, ni la muerte es libre. Es una trampa más. Si mueres sin el aval del régimen, tu cadáver se convierte en una carga. Tus parientes, aunque puedan, no actúan: esperan al dictador. Porque aquí, hasta llorar necesita permiso.
Y ese es el crimen más silencioso del régimen: haber roto el alma del pueblo hasta el punto de que ni siquiera la muerte se enfrenta con dignidad.
Nos quieren hacer creer que solo ellos pueden enterrarnos. Pretenden quitarnos hasta el derecho de despedirnos como seres humanos.
Y mientras todo esto ocurre, hoy es 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajador.
A pesar de todo, felicito con respeto y admiración a cada trabajador y trabajadora guineoecuatoriana que, con esfuerzo diario, mantiene en pie este país secuestrado por unos pocos.Felicito a quienes trabajan sin robar, sin servilismo, sin vender su dignidad. A ustedes, que entierran a sus muertos con lo poco que tienen, sin esperar favores de los verdugos. A ustedes, va mi respeto.