El caos reina en los Juegos Nacionales de Guinea Ecuatorial, y no por falta de talento o entusiasmo de los atletas, sino por la incapacidad absoluta del Comité Olímpico de Guinea Ecuatorial (COGE) y el Gobierno dictatorial de Malabo, que, como siempre, se dedica a improvisar y tapar agujeros sin un plan claro. La última controversia que encendió las redes sociales este fin de semana señalando que, el hotel Ilachi «secuestraba» a los atletas por impagos, ha resultado ser un rumor. Sin embargo, la realidad es igualmente desastrosa: los alojamientos están en crisis, la organización es un desastre y el apoyo económico del Gobierno brilla por su ausencia.
Es innegable que 45 años de régimen dictatorial bajo Teodoro Obiang no han sido suficientes para aprender siquiera a organizar unos simples juegos deportivos nacionales. ¿Por qué ahora, después de décadas de enviar delegaciones infladas de «dignatarios» a los Juegos Olímpicos, es la primera vez que intentan algo en casa? La respuesta está clara: lo que siempre ha importado al régimen es la fachada internacional, el espectáculo, no el desarrollo deportivo real del país.
Falta de apoyo económico y caos organizativo
Los hoteles que acogen a los atletas y técnicos no han recibido ni siquiera el 50% de lo acordado, lo que ha causado un sinfín de problemas logísticos. Alejandro Evuna, uno de los organizadores, redactaba ayer una desesperada carta al Ministerio, pidiendo que al menos liberen dinero para pagar la comida de los deportistas. ¡Estamos hablando de atletas que se esfuerzan por representar a su país, y ni siquiera pueden contar con algo tan básico como una comida asegurada!
El colmo de esta vergonzosa situación es que los fondos con los que están sobreviviendo los juegos provienen de patrocinadores y de Solidaridad Olímpica, no del Gobierno. ¿Qué ha hecho Malabo? Nada, excepto mirar desde su trono de indiferencia, como lo ha hecho siempre. Se han gastado los recursos publicitarios para promocionar los juegos, pero lo que realmente moviliza a la población guineana no es el deporte, sino los conciertos de músicos y artistas de otras Naciones y la presencia del equipo de fútbol Nzalang.
Un régimen más interesado en el espectáculo que en el deporte
No es de extrañar que el régimen de Obiang esté acostumbrado a enviar delegaciones deportivas más grandes que el número de atletas, priorizando a funcionarios, familiares y amantes de los prohombres del régimen que buscan viajes internacionales en lugar de verdaderos deportistas. Aquí es donde entra el ejemplo de Eric Moussambani, tristemente recordado por su desastrosa participación en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, donde fue más una figura de vergüenza que de orgullo nacional. Eric no fue preparado adecuadamente, y su participación reveló al mundo entero la indiferencia del régimen por el verdadero desarrollo del deporte en Guinea Ecuatorial.
Moussambani se convirtió en un símbolo de la incompetencia estructural que define la gestión deportiva de este país. Dos décadas después, los Juegos Nacionales actuales no son diferentes: reflejan el mismo desinterés, la misma improvisación y la misma falta de inversión. Porque para el régimen de Obiang, el deporte solo importa cuando hay cámaras internacionales, no cuando se trata de nutrir y desarrollar el talento dentro del país.
¿A dónde va el dinero?
La gran pregunta es: ¿para qué ha servido todo el dinero que este régimen ha manejado durante 45 años? El Gobierno no ha hecho más que fracasar en el desarrollo de su propio país, y la organización de los Juegos Nacionales es solo un ejemplo más de la corrupción y la incompetencia que define al régimen de Obiang.
¿Cómo puede un país enviar delegaciones a las Olimpiadas mientras los atletas nacionales no tienen ni alojamiento ni comida asegurada en sus propios juegos? La respuesta es clara: el deporte, como todo lo demás, ha sido instrumentalizado por el régimen, convertido en otro escenario para la fachada internacional mientras la verdadera inversión en la juventud y el talento deportivo del país sigue siendo inexistente.
El tirano de Malabo, también único pagador , y su séquito deberían preguntarse: ¿cuándo van a dejar de ser una vergüenza nacional? Porque, al paso que van, parece que el único récord que romperán será el de la incompetencia.
Nada funciona en este País, triste y lamentable. Incluso con «jóvenes» al frente de las instituciones