El baile de los malditos comienza para sustituir al Obispo Emérito Juan Matogo


Por José Eugenio Nsue

Este pasado 10 de diciembre, el Papa Francisco aceptaba la renuncia del Monseñor MATOGO OYANA, con esta renuncia la Sede Episcopal de Bata queda vacante al no haberse nombrado uno nuevo inmediatamente como se ha hecho con los dos otros casos: Renuncia y nombramiento del Arzobispo Metropolitano de los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán (Guatemala) y Renuncia y nombramiento del Obispo Auxiliar del Patriarcado de Lisboa (Portugal), lo que demuestra lo difícil que es encontrar hoy por hoy un sacerdote idóneo para ser nombrado Obispo en el país por cómo muchos de los actuales hombres de sotana están dejando a la iglesia católica.

Si mucho antes de que el Monseñor Juan MATOGO presentara su renuncia, los eternos postulantes y autoproclamados obispables, ya llevaban unas luchas encarnizadas y hacían propaganda para hacerse conocer aún más y dejarse seducir por si acaso de forma descarada, con esta situación, oficialmente se abre la veda, empieza el baile de los malditos.

Cuando uno de los cuñadísimos del sátrapa y criminal Obiang, Efa Mba, tenía alguna utilidad social en su etapa como cantautor, cantó: «MON FANG AHNGUE TEB MONO ADJING NÀ ABEGU’E NCONG» (el hombre fang prefirió los cargos, en lugar del dinero, las riquezas). Esta propensión se está dando mucho y también entre el clero guineano lo que hace imposible lamentablemente distinguir hoy en día quiénes son los sacerdotes y quiénes los laicos en cuanto a las ambiciones mundanas o terrenales, el afán y la obsesión por poseer bienes materiales, dinero, estar con las mujeres espectaculares en plaza casadas, prometidas o solteras, pero sobre todo la avidez por ocupar cargos, escalar socialmente y mandar sobre los demás, dominar y ser vistos.

Todo lo que se nos decían en la catequesis, el seminario, noviciado o en las facultades sobre las enseñanzas de Jesús sobre las riquezas y el poder, lo que exigía a los que querían seguirle o le seguían: «no llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado…» (Lc.10:4); «porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre» (1Tm.6: 10-11); «no amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón» (Mt.6:19); «ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas» (Lc.16:13).

Los que pasamos por el seminario o por el internado, nos repetían los formadores hasta la saciedad que el sacerdocio católico más que un oficio, era un servicio; que al igual que Jesucristo al que decíamos y decimos que queremos seguir y llevar su Mensaje hasta los confines de la tierra, nos prepárabamos para servir y defender hasta la cruz si fuese necesario, a los más necesitados, discriminados, perseguidos y excluidos sociales, para ello había que renunciar a TODO, cargar con su cruz y seguirle («si alguno viene a mí, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y a sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lc.14:26 – 27)); nos decían que ocupar un cargo de dirección o un puesto de responsabilidad en la comunidad o en la iglesia, más que poder, era un acto de servicio que se ha de ejercer con generosidad hacia los hermanos y ante la comunidad; la humildad, la predisposición y la actitud de servicio debían de ser el santo y seña de un servidor de Dios, por supuesto no estaba llamado para ser servido, enriquecerse, amasar las riquezas y hacer ostentación de ellas, sino a servir, a ser un servidor.

Sin embargo, ¿qué se ve actualmente en la iglesia católica de la Guinea Ecuatorial de los Obiang? Se ve cómo los curas, salvo unas cuantas excepciones a contar con los dedos de una mano, se matan por poseer, ocupar los principales puestos y las parroquias más pudientes; se han convertido en comerciantes más notorios y exitosos del país, buscan entre los prohombres del régimen, ricachones y la familia presidencial clientes espirituales a cambio de suculentas prebendas que les hagan materializar sus ambiciones; están en todo para ser vistos, hasta crean lobbies para hacerles la propaganda e inundar las redes sociales con vídeos e imágenes ridículas solo para tal fin. No quieren ser Obispos porque la iglesia les importa, ni porque tienen un proyecto de mejora para la diócesis, ni porque arden por Dios, ni porque tienen celos por pastorear el rebaño, apacentar las ovejas, el pueblo de Dios; quieren ser Obispos para tener acceso fácil a la fama, al honor, la gloria, y sobre todo para tocar el poder, mucho poder, además de medios materiales, al igual que los miembros del régimen que luchan y se matan por ocupar altos cargos públicos y grandes puestos en la administración no para servir, sino para aprovecharse y enriquecerse, verdaderos arribistas.

También se nos decían en nuestra formación que en todas las elecciones eclesiásticas, el Espíritu Santo estaba siempre presente y guiaba a los Obispos en las ordenaciones sacerdotales y diaconales a la hora de nombrar a los párrocos y asignarles parroquias, a los Superiores de las congregaciones y Órdenes Religiosas para ejercer con acierto y sabiduría sus responsabilidades, a los Formadores y Maestros de novicios para saber acompañar en el discernimiento de los candidatos, seminaristas y novicios; también guiaba y asistía al Papa para que atine y acierte en sus nombramientos de Obispos, Arzobispos y Cardenales. Yo pido al Espíritu Santo que ayude al Papa Francisco para que acierte en el próximo nombramiento del Obispo de la Sede vacante de Bata y los Auxiliares que tanto hacen falta, que sea capaz de nombrar para la iglesia católica de Guinea Ecuatorial a un Obispo con el alma y carisma del Monseñor Jean ZOA, Desmond MPILO TUTU, Laurent MONSENGWO, Óscar ROMERO, Carlos Enrique HERRERA GUTIÉRREZ (Nicaragua), o los del Arzobispo Vicente ENRIQUE Y TARANCÓN. El país lo necesita y la iglesia católica guineana también.

Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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