Educación, Lealtad y Doctrina

Por Raúl Rivero

Cuando en las escuelas cubanas se empieza a enseñar a los niños las primeras nociones del dibujo, no se les pide que traten de representar la “mariposa blanca” (hedychium coronarium), que es la flor nacional de nuestro país. Tampoco los maestros sugieren a sus alumnos que se atrevan con la belleza del tocororo (priotelus temnurus), el hermoso pájaro adoptado como símbolo nacional por mostrar los tres colores de nuestra bandera. No. Los maestros les proponen que dibujen la boina de Ernesto “Ché” Guevara y los pantalones de Fidel Castro.

Para algunas personas que observan desde lejos esta situación, puede parecer curioso, llamativo, progresista y hasta coherente con la línea política de la nación. Otra cosa es tener que sufrirla como padres de alumnos que empiezan así su proceso educativo; porque anuncia que la ideología va a marcar su camino hasta el final de una eventual carrera universitaria.

En efecto, la educación cubana es gratuita y generalizada. Todos los muchachos tienen el derecho a asistir a clases y a aprender a leer y a escribir. Pero al mismo tiempo, tienen la obligación de colocar la doctrina comunista y atea en el centro de su formación, por encima de los valores cívicos, del respeto a los derechos humanos y del derecho a elegir su camino político y a adoptar una posible creencia religiosa.

Pocos meses después de la entrada de Fidel Castro y su tropa en La Habana en enero de 1959 —después de la caída del anterior dictador Fulgencio Batista—, los grupos de poder se empeñaron en hacer un enorme “borrón y cuenta nueva” de los llamados “valores burgueses” en la educación del país. Sobre el vacío dejado, impusieron sus dogmas y dejaron que creciera la mala hierba, que no necesita abono.

Además de utilizar a figuras en funciones de gobierno como héroes a seguir, por su desempeño político y sus posiciones ideológicas, los funcionarios del Ministerio de Educación idearon otras estrategias de adoctrinamiento. Por ejemplo, en los niveles de educación secundaria los alumnos debían permanecer a tiempo completo en las escuelas, separados de sus familias y bajo la batuta de unos profesores conocidos como “maestros emergentes”, famosos por su bajo nivel pedagógico.

A propósito de esas escuelas, la periodista Regina Coyula expresó: “¿Qué valores les trasmitirán las jóvenes generaciones a sus hijos, ellos que fueron educados por maestros emergentes, ellos que aprendieron de primera mano que el dinero compra favores, calificaciones y hasta títulos, que robar pueden sustituirse por resolver, o luchar, si se le roba al Estado, que lo que importa en verdad es la lealtad política a viva voz?”

Llegado el momento de acceder al mundo laboral, los graduados de cualquier carrera —ya sean ingenieros, médicos o de otra especialidad— deben incorporarse directamente a los organismos estatales. Por su trabajo, el Estado les pagará un salario no mucho mayor que 20 USD mensuales, que es la media salarial actual en nuestro país.

A consecuencia de esto, existe una tendencia clara entre los profesionales a dejar los títulos colgados en las paredes y a buscar empleo de cualquier tipo en áreas relacionadas con divisas fuertes, o a tratar de montar una pequeña empresa en actividades permitidas por el gobierno, tales como fondas o bares.

Lamentablemente, los jóvenes prefieren olvidar lo que aprendieron en las aulas de una universidad para convertirse en taxistas de viejos automóviles norteamericanos anteriores a 1959 (conocidos popularmente como “almendrones”), que sus familias hayan podido conservar, o servir de guías turísticos o de porteros de hoteles.

De forma invariable, los universitarios cubanos preferirán ponerse a las órdenes de un patrón extranjero que les pagará mejor que los gobernantes del país donde nacieron.

En último caso, a los jóvenes graduados les queda la triste alternativa de escapar para buscar progreso y libertad en otros países.

Lo que es peor, a causa del fracaso del sistema de enseñanza, se han pervertido los valores de los profesionales egresados de las escuelas cubanas. Esto es una dramática consecuencia de que los estudiantes tengan que aprender a sobrevivir, desde muy temprano, en una nación arruinada y sin libertad.

Bajo el mito de la educación cubana se halla un perfecto programa de adoctrinamiento, que se sostiene con la misma fuerza que los tiranos ejercen para mantenerse en el poder. La educación en Cuba puede equipararse a los tanques ideológicos de una dictadura militar. Su eventual popularidad en otros países se debe a la propaganda, donde los gobernantes cubanos —y muchos de sus fervorosos cómplices en el extranjero— sí son verdaderos maestros.

Sobre el autor:

Raúl Rivero es un periodista, poeta y escritor cubano. Ha publicado más de una docena de libros de poesía, crónicas y reportajes. Fue uno de los fundadores de la revista cultural Caimán Barbudo en 1966. Entre 1973 y 1976, fue corresponsal de la agencia Prensa Latina en Moscú y posteriormente director de su sección de ciencia y cultura.

En 1991, firmó la “Carta de los Diez Intelectuales” pidiendo reformas en Cuba, por lo que se convirtió en un perseguido político. En 1995, fundó la agencia de noticias Cubapress, independiente del régimen cubano. En 2001, fue uno de los fundadores de la primera asociación independiente de periodistas cubanos. En 2003, fue condenado a 20 años de prisión por motivos políticos. Debido a fuertes presiones internacionales, fue liberado al cabo de año y medio con la salud muy deteriorada, y marchó al exilio.

Actualmente ostenta el cargo de vicepresidente de la comisión de libertad de prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa, y colabora con los más prestigiosos medios de América y Europa.

Reconocimientos: Premio David 1969 y Premio Nacional Julián del Casal 1972, ambos otorgados por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Premio Libertad de Prensa 1997, de Reporteros Sin Fronteras. Premio María Moors Cabot 1999, de la Universidad de Columbia, el más antiguo reconocimiento internacional en el campo del periodismo. Premio Mundial de la Libertad de Prensa Guillermo Cano 2004, concedido por la UNESCO.

http://www.unpacu.org/mi-denuncia-semanal-a-la-dictadura-castrista-19-de-septiembre-de-2016-por-jose-daniel-ferrer-coordinador-general-de-la-unpacu/

 

Este artículo se publica como parte de la campaña “Mi Denuncia Semanal a la Dictadura Castrista”, promovida por la UNPACU (Santiago de Cuba) y el Foro América Unida (Santiago de Chile) con el fin de crear conciencia sobre la situación del pueblo cubano en todo el mundo.

 

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