Hace dos semanas la UE y la Unión Africana con sus respectivos países se encontraron para desarrollar una de las nuevas estrategias en sus relaciones. Estas reuniones han priorizado la lucha contra la pandemia y la emergencia climática entre otras temáticas. También se ha abordado, aunque de forma poco evidente, la seguridad, la gobernanza, el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos.
Los años de colonización borraron cualquier atisbo de reconocimiento de la preexistencia de civilizaciones en áfrica, tanto que ni siquiera en los libros de historia en Europa se mencionan las atrocidades y el saqueo al que han sometido al continente que sigue pagando en parte esa factura. Algunas iniciativas de países europeos han pretendido hacer justicia ante demandas obvias de círculos intelectuales y políticos africanos. Es el caso de las devoluciones de bienes culturales o el reconocimiento del genocidio en países como Botsuana por parte de Alemania.
Sin embargo, otro tipo de expolio se ha impuesto en los últimos años. Aquel que permite que reconocidos cleptócratas puedan impunemente amasar grandes sumas de dinero en bancos y paraísos fiscales a costa de someter a los ciudadanos africanos en la indigencia más absoluta. Por cierto, aprovechando los mismos mecanismos de los que se han beneficiado oligarcas rusos, ahora en plena invasión de Ucrania.
España y Portugal ocupan, después de China, el podio de los principales socios comerciales de Guinea Ecuatorial, por ejemplo. Estos dos países han comprado esencialmente petróleo de este país por valor de casi 800 millones de euros solo en 2020 según el instituto nacional de estadística guineano.
Y al igual que ha pasado con Angola en Portugal, muchos de los líderes de este país se han paseado con sus bólidos o yates por Europa sin que se les haya podido exigir cuentas de la procedencia de sus bienes. Uno de los yates del vicepresidente de Guinea Ecuatorial, que pasa la mayor parte del año completamente vacío, Ebony Shine, fue avistado en Cerdeña el verano pasado y tiene un valor de 100 millones de euros, un lujo criminal para Maria (nombre ficticio), una anciana que debe recoger latas vacías como modo de vida que se está haciendo común en la ciudad de Malabo ante la imposibilidad de conseguir un trabajo o que te asistan los servicios públicos. Varios procesos penales en Europa atestiguan la profundidad de la corrupción en este país como es el caso de España y Portugal precisamente, además del más importante en Francia que ha concluido con la confiscación de bienes por valor de 150 millones de euros aproximadamente. La repatriación de todos estos bienes, además, debería también formar parte del debate.
Esto no preocuparía en demasía si, por otro lado, los ingresos recibidos por Guinea Ecuatorial se dedicaran a la atención de necesidades tan básicas como la educación o la salud. Recientemente los EE. UU. anunciaron que bienes confiscados del vicepresidente de Guinea Ecuatorial serían dedicados a la compra de vacunas para la población. Esto no sería necesario si el sistema de gobernanza global y los controles regulatorios no permitieran que se desvíen fondos en primera instancia. Aunque se provea de vacunas al país, la rueda continuará rodando, permitiendo que se repita cíclicamente la condena de la cleptocracia sobre los ciudadanos guineanos.
Es por tanto imperativo que la nueva estrategia de la UE tenga una razón de ser más importante, se debe empezar por reconocer que lo hecho hasta ahora no hace más que perpetuar una situación de desigualdad que solo queda maquillada en los discursos grandilocuentes.
Las políticas actuales no hacen más que generar bolsas de pobreza extrema que llevan a una mayor inestabilidad a largo plazo, como se ha podido comprobar en países del Sahel. Como ejemplo, la coalición OCA ha podido documentar el estado deplorable de escuelas y hospitales en Malabo. Solo un vehículo de lujo del vicepresidente podría proveer de electricidad a casi el 65% de alumnos que no tienen acceso a ordenadores o luz para estudiar.
La reciente cumbre entre la UE y la UA debe servir para romper el círculo vicioso donde siempre se vuelve a la inestabilidad y la pobreza y, en consecuencia, a más inseguridad global porque alimentar a cleptócratas y autocracias implica pagar una factura muy alta como vemos en el centro de europa. El nuevo marco de la emergencia climática debería ser una plataforma que incluya medidas (concesiones) de apertura económica que sean justas para el continente. En paralelo, la voz de la sociedad civil africana debe ser escuchada a la hora de tomar las decisiones que les afectan de lleno.
El Tema de corrupción de Africa, que Europa se aprovecha. Hasta dentro de 500 años quizás tendrá solución.
De momento?? Jesús José María