Por José Eugenio Nsue
¿QUÉ LES PASA A LOS AFRICANOS?
La creencia en el Más Allá, de que podía haber la otra vida después de esta y que nuestra existencia y el universo no son frutos del azar, tuvieron que ser la obra de un Hacedor, Creador o Dios, existen desde que el ser humano empezó a razonar, desde la aparición del Homo Sapiens casi; las prácticas religiosas son igualmente ancestrales y universales. En todas las partes de todos los continentes y en todos los tiempos ha habido prácticas religiosas o cultos hacia los muertos, y se sigue haciendo hasta la fecha. Antes del triunfo de la razón, la evolución y el avance científico, industrial y tecnológico, Dios estaba en todo y en boca de todos (teísmo); todo el mundo creía y pensaba que todos los fenómenos y avatares de la vida se explicaban a partir de Dios por lo que la interrelación entre el hombre y Dios no es de ahora ni de este siglo, ni solo de los africanos, ni del continente negro. ¿Qué ha pasado para que los africanos, dejando sus prácticas ancestrales de intercomunicar con los idos y relacionarse con el Más Allá y con su Dios o ZAMA, interceder y pedir por los suyos, por sus aldeas, hayan abrazado las religiones impuestas y están pasando tres pueblos en sus prácticas y usos hasta hacer el ridículo y las payasadas alegremente delante de todo el mundo?
De lo que fue una práctica generalizada antiquísima, a medida los humanos fueron evolucionando y tomando la conciencia de que no todo era atribuible a la manifestación divina necesariamente, que aun siendo cierto e irrefutable de que el universo fue creado por Alguien o por Algo y para un fin, había leyes naturales que todos los creados estábamos obligados a cumplir inevitablemente, había que dar a Dios lo que era de Él y a los humanos lo que era nuestro, es decir la inteligencia, el razonamiento y la intuición; todos los continentes se dieron cuenta que como dice el mismo Hijo de Dios: «A Dios rogando con el mazo dando» (Lc 16: 19-31). África se ha quedado con la parte folclórica y superficial de la fe y las creencias. Las religiones se han convertido para los africanos exclusivamente en su modo de vida, su quehacer cotidiano, su refugio.
El esperpento de esas prácticas religiosas ha llegado a cotas insospechadas y una ridiculez que abochorna a propios y a extraños. ¿Cómo se puede concebir que abofetear a un «feligrés» en una celebración por el pastor por no reunir la cantidad estipulada para el diezmo, hacer flexiones durante la celebración convirtiendo el «templo» en un fitness o gimnasio; unas mujeres cargándose en sus cabezas con sillas, ramos de árboles, los varones con grandes cruces van saltando, arrodillándose y como poseídos alborotan y agitan el salón; un sujeto trajeado de azul se planta en plena misa, aprovechando el momento del ofertorio, va tras la señora que quería dar en ofrenda unos manojos de plátanos para robárselos mientras los presentes, no sé si llamarlos feligreses, le despiden con aplausos; un sacerdote sin pudor ni reparo utiliza la homilía y la misa para hacer apología en pro del gubernamental partido, el PDGE, olvidando la neutralidad y la imposibilidad que deben caracterizar a los elegidos de Dios para llevar su mensaje por los confines de la tierra, hacer el bien a los necesitados, sanar los enfermos, consolar a los afligidos y denunciar las injusticias que cometen los poderosos. Por lo visto, algunos hombres de sotana han preferido aliarse con los poderosos y políticos causantes de las mayores desgracias y penas de la población; todo eso es para rezar, alabar a Dios y glorificarle?
¿En qué se ha convertido el culto, la práctica religiosa para los africanos, sobre todo en nuestro país, Guinea Ecuatorial? ¿Siguen las religiones siendo ese eslabón que unía, acercaba a los humanos con Dios, unas prácticas de recogimiento, oración, meditación o acción de gracias, o se han convertido un lugar de evasión, distracción, entretenimiento donde los practicantes, asistentes, hinoptizados y arengados por los mal llamados pastores o sacerdotes, van para olvidar sus problemas y penas personales, entran en éxtasis y empiezan hacer movimientos absurdos, descontrolados y descoordinados? ¿Qué tiene que ver dar saltos de canguro, llevarse las sillas sobre sus cabezas, hacer flexiones, meter a las personas en barreños grandes, mezclarlas con las verduras y demás ingredientes para similar una cocción de alimentos o ir a robar plátanos en plena celebración eucarística con alabar a Dios y pedir sus bendiciones?
No hace mucho, corría por las redes sociales un vídeo en francés en el que se mostraba cómo mientras los demás jóvenes de los demás continentes se formaban en las universidades para ser buenos ingenieros, expertos en tecnología, arquitectura; trabajaban en la fabricación y construcción de los aviones, barcos, trenes, vehículos o los aparatos electrónicos; trabajan en Silicon Valley, Hong Kong, Shangai, Yakarta, Abu Dabi, Doha, Tokio, Nueva Delhi, París, Londres o en Berlín; «les africains dansent et dansent» (los africanos bailan y bailan). Si a eso se añade el tiempo que pierden los africanos en los templos, las iglesias y las mezquitas haciendo el ridículo; convendreis conmigo en que nuestro continente tardará siglos en desarrollarse. Tanto rezar sin embargo el africano es incapaz de darse cuenta que a Dios hay que rogar, pero a la vez con el mazo dando.
Los asiáticos rezan (japoneses, filipinos, hindúes, tailandeses; ya no digamos los países árabes); los americanos rezan (norteamericanos, canadienses, mejicanos, colombianos y un largo etcétera); los europeos rezan (alemanes, ingleses, italianos, irlandeses, españoles, etc, etc); los australianos y nuevazelandeses también rezan, al mismo tiempo se dedican a la investigación, a la formación y a los estudios; trabajan para desarrollar sus sociedades y buscar su propia prosperidad; ¿qué pasa con los africanos que todo lo hacemos al revés, perdemos tanto tiempo en banalidades y no nos damos cuenta de lo atrasado que está nuestro continente?
Nadie me quitará de la mente la teoría de que los gobernantes africanos están permitiendo la proliferación de tantas religiones y prácticas esotéricas para mantener a la población en la ignorancia y la incultura para así someterla y que se perpetúen en el poder. Es inaceptable e increíble que en toda África haya más mezquitas, templos e iglesias que escuelas, colegios, institutos o universidades. Con esos mimbres, ¿cómo se va a construir sociedades modernas, fábricas, hospitales; formar médicos, ingenieros, arquitectos o profesores?
Lo que pasa en África, concretamente en la República de Guinea Ecuatorial con esas historias de celebraciones, cultos, rituales y misas, es igual de preocupante que el régimen que nos malgobierna. El panorama pinta tan negro que no se vislumbra una salida; esta sociedad está podrida y ninguno de los que la dirigen ni puede, ni quiere, ni tiene idea de lo que hacer. ¡Qué tristeza la nuestra!
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?