La reciente noticia sobre la implementación del Seguro Médico Obligatorio (SEMO) en Guinea Ecuatorial, bajo la supervisión del Ministerio de Sanidad y con la colaboración de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), está generando una mezcla de escepticismo y frustración entre la población. En un país donde la corrupción ha minado casi todos los servicios públicos, incluido el sistema sanitario, el SEMO parece más una nueva fachada para ocultar el verdadero colapso de la salud pública que una iniciativa genuina para mejorarla.
¿Qué es el SEMO y por qué ahora?
El SEMO promete ser un seguro médico universal que cubra a todos los ciudadanos de Guinea Ecuatorial. En apariencia, parece un paso lógico hacia la modernización de la sanidad pública, especialmente en un contexto internacional donde muchos países han implementado esquemas similares para garantizar el acceso a la atención médica. Sin embargo, el escepticismo no tarda en emerger cuando se observa el contexto local: ya existe un sistema de seguridad social llamado INSESO, que en teoría, cumple la misma función.
Entonces, ¿por qué es necesario un nuevo sistema? ¿Significa esto que el INSESO ha fracasado de manera rotunda? ¿O acaso el régimen está buscando un nuevo canal para continuar desviando los recursos públicos que deberían estar destinados a la salud del pueblo?
El Instituto Nacional de Seguridad Social (INSESO) fue creado con la finalidad de proporcionar seguridad social a los trabajadores y sus familias, incluyendo la atención médica en hospitales públicos. Sin embargo, su existencia ha sido marcada por una ineficacia extrema, resultado directo de la corrupción que permea cada nivel del gobierno ecuatoguineano.
A lo largo de los años, numerosos informes y denuncias han revelado cómo altos funcionarios del régimen, incluidos miembros de la familia presidencial, han utilizado INSESO como un vehículo para desviar fondos destinados a la sanidad pública hacia cuentas privadas en el extranjero. La primera dama, Constantia Mangue, ha sido repetidamente señalada en varios escándalos de malversación de fondos, siendo uno de los rostros más visibles de esta corrupción sistemática.
El resultado es un sistema de seguridad social y de salud completamente disfuncional. Los hospitales públicos carecen de los suministros más básicos, desde medicamentos esenciales hasta equipos médicos de uso diario. Los médicos, en su mayoría, no reciben salarios decentes, lo que los obliga a emigrar o, en muchos casos, a aceptar sobornos para tratar a los pacientes. A este desastre se suma la falta de formación adecuada del personal sanitario, ya que las oportunidades para capacitarse son mínimas y están reservadas, como casi todo en el país, a los allegados del régimen.
La sanidad colapsada: Morir en Guinea Ecuatorial o buscar refugio en el extranjero
Uno de los aspectos más trágicos de la crisis sanitaria en Guinea Ecuatorial es que aquellos que tienen los recursos para escapar del sistema lo hacen sin dudarlo. Los miembros del gobierno y sus familias evitan a toda costa ser tratados en los hospitales públicos que ellos mismos han condenado a la ruina. Los ejemplos abundan: ministros, generales y parientes cercanos del dictador Teodoro Obiang han fallecido en hospitales europeos y sudafricanos, donde han acudido en busca de tratamiento médico que simplemente no está disponible en su país natal.
Uno de los casos más representativos fue el de Antonio Mba Nguema, hermano del dictador Teodoro Obiang, quien falleció en un hospital de Sudáfrica tras no poder recibir la atención adecuada en Guinea Ecuatorial. Similar fue el destino de Jesusa Obono Engo, secretaria general adjunta del partido gobernante, que falleció recientemente en el hospital de Parla, España. Estas muertes, son solo una pequeña muestra de una tendencia más amplia: aquellos que pueden permitírselo, huyen del sistema sanitario que ellos mismos han ayudado a destruir.
Mientras tanto, el pueblo de Guinea Ecuatorial queda a merced de hospitales donde la atención médica es prácticamente inexistente. Las historias de ciudadanos comunes muriendo por enfermedades tratables debido a la falta de medicamentos, personal médico y equipos adecuados son numerosas. En muchos casos, las familias ni siquiera pueden costear el transporte para llegar a los hospitales, lo que agrava aún más la situación.
SEMO: ¿Una solución o otra cortina de humo?
Con este telón de fondo, el lanzamiento del SEMO parece, en el mejor de los casos, una solución apresurada y mal concebida. En el peor de los casos, es una nueva herramienta para desviar fondos públicos bajo la excusa de mejorar la atención médica. Si el INSESO, que ya tenía la responsabilidad de gestionar los servicios médicos, ha sido un fracaso absoluto debido a la corrupción, ¿qué garantías tiene la población de que el SEMO no sufrirá el mismo destino?
El gobierno de Malabo ha sido extremadamente vago en cuanto a cómo funcionará el SEMO, qué coberturas ofrecerá y, lo más importante, cómo se financiará. Si se utiliza el mismo esquema que el INSESO, donde los fondos son supuestamente recaudados a través de las contribuciones de los trabajadores y las empresas, el riesgo de que esos fondos sean nuevamente malversados es altísimo. Además, con un historial tan marcado por la corrupción, cualquier promesa de transparencia suena vacía.
Los expertos internacionales que han sido traídos para asesorar en el desarrollo del SEMO, incluidos representantes de la OMS, corren el riesgo de ser utilizados como una herramienta de legitimación. El régimen de Teodoro Obiang ha demostrado ser experto en proyectar una imagen internacional de progreso, mientras que, en la práctica, mantiene una política interna de represión y saqueo. La pregunta que queda en el aire es si estas organizaciones serán capaces de implementar verdaderos mecanismos de control y supervisión, o si serán simplemente cómplices pasivos en otro capítulo de corrupción.
La crisis sanitaria: reflejo de un régimen fallido
La crisis de la sanidad en Guinea Ecuatorial no es un fenómeno aislado; es un reflejo de un régimen que, durante más de 40 años, ha priorizado el enriquecimiento personal de la élite gobernante sobre el bienestar de su pueblo. Teodoro Obiang y su círculo cercano han saqueado los recursos naturales del país, desviando miles de millones de dólares provenientes del petróleo hacia cuentas en el extranjero, mientras que los ciudadanos comunes viven en la pobreza y carecen de los servicios más básicos.
La sanidad es solo uno de los muchos sectores que ha sido destruido por la corrupción. La educación, el empleo y la infraestructura también están en condiciones deplorables, lo que agrava aún más la crisis humanitaria que vive el país. En este contexto, la implementación del SEMO parece una maniobra desesperada por parte del gobierno para mantener una fachada de progreso, mientras sigue ignorando las verdaderas necesidades de la población.
Un futuro sin esperanza bajo el SEMO
El lanzamiento del Seguro Médico Obligatorio en Guinea Ecuatorial debería ser motivo de esperanza para un país que sufre una de las peores crisis sanitarias del continente africano. Sin embargo, la realidad es que, sin un cambio profundo en las políticas de gestión y sin un compromiso real con la transparencia, el SEMO corre el riesgo de ser otra fachada vacía, destinada a encubrir los desastres del pasado y a abrir nuevas oportunidades para el saqueo de los fondos públicos.
El pueblo guineoecuatoriano merece más que promesas vacías y seguros que no aseguran nada. Merece un sistema de salud que funcione, hospitales que no se caigan a pedazos y un gobierno que rinda cuentas por los miles de millones robados en nombre de la sanidad.