Por Fernando Abaga Edjang
Suele llegar en ciclos. No suele estar nada claro por qué aparece, desaparece solo para reaparecer y desaparecer. Y durante este subir y bajar no suele estar claro qué se ha conseguido. No ha habido nunca una evaluación que pudiera justificar su reaparición, tampoco se aprenden lecciones de la última vez que apareció para hacerlo diferente ahora.
Del mismo modo, nadie se pregunta por qué no funcionó la última vez ni se molesta en encontrar las razones que pudieran hacer pensar que va a funcionar ahora. Sin embargo, cada vez que aparece, se presenta como la panacea, la bala mágica que traerá la democracia a Guinea Ecuatorial. Estoy hablando de la UNION o UNIDAD de partidos políticos. El término ha vuelto a aparecer, como si fuese la primera vez. El pasado no existe. Y esta vez ha venido de la mano del Manifiesto de Madrid (MM), que se firmó “Efi firi”, y de la reciente reunión de la CORED en Madrid, solo porque a esa reunión asistieron muchos líderes políticos. Ambos casos demuestran que, para los que propugnan esta idea, la unión o unidad de partidos políticos se reduce a un acto, un evento: la firma de un documento o la participación a una reunión.
No me da miedo ser una voz solitaria en este tema: yo creo que los esfuerzos por forzar la escurridiza unión o unidad de partidos políticos es una pérdida de tiempo. La primera razón es la más simple y se basa en la experiencia de unos veinte años: a pesar de los múltiples intentos, hasta ahora no se ha logrado. Existe una larga fila de cruces de coaliciones políticas reventadas. Se habla mucho de la POC, pero, ¿qué fue de la POC? Mantener la POC absorbió más esfuerzo que luchar contra la dictadura. Muchos de los acuerdos a los que se llegó en el seno de la POC nunca fueron respetados. Y varias veces decisiones consensuadas se violaban al minuto siguiente. Las razones que hicieron de la POC un fracaso persisten y son las mismas que minarían el nuevo impulso a favor de la unidad o unión de los partidos políticos, donde destacan: la desconfianza, la falta de sinceridad y de principios, la ausencia de una cultura de respetar la palabra y la firma. Muchos de los que firmaron el MM ya se arrepienten de haberlo firmado.
Pero, hay más. Se observa que los guineanos hablan siempre en términos muy generales. Los que propugnan la unión o unidad no suelen nunca especificar este concepto. Y los que se suman a la idea, tampoco se molestan en definirlo. Los guineanos no se interesan mucho en las definiciones de los conceptos o cada uno desarrolla su propia definición o mejor dicho, su propia comprensión del concepto. Un joven profesional me ha respondido hace poco, cuando le he aconsejado que mire la definición de “empresario”, porque piensa que tener un título en empresariales significa que uno es empresario, la respuesta ha sido: “yo tengo la mala costumbre de llegar a mis propias conclusiones”. En una sociedad en que cada uno tiene una definición particular de las cosas, todos son expertos en todo.
Otro aspecto derivado de este tema es que los guineanos hablan pero no se comunican. Pues, la comunicación implica un proceso de codificación y descodificación entre las partes, lo que exige la existencia de un significado común de los conceptos transmitidos a través de un mensaje. Y el corolario de este estado de cosas es que los guineanos tienden a gritar y gesticular mucho. Es así que la idea de la unión o unidad significa diferentes cosas para diferentes personas. A pesar de este importante obstáculo, muchos se apuntan a esta vaga idea, sin ideas claras.
Otro aspecto importante es también la ausencia del concepto de proceso, es decir los diferentes pasos o etapas por los que hay que pasar para conseguir unos objetivos. Estoy hablando del “cómo”. Por ejemplo: la unión o unidad, implica una serie de pasos a dar para alcanzarla. Otro ejemplo: el retorno a Guinea Ecuatorial, idea que está ahora en boca de muchos. Y los diferentes pasos o etapas tienen consecuencias, por lo que hay que analizarlas cuidadosamente. Sin embargo, muchos creen que eso se reduce a la firma de un acuerdo, como hemos visto con el famoso MM, o más concretamente a la una financiación por doce meses, en un país lleno de barreras militares y en que reina la impunidad. Y cuando las cosas salen mal, la gente se pregunta por qué han salido mal. Solo para volver a repetir la experiencia, para volver a fracasar.
Lo dicho: no me da miedo ser una voz solitaria en esta cuestión al igual que en otras tantas. La unión o unidad de partidos políticos es una utopía. Y es que se basa en un ideal que esconde una importante falacia. Y es que todos los líderes políticos luchan por la implantación de la democracia en Guinea Ecuatorial. Es posible que sea cierto. Pero, lo que cuenta aquí no es el afán de democratizar el país. Lo que cuenta es el papel que aspira a jugar y el lugar que piensa ocupar cada líder político. Y es este hecho – las aspiraciones políticas de cada líder político – lo que determina que, en vez de cooperación predomine entre ellos la competición. Es una situación de suma cero: el éxito de uno condena a los demás al fracaso. Y esto es también lo que determina que los líderes no respeten los acuerdos firmados especialmente si aparece una oportunidad que pudiera favorecer sus posibilidades de alcanzar sus objetivos políticos individuales. Nadie está dispuesto a sacrificar sus posibilidades de alcanzar sus objetivos políticos, incluyendo el papel que tiene pensado desempeñar en el proceso de democratización.
Si es verdad que todos los líderes políticos aspiran a la democratización del país, no sería ni siquiera necesario hablar de la necesidad de unión o unidad. Pues, sus acciones deben, por separado, ser favorables a la consecución de este importante objetivo. En ese sentido, el problema no sería la falta de unión o unidad, sino las constantes peleas, tanto entre los partidos políticos como en el seno de los mismos. Y como se ha visto, estas peleas tienen como fondo, las aspiraciones individuales y contrapuestas de los líderes políticos. La otra cara de esta desgracia es una bendición: frente a una dictadura bien arraigada y dispuesta a menguar la fuerza de la oposición, es mejor la desunión que la unión. Formando un frente común también hace vulnerable a la oposición a las maniobras destructivas del Fundador. El escenario político nacional esta minado de partidos políticos que han sido reventados con facilidad, resultando en facciones enzarzadas en la mutua destrucción y todo ello, en beneficio de la dictadura. Este macro frente que algunos están proponiendo será un bocado apetitoso y fácil de masticar para el Fundador, porque estaría integrado por elementos tan dispares en la forma de pensar, figurando entre ellos aquellos que tienen unos antecedentes muy oscuros y con escasos credenciales democráticos. Esperar que funcione esta mezcolanza de individuos es pecar de ingenuo.
Repito a modo de conclusión: si los líderes luchan por la democracia, sus acciones individuales se van a complementar y redundaran en favor de la democracia. Al mismo tiempo, se protegen de las embestidas del Fundador. Pues, si el Fundador se lleva a un líder, que se lo lleve. Pero, ello no afectaría mucho a los demás. Pero, si es en grupo, ello pone en las manos del Fundador la posibilidad de dañar al conjunto, tal como ha hecho hasta ahora. Que cada uno luche por su lado no impide que se pueda llegar a acuerdos sobre temas puntuales, poniendo más énfasis en la coordinación, las consultas periódicas y el intercambio de la información. Pues, no sería necesario firmar acuerdos sino solo las minutas de las reuniones y para los efectos correspondientes. Estoy hablando de la necesidad de recurrir a acuerdos de caballeros sobre temas puntuales, en lugar de una unión o unidad formal, como parecen insinuar los que propugnan esta idea. Esta fórmula tiene la ventaja de que deja el espacio suficiente para que cada líder político pueda mantener su identidad propia y la de su partido político.