En Guinea Ecuatorial, la anormalidad ha dejado de ser una noticia para convertirse en un estado permanente. Estos días, la visita del Primer Mariachi a los almacenes de CENTRAMED dejó al descubierto otra bofetada a la dignidad de la nación que ya no tiene nada que perder: medicamentos valorados en más de 1.500 millones de francos CFA acumulando polvo y caducando en los almacenes, mientras nuestros hospitales apenas pueden ofrecer una venda, gasa o un calmante a los pacientes que agonizan.
Por si fuera poco, miles de libros y materiales escolares destinados a la educación de los hijos de Guinea Ecuatorial se pudren también en otros almacenes del régimen. Mientras tanto, los niños caminan kilómetros descalzos para llegar a escuelas que carecen de techos, pupitres y profesores motivados. Todo esto ocurre bajo un gobierno que siempre se presenta como “defensor del pueblo” pero que ha demostrado, una y otra vez, que lo único que defiende es su propia supervivencia.
Para completar la humillación, este mismo país, que no tiene reparos en gastar millones en medicamentos que nunca llegarán a los hospitales, se ve obligado a mendigar retrovirales a la vecina Gabón para atender a los enfermos de VIH. La pregunta obligatoria es : ¿cómo puede un país tan rico en recursos naturales y que presume de «Paz reinante» puede llegar al punto de depender de la caridad de sus vecinos para salvar vidas?
Y entonces llega el espectáculo: el Primer Ministro da un plazo de un mes a la nueva directiva de CENTRAMED para “cambiar la imagen del centro”. No para garantizar que los medicamentos lleguen a los hospitales ni para evitar que los libros sigan pudriéndose, sino para mejorar la imagen. Porque, para este régimen, la imagen lo es todo, y la realidad no importa.
¿Quiénes son los verdaderos enemigos de Guinea Ecuatorial? Han vendido durante décadas la idea de que la amenaza viene de la oposición en la diáspora, esa minoría que alza la voz contra la injusticia. Han dicho que son los exiliados, los críticos, quienes conspiran para desestabilizar el país. Pero los medicamentos que se pudren, los libros que nunca llegan a los niños y los retrovirales que mendigamos en Gabón no son culpa de la oposición ni mucho menos, de los que escriben denunciando sus pachangas mentales.
El enemigo está en Guinea Ecuatorial y es miembro del régimen, ataviado del pijama del PDGE. Son los saqueadores de siempre, los que firman presupuestos inflados para desviar fondos, los que no quieren pagar a los proveedores del grupo CEIBA y al personal despedido en esa mal llamada empresa aérea, los que llenan sus cuentas bancarias mientras el pueblo paga con su salud y su educación. Esos mismos que cobran comisiones en la compra de armas que jamás hemos visto en los desfiles, mientras Gabón ocupa tres islotes nuestros y Camerún se apodera de grandes extensiones de nuestro territorio. Un país lleno de mercenarios extranjeros que cobran sueldos exorbitantes no para protegernos, sino para garantizar que quienes ostentan el poder sigan bien cómodos en sus palacios.
Guinea Ecuatorial no necesita enemigos externos; ya tiene suficientes internos. Cada medicamento que caduca, cada libro que se pudre y cada ayuda que pedimos a nuestros vecinos y al FMI es una nueva prueba de que el régimen no gobierna para el pueblo, sino contra él.
La verdadera oposición está en cada ciudadano que no acepta esta humillación como normalidad. El verdadero enemigo no está en Gabón ni en Camerún, ni siquiera en España de donde provienen las ideas importadas. El verdadero enemigo lleva décadas saqueando este país y dejando a su gente en la miseria. Pero su tiempo, aunque ellos no quieran admitirlo, se está agotando. La paciencia del pueblo tiene un límite, y cuando ese límite se rompa, ni los almacenes vacíos ni los mercenarios extranjeros podrán salvarlos.