Un grupo de la red social facebook , está dando mucho que reflexionar y escribir. Lo último es tras un post donde se exigía que cada guineana ponga a su «xico en el perfil, queremos arreglar el país«. Este llamado, invita a reflexionar sobre una realidad profundamente arraigada en nuestra sociedad, donde la promiscuidad se ha normalizado y se han adoptado lemas como «Nadie es de nadie», «Nadie duerme» y «El que no puede aguantar la poligamía que cruce la frontera«. Estos eslóganes reflejan una cultura que, en lugar de fomentar valores como la fidelidad, el compromiso y la responsabilidad en las relaciones, promueve un ambiente de inestabilidad emocional y desconfianza.
En un contexto donde una mujer puede llegar a financiar la boda de su amante y disfrutar de la luna de miel en lugar de la novia, se revela una profunda distorsión de los valores que deberían fundamentar las relaciones. Este escenario no solo desafía las normas tradicionales del amor y el compromiso, sino que también pone en evidencia un entorno donde las apariencias y las estrategias personales han tomado el lugar de la autenticidad y la integridad.
La capacidad de una mujer para aportar dinero a la boda de su amante y ocupar el lugar de la novia en la luna de miel no es solo una anécdota impactante, sino un símbolo de una sociedad donde los valores esenciales como la lealtad, el respeto y el amor verdadero han sido desplazados por intereses individuales y superficiales. En este tipo de entorno, las relaciones dejan de ser un espacio de conexión genuina y se convierten en un campo de batalla de poder, donde el objetivo no es el compromiso mutuo, sino la satisfacción de deseos personales a cualquier costo.
Cuando el «Sí, quiero» se convierte en una simple formalidad, un gesto vacío «de cara a la galería», la esencia del matrimonio y del compromiso a largo plazo se pierde por completo. Las ceremonias que deberían ser la culminación de un amor profundo y el inicio de una vida compartida se transforman en espectáculos destinados a impresionar a los demás, mientras que el verdadero significado del compromiso queda relegado al olvido. Esta desconexión entre la forma y el fondo, entre lo que se muestra y lo que realmente se siente, es un reflejo de una sociedad que valora más la apariencia que la sustancia.
En una cultura donde algunos «rollos» son exhibidos como trofeos para atraer la atención de otros, se observa un fenómeno donde las relaciones son mercantilizadas y utilizadas como herramientas de poder y status. El hecho de mostrar abiertamente estas conexiones no como manifestaciones de amor, sino como una especie de «reclamo» para otros, refleja una profunda inseguridad y una falta de autoestima, tanto a nivel personal como colectivo. En un ambiente así, las relaciones dejan de ser un refugio de seguridad emocional y se convierten en un juego de manipulación y competencia.
En contraste con la visibilidad de estas relaciones superficiales, el amor verdadero, aquel que se basa en el respeto, la confianza y el compromiso genuino, se vuelve casi invisible. Aquellos que realmente buscan construir algo duradero y significativo parecen quedar opacados por el ruido de las relaciones vacías que se exhiben con tanto orgullo. Es como si el amor auténtico se hubiera convertido en algo tan raro que ya nadie lo ve, ni lo valora.
Para revertir esta tendencia, es necesario revalorizar el significado de las relaciones y del compromiso. La sociedad necesita un cambio de paradigma, donde el valor no se mida por lo que se muestra o por cuántas personas se conquistan, sino por la calidad de las conexiones que se construyen. Esto implica un retorno a los principios fundamentales de respeto, honestidad y amor genuino, valores que han sido relegados pero que son esenciales para la estabilidad emocional y social.
Este escenario debe llevarnos a una reflexión profunda sobre lo que realmente valoramos en nuestras vidas y en nuestras relaciones. Es un llamado a reconsiderar la forma en que nos relacionamos con los demás y a cuestionar las normas sociales que han permitido que este tipo de situaciones se conviertan en algo común. Solo a través de esta introspección y de un compromiso renovado con los valores esenciales podemos aspirar a crear un entorno donde las relaciones vuelvan a ser algo sagrado y significativo.
Esta situación no solo es una muestra de la decadencia moral en las relaciones personales, sino también una invitación urgente a reconsiderar y reconstruir los valores que deberían guiar nuestras interacciones con los demás.Este reflejo distorsionado de las relaciones es un síntoma de una sociedad que ha perdido de vista los valores fundamentales del amor y el respeto
La construcción de un país más sano, en todos los sentidos, comienza con la sanación de sus relaciones interpersonales.
Imposible, es un juego de exhibición.
Nadie apuesta por la soltería. Se casan para llamarse señores y señoras; si hay que comprar el amor, se compra.
Las mujeres ya compran a los hombres para que les conviertan en señoras casadas.
Yo ya paso, soy feliz y libre de todo ese carnaval de amores disfrazados. Me declaro soltera. No puedo aceptar que ningún hombre secuestre mi libertad a estas alturas de mi vida. El que me quiera, estaremos con el único compromiso mutuo. Para qué quiero ese compromiso vacío social??? El casado es un soltero. El otro día mi hermano y yo estábamos observando los coches y me decía que, si observo bien, la mayor parte de casos tien coches con los lunares tintados para llevar a sus amantes; tienen dos o varios coches para sus movidas.
Yo creo la libertad sexual a nivel mundial está muy lejos de los valores tradicionales. Después de este estadio, no sé qué vendrá… jjjj.