La nueva terminal del aeropuerto de Malabo, anunciada como un símbolo de modernidad y progreso, deja en evidencia las profundas contradicciones que atraviesan Guinea Ecuatorial. En un país donde el vicepresidente de su padre presume en redes sociales un reloj valorado en 3 millones de Dólares USA, los ciudadanos y visitantes se enfrentan a condiciones indignas en un aeropuerto que, lejos de ser internacional, parece diseñado para lucrar con servicios básicos y subestimar las necesidades del pueblo.

Para empezar, es escandaloso que en este aeropuerto, los pasajeros deban pagar 1.000 francos por el simple uso de un carrito portaequipajes. Esta medida, casi inexistente en otros aeropuertos de renombre mundial, no solo resulta en un costo adicional injustificado, sino que refleja un sistema que privilegia las ganancias rápidas sobre la comodidad y el bienestar de los usuarios. Mientras tanto, la élite del país disfruta de un estilo de vida de excesos, sin considerar las carencias cotidianas que enfrenta la mayoría de los guineoecuatorianos.
La ausencia de un servicio de WiFi para el público, es otro indicio de la falta de visión y modernidad. En cualquier aeropuerto que se precie de ser internacional, la conectividad es una necesidad básica. La falta de WiFi, ni siquiera de pago, no solo demuestra la desconexión con las necesidades actuales, sino también la falta de compromiso con ofrecer un servicio de calidad. En un mundo cada vez más interconectado, Malabo se queda atrás, privando a sus pasajeros de una comodidad esencial.
Además, la oferta de servicios en la terminal es tristemente limitada. En la zona de embarque, los pasajeros solo tienen acceso a un bar, cuyas tarifas son desproporcionadas en relación con el poder adquisitivo del guineoecuatoriano promedio. Esta situación no solo pone de manifiesto la falta de competencia y opciones para los viajeros, sino que también es un reflejo de la desigualdad estructural que permea el país: un país donde unos pocos ostentan lujos excesivos mientras la mayoría lucha por acceder a servicios básicos.
La terminal del aeropuerto de Malabo no es más que un escaparate vacío, un reflejo de un país donde el lujo de unos pocos contrasta de manera grotesca con las necesidades de la mayoría. Lejos de ser un verdadero aeropuerto internacional, esta terminal es un símbolo de la desconexión entre el régimen de Teodoro Obiang y el pueblo, donde las prioridades están claramente mal alineadas.
Efectivamente, por vez primera estrené ese aeropuerto el mes pasado y lo primero que me llamó la atención era que los carros para transportar el equipaje estaban encadenados, ni modo para sacarlos de esta cárcel.
Y enseguida apareció un chico a mi lado y me dijo que si quería coger el carro, le dije que sí, por dos 2.000 francos. Le dije que no podía pagar eso, que los carros son gratis en cualquier aeropuerto. Me dijo que yo transporte como vea mi equipaje. Luego vino otro que me propuso 1.000 francos, claro, a uno no le queda otra que pagar, tenía equipaje pesada. Pero es tremendo el robo y el negocio ruin que se montan esos tipejos que se dicen ricos.
Cuando salí fuera y le di dinero al chico, es cuando me dice la persona que no se pagan esos carros, que nos han timado. Entonces les dije que entren y vean cómo todos los carros están atados y no hay modo de sacarlos y dentro ponen a dos chicos que son los que ídem dinero a los que quieren sacar su equipaje fuera.
Es tremendo y vergüenza para los pocos extranjeros que nos visitan.
Lo mismo pasa al entrar en el aeropuerto… Atosigamiento de los chicos que embalan el equipaje; aunque claro, allí sí puedo entender que buscan su pan. Pero está nuevamente el servicio del carro que te piden igualmente dinero para llevarte la carga adentro.
Este negocio lo regenta algún jefecito de estos porque está a la luz de todos. Vi igualmente cómo a un chino le cogían casi 5.000 mil por la de equipajes que tría que eran muchísimas maletas.
Es vergonzoso!!
La próxima llevaré mi ekalik para sacar mi equipaje
Vergüenza suprema y robo a cara descubierta de gente que no tienen apenas nada.