El abandono deliberado de la carretera que enlaza con Egombe-Gombe

En Guinea Ecuatorial, donde el régimen presume de su supuesta modernización y de unas infraestructuras que, en su mayoría, solo existen en discursos vacíos, Egombe-Gombe se erige como un testimonio palpable del desprecio y la discriminación institucionalizada. Este pequeño pueblo costero de Mbini, hogar de figuras históricas como Atanasio Ndong Miyono, padre de la independencia de Guinea Ecuatorial, y Plácido Micó Abogo, un destacado opositor al régimen de Teodoro Obiang, permanece casi aislado debido a una carretera intransitable que no ha recibido mejoras desde hace décadas.

La situación no es casual. Mientras que las vías de acceso a otros pueblos cercanos han sido asfaltadas, Egombe-Gombe sigue siendo ignorado, obligando a sus habitantes a arriesgar sus vidas viajando en cayucos hasta localidades vecinas como Etembúe para poder conectarse con el resto del país. La pregunta, evidente pero sin respuesta oficial, es: ¿por qué? El diputado de la «zona roja» de Mbini, apodado “Pepín”,que parece tener un pepino en la cabeza en lugar de cerebro, tiene como única prioridad proteger su interés personal, dejando a su pueblo sumido en el olvido. Su silencio ante la situación contrasta con la rapidez para emitir comunicados en respuesta a denuncias publicadas por Radio Macuto. Pero de acciones concretas para garantizar una carretera transitable, no hay rastro.

Los habitantes de Egombe-Gombe no solo sufren el aislamiento, sino que también ven cómo la empresa COMALI, de capital libanés y dirigida por un individuo conocido como Rabit, explota los recursos naturales de la zona, dejando solo devastación. «Ya no queda rastro de árbol robusto en el pueblo; se lo han llevado todo», lamentan los lugareños.

COMALI, que exporta la madera de la zona utilizando la misma pista destrozada, ni siquiera se toma la molestia de arreglar la vía que usa para transportar su botín. En lugar de invertir en obras sociales, prefiere pagar “comisiones” al diputado, ese “pepino cerebral” que actúa como cómplice del saqueo de su propia tierra. Mientras tanto, los habitantes de Egombe-Gombe luchan por sobrevivir con una economía basada en una pesca artesanal cada vez más precaria y en cocos, cuya producción fue devastada por una epidemia hace años.

El abandono no se limita a esta carretera. El reciente proyecto para conectar toda la costa, desde Etembúe hasta Cabo San Juan, adjudicado “milagrosamente” a otro cómplice del régimen que regaló 100 millones de francos CFA al dictador en campaña electoral, pone de manifiesto el cinismo del sistema. ¿De qué sirve un proyecto tan ambicioso si ni siquiera se garantiza lo básico para las comunidades locales? ¿Es esta otra maniobra de corrupción en la que los beneficios fluyen hacia las arcas del régimen mientras los pueblos quedan relegados?

El régimen de Teodoro Obiang se ha vanagloriado durante décadas de sus infraestructuras, pero estas parecen ser selectivas, al servicio de quienes rinden tributo al dictador o a sus aliados. Egombe-Gombe no solo es un símbolo de abandono; es la prueba palpable de un sistema que margina deliberadamente a quienes no se arrodillan ante él. La carretera intransitable es más que un problema logístico; es un recordatorio cruel de que en Guinea Ecuatorial, la corrupción y la discriminación son las únicas constantes en un país que debería pertenecer a todos, pero que es tratado como un feudo privado.

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