Esta mañana, pasajeros con destino a Bata quedaron varados en el aeropuerto debido a la falta de un avión disponible. La aerolínea Cronos Airlines informó que estaba gestionando una solución, pero esta situación no es nueva para los guineoecuatorianos, quienes han normalizado la espera y el maltrato como parte de su experiencia cotidiana.
Este episodio es reflejo de un problema mayor: el abandono de los derechos básicos en Guinea Ecuatorial. Desde hace décadas, la población vive bajo un régimen marcado por la falta de transparencia y una gestión ineficiente de los recursos, lo que afecta incluso servicios esenciales como el transporte aéreo. La conexión entre las distintas ciudades del país, especialmente Bata y Malabo, depende en gran medida de este medio de transporte, pero cuando las aerolíneas fallan, los ciudadanos quedan atrapados sin recursos ni alternativas.
La situación es aún más crítica en la isla de Annobón, prácticamente aislada del resto del país. Los vuelos y barcos son escasos y solo aparecen cuando el régimen tiene intereses particulares, como reprimir a los nativos. Recientemente, varios habitantes de la isla fueron detenidos tras firmar una carta que denunciaba el uso de dinamita en sus tierras, una práctica devastadora para el medio ambiente y las economías locales. La pesca, principal sustento de Annobón, está en peligro, y con ella, el equilibrio ecológico de la Isla.
Es admirable la capacidad de resistencia del pueblo guineano frente a estas adversidades constantes. Sin embargo, la paciencia tiene un límite. La falta de inversión en infraestructuras, junto con una gestión estatal centrada en beneficiar a una élite privilegiada, ha dejado a la población en una situación de vulnerabilidad continua.
Este incidente con Cronos Airlines, es un recordatorio más de la necesidad de un cambio estructural en el país. Las dificultades diarias, desde la sanidad hasta el transporte, reflejan un sistema que necesita transformaciones profundas para garantizar el bienestar y la dignidad de todos los guineoecuatorianos.
Mientras tanto, el pueblo sigue aguantando, pero la pregunta es: ¿hasta cuándo?