Y aquí estamos : con hambre, y con un teclado.
Con corazón como rehén, con ánimo cortado,
el negro tiene la pala en estos campos de cacao
la mano débil, la voz flaca, la presión alta,
y la mente, piensa, recuerda, y se calma.
La felicidad es una esclavitud,
y no es, no es la hora, la hora,
de rebelarse.
A veces, pienso que estamos en mal camino,
de estos colores que se dibujan solos
con cartas de amores juveniles,
y que, llegan los padres y las desgarran.
Hay que ir al encuentro y aprender,
de sus errores y miedos. Y yo sé que,
tienen muchos al vernos tan hábiles.
Silencio entre esos mandos,
entre esas palabras.
Que dejemos a los pájaros blancos incultos
pensar que nos tienen, somos un objeto sagrado.
Y escuchamos el grito de los ancestros,
este grito que grita nuestra rebelión.
¿No sabes esperar? Somos intrusos aquí, y saldremos pronto,
de esa cárcel con malos polvos blanquecinos alrededor
que nos hacen estornudar toda la sangre,
de nuestro cuerpo.
Joël Keffa