Un lujoso hotel en medio de la pobreza

El dictador y corrupto presidente, Teodoro Obiang Nguema, lleva dictando Guinea Ecuatorial durante más de 44 años. Todo este largo tiempo que lleva dirigiendo, el país no ha experimentado un rumbo fijo de sosiego nacional sino un sin número de turbulencias sociales, irregularidades en cosa común y la falta de voluntad en sí para cambiar. Esta persistente actitud negativa, poco común en los humanos, peor aún para un presidente, le convierte en responsable de la ausencia de un verdadero programa político que permita un creíble desarrollo en toda Guinea Ecuatorial. Tanto es así que, durante su longevo mandato dictatorial, la corrupción institucionalizada, el desbarajuste, las constantes prácticas de discriminación, la falta de legalidad judicial, las mentiras, la falta de transparencia en las elecciones y los constantes atropellos contras activistas que luchan por los derechos humanos y contra los opositores a su sistema inhumano de gobernar, son los que caracteriza su mandato para con el pueblo guineano. En efecto, el tirano, Teodoro Obiang Nguema, es el responsable directo de todas las desgracias sociopolíticas que le está tocando vivir el pueblo de Guinea Ecuatorial en su propio país y, particularmente, los sin un futuro esperanzador que residen en la isla de Annobón, donde no censan las enormes grietas causadas por el sin vivir y el abandono intencionado por el mismo desleal y mentiroso Obiang y su inefable programa gubernamental.

Durante los más de 44 años de dictadura de Obiang como presidente de Guinea Ecuatorial, la isla de Annobón no ha experimentado progreso alguno, todo lo contrario, vive en un constante retraso. Annobón no tiene frontera con ningún otro territorio, ni terrestre, ni marítimo ni aéreo. Solo depende de Malabo y del mar que los separa. Hoy en día, no hay empresa capacitada que fije su actividad comercial para abastecer de diversos artículos y alimentos en cantidades mínimamente necesarias a la isla de Annobón, situación que sigue obligando a los annoboneses y a los no annoboneses a viajar allí llevándose con ellos lo básico, como agua mineral, arroz, caldo, petróleo, bombona de gas, aceite, sal, medicamentos, cebollas, etc. Pues si no llega un barco, una vez al mes, procedente de Malabo, todos los lugareños lo pasan mal. Porque, increíblemente, hasta la fecha, todos los artículos de primera necesidad proceden de Malabo; aunque siempre los annoboneses han sabido sobrevivir con el cultivo de sus fincas y de lo que pescan en la mar, y toda esa actividad está basada en la práctica rudimentaria, individual y no industrial.

Hay que especificar sin embargo que, en el corazón de Annobón, una isla en medio del Atlántico marcada por la pobreza, se alza un lujoso hotel que alguna vez fue un símbolo de opulencia y riqueza desubicada. Hoy, sin embargo, yace en un estado deplorable, un monumento al derroche en medio de la necesidad que de manera inevitable contrasta, dolorosamente, con el entorno que lo rodea. Este hotel, en su apogeo, fue concebido como un destino de lujo, un oasis para aquellos que buscaban escapar de la realidad de la isla. Sin embargo, su presencia solo sirve para resaltar las desigualdades y la falta de consideración hacia las necesidades reales de la comunidad local. Las habitaciones que alguna vez albergaron a visitantes adinerados hoy están vacías, mientras los habitantes de la isla luchan por sobrevivir y carecen de viviendas sociales. Es desgarrador contemplar este edificio como un monumento al despilfarro, un testimonio de las prioridades mal concebidas de aquellos en el poder, encabezado por el dictador Teodoro Obiang.

Mientras el hotel se deteriora y aquellos con poder van ingeniando enormes esfuerzos y cuantiosos medios económicos para su rehabilitación, la comunidad que lo rodea lucha por acceder a servicios básicos como la educación, el agua potable, el pan, la leche, el empleo y la atención médica. El abandono, la mala fe, la discriminación y la falta de inversión en infraestructura básica es evidente en cada rincón de la isla, mientras que el gobierno destina recursos a proyectos superfluos como este hotel. La construcción de este hotel de lujo en medio de la pobreza no solo es un insulto a la dignidad de los habitantes de Annobón, sino también un símbolo de la corrupción y el desprecio por las necesidades reales de la población.

No se explica razonablemente el objetivo y las prisas por llevar a cabo las obras de infraestructuras en la isla como el aeropuerto, el estadio de futbol, el puerto, el campamento militar y el hotel, todos inoperativos e inacabados, tras haber sacrificado o expropiado injustamente las fincas de los oriundos sin que les hayan concedido a cambio una indemnización, siendo que hay necesidades más primarias como la ausencia de viviendas sociales, de agua potable, de luz y de corriente eléctrica, de una panadería y de escuelas en Annobón. La situación en la isla de Annobón va cada vez a peor de manera precipitada y el aumento de la pobreza se ha disparado. Es urgente que la comunidad foránea tenga información de las atrocidades de las autoridades locales y que nos ayuden a denunciar esta injusticia, exigiendo un cambio de prioridades que realmente beneficie a quienes más lo necesitan.

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