La ocurrencia del alcalde de Malabo, Quintiliano Obiang Nkulu, de premiar con 10.000.000 de XFA al distrito urbano más limpio de la capital no es solo una muestra de incompetencia, sino también un insulto a la inteligencia de los ciudadanos de Guinea Ecuatorial. En un país donde la gestión de residuos es un caos absoluto y la administración local es famosa por su ineptitud y corrupción, este anuncio parece más un chiste de mal gusto que una solución seria.
¿De qué sirve organizar un “concurso” cuando los problemas estructurales de la ciudad siguen igual de abandonados? Malabo está plagada de basura porque no existe un sistema eficiente de recolección y tratamiento de residuos. Las infraestructuras están colapsadas, los trabajadores municipales carecen de recursos adecuados, y la alcaldía, en lugar de asumir su responsabilidad, decide trasladar la carga a los distritos, convirtiendo lo que es una obligación básica en una absurda competición.
Este «premio», además, plantea preguntas serias: ¿De dónde salen esos 10.000.000 de XFA? ¿Es dinero público que debería ser utilizado para equipar mejor a los servicios de limpieza? ¿Qué transparencia podemos esperar de una administración que no rinde cuentas? Y, más importante, ¿qué pasa con los distritos que no ganen? ¿La limpieza de esos sectores no es también responsabilidad del alcalde? ¿O es que solo los barrios «ganadores» merecen vivir en condiciones dignas?
Quintiliano – Nombre feo , dicho sea de paso – parece estar más interesado en hacer propaganda que en resolver problemas reales. No se puede premiar la limpieza mientras se permite que la ciudad se hunda en la suciedad por culpa de una gestión inepta. Este tipo de iniciativas solo sirven para desviar la atención de la falta de políticas serias y el despilfarro de recursos.
Malabo no necesita concursos ridículos ni premios simbólicos; necesita un liderazgo competente que asuma su responsabilidad y deje de actuar como si gobernar fuera un espectáculo. La limpieza de una ciudad no es un lujo ni un juego, es un derecho básico que el alcalde está obligado a garantizar, sin condiciones, sin excusas y, sobre todo, sin concursos mediáticos que solo sirven para esconder su incapacidad.