Según fuentes fidedignas, el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, llegó ayer a Serbia alrededor de las 13:00 (hora de Madrid), acompañado por su primera esposa y transportando dos grandes maletas que se sospechan de dinero en efectivo. Este país balcánico se ha convertido en un punto estratégico para el blanqueo de fondos sustraídos de las arcas públicas guineoecuatorianas, aprovechando su permisividad financiera para ingresar grandes sumas sin dejar rastro.
Las mismas fuentes confirman que esta práctica no es nueva: en lugar de realizar transferencias electrónicas que puedan ser detectadas, el régimen opta por transportar el efectivo físicamente. Esto asegura que los fondos robados lleguen a su destino sin levantar sospechas, evidenciando un entramado logístico diseñado para garantizar la impunidad de la familia dictatorial.
La contradicción es flagrante. Mientras el régimen de Teoodoro Obiang proclama una lucha anticorrupción en el discurso oficial, en la práctica sigue consolidando un sistema de saqueo sistemático de los recursos públicos. Guinea Ecuatorial, uno de los países africanos más ricos en petróleo, sufre niveles de pobreza extremos. Mientras la población carece de acceso a servicios básicos, la familia Obiang disfruta de una riqueza obscena que incluye propiedades millonarias, automóviles de lujo y cuentas secretas en el extranjero.
El viaje a Serbia representa mucho más que una simple escapada; es una declaración de la sofisticación y arrogancia de un régimen que, a pesar de las denuncias internacionales, no encuentra freno para su corrupción. Serbia, al facilitar ese tipo de ingreso en efectivo, se convierte en cómplice de un esquema de blanqueo que perpetúa la desigualdad y la miseria en Guinea Ecuatorial.
En este contexto, la lucha contra la corrupción anunciada por el régimen de Malabo no es más que un teatro para engañar a la comunidad internacional. La realidad es que, el dinero destinado al desarrollo del país sigue siendo un botín privado de la familia en el poder.
Este último episodio subraya una verdad inquietante: el saqueo de Guinea Ecuatorial no solo continúa, sino que lo hace con el silencio cómplice de actores internacionales que prefieren mirar hacia otro lado mientras el régimen destruye las esperanzas de un pueblo entero.
