Por José Eugenio Nsue
Desde que tengo uso de razón que fue precoz, ya que nos quedamos huérfanos de padre a muy temprana edad (mi padre murió teniendo yo 13/14 años, de una madre de 5 hijos que no era la única esposa de papá; yo era el tercero de los hijos de mi madre, pero el primer varón, es decir el responsable de mi casa como manda la tradición); veía cómo mis madres (las otras mujeres de mi padre eran igual de madres como la que me había parido) se las ingeniaban para sacarnos adelante y sobrevivir sin otra ayuda que sus cosechas y plantaciones (ninguna ayuda estatal ni de ningún otro organismo).
De mayor y tras viajar mucho por África y Europa, concretamente por España, viví y compartí muchas experiencias y vivencias con infinitas madres solteras que hacían hasta lo imposible para sacar adelante a sus hijos de cuyos padres se daban por desaparecidos y no había, como pasa actualmente, ninguna ley o normativa que les obligara a hacerse cargo de sus hijos o hacerles cuando menos copartícipes de la custodia.
Ya adulto y tras ver y vivir muchas peripecias, estrecheces y muchos avatares para sacar adelante los estudios, encontrar un trabajo digno, formar una familia y casarse; procrear para luego criar, educar y formarles, mandarlos a estudiar y hacer que prosperen y lleguen a buen puerto sin más ayuda que el propio esfuerzo y sin venderse al régimen ni hacer pactos con el diablo con el pretexto de ‘buscarse el pan’ para los hijos; a todos esos padres y madres anónimos que lo están logrando y que probablemente nadie absolutamente se acordarán de ellos ni se lo reconocerá, además de sus hijos, los que salen agradecidos, había querido homenajearles públicamente.
El refrán fang dice: DJAM KAHGA MONGUMA BOT BOCÚMU DÈ VÈ (algo así como: ‘ si no le das importancia a lo tuyo, ¿cómo lo valorarán/desearán los demás? ‘).
En estos preciosos momentos que me encontraba sentado en la butaca del Palacio Universitario de Congresos Conde Ansúrez de Valladolid junto con mi familia al completo viendo cómo se gradúa nuestro primogénito en Periodismo con 22 años, con el aforo lleno, la Universidad vestida de gala y uno de sus Vicerrectora (de Estudiantes y Empleabilidad), doña Cristina de la ROSA CUBO, presidiendo el acto; mi hijo dando toque de color entre más de 160 estudiantes graduados, todos blancos y él defendiendo con orgullo a todos los negros que con tesón, entrega y dedicación desafían día tras día a todas esas voces y mentecatos que afirman y piensan que el ser negro era un hándicap para el desarrollo intelectual; me estaban pasando por mi cabeza varias imágenes, varias vivencias; en mi memoria a varios paisanos y paisanas que como yo, también han desafiado o están desafiando todos los obstáculos, todas las cadenas y todos los impedimentos así como la horripilante situación política que atraviesa nuestro país que hacen que sea durísimo sacar adelante a sus hijos y darles los estudios como se merecen:
Me había venido en mente el encuentro que mantuve con el padre Eduardo Moreno, entonces Provincial de los claretianos de la entonces Provincia claretiana de Guinea Ecuatorial (otra de las aberraciones cometidas por la iglesia (claretiana) guineana: nombrar Superior a un español expedientado por su actitud depravada y lasciva hacia los menores; primero le mandaron para «custodiar» nada más y nada menos que el internado de niños en Niefang). En dicho encuentro, me reprochó por tener una ‘amiga’ especial que estaba a más de 2000 kilómetros de distancia (yo estudiaba en Kinshasa, RDC, y mi ‘amiga especial’ estaba en Malabo, Guinea Ecuatorial). Según él, aquella relación especial era incompatible con la vida religiosa en la que habíamos profesado los votos de castidad, pobreza y obediencia; o sea, ser pederasta compulsivo sí era religioso y muy claretiano, pero tener una amiga especial no.
Al preguntarle qué estatutos o artículos de nuestro directorio prohibía a un claretiano tener amistades femeninas, me dijo que me fuera a descansar un mes a mi pueblo porque me veía alterado (tenía que haber dicho que estaba muy molesto). Le di las gracias aunque hasta que me fui a despedirme de ellos en Santuario Claret por la mañanita del 16 de octubre de 1993 porque venía a España, él no supo por qué le daba las gracias. Gracias a él tuve el coraje que hasta entonces no había tenido. ¿Qué habría sido de mí si el Espíritu Santo no me habría ayudado interponiendo en mi camino a Eduardo Moreno para aclararme las ideas y tomar la decisión correcta que me iba a ayudar a ser feliz y contar con una familia fantástica de cuyos frutos estaba cosechando? Gracias a él me entreabrió un poco la puerta de la felicidad.
Me vino en mente todas las vicisitudes, peripecias y dificultades que tuve que pasar hasta llegar a lo que soy hoy; todos aquellos y aquellas que me ayudaron desde que llegué a España el 16 de octubre de 1993, los que me acogieron en Torrejón de Ardoz y me llevaron a Asturias; las que me acogieron en su casa, me dieron un plato de arroz con pollo cuando el hambre apretaba, me ayudaron a pagar la primera matrícula en la universidad; la familia del Buen Samaritano de Lugo de Llanera (Asturias) que gracias a su hija, Patricia Sánchez, me cedió un piso donde estudiar durante más de 3 años, otros que hacían aportaciones para comprarme la comida, etc, etc hasta terminar mi carrera durante 5 años en la Universidad de Oviedo.
Me vino en mente el día que mi ahora santa esposa me dijo que esperábamos a un bebé que finalmente fue el que se graduaba, cuando nos casamos en Madrid el 26 de agosto de 2000 en la iglesia Virgen de los Caminos de Canillejas rodeados de familiares y amigos (no pude traer a mi madre porque no me alcanzaban los medios); cómo nos fuimos a Lanzarote a empezar la etapa profesional e intentar sacar adelante a nuestro bebé, después a la otra en 2021 y finalmente al tercero que vino al mundo en el 2007, no sin muchas dificultades.
Finalmente, me vino en mente cuando en septiembre de 2018 viajamos mi hijo y yo de Lanzarote a Madrid y desde ahí en coche hasta Valladolid para acompañarlo a la que iba a ser su residencia (Residencia Universitaria Alfonso VIII); veníamos los dos en coche comentando y contemplando la belleza de los espectaculares paisajes castellano-leoneses. Era un domingo; al llegar nos recibió el conserje y nos dio las llaves de la habitación que iba a ser desde entonces su nuevo hogar, visitamos las instalaciones de la residencia; salimos a almorzar y sobre las 16 horas, le dejé en su cuarto, cogí el coche para Madrid. A la vuelta, me entró una sensación agridulce: agrio y duro porque tras 18 años, nuestro hijo dejaba su hogar familiar, se independizaba y comenzaba una nueva andadura en su corta vida; y dulce y alegre porque me sentía un padre que había cumplido otro sueño además de ser padre, ver a su hijo entrar en la universidad; me salieron lágrimas, pero fueron lágrimas de satisfacción por el trabajo bien hecho; era el padre más feliz del mundo.
Hoy 4 años después mis ojos están contemplando lo que desgraciadamente mi padre no pudo contemplar, ver a su hijo graduarse. Nuestro primogénito se ha hecho un hombre y no cualquier hombre, se ha hecho todo un profesional; ¿cabe más satisfacción y más alegría?
Para todos esos padres y madres, sobre todo guineanos, que hemos labrado nuestra propia existencia sin la ayuda del Gobierno que debía de ocuparse de las familias y de los menores que son el futuro de toda nación; que estamos inculcando a nuestros hijos los valores del esfuerzo, sacrificio, honestidad y honradez para ganarse la vida con dignidad en una sociedad donde otros padres enseñan a sus hijos a ganarse la vida haciendo golfadas como ellos mismos. Para esos padres y madres que a pesar de vivir en una sociedad donde se inculcan a la juventud y a la población en general que los estudios valen una mierda, basta por ser golfo o hijo de fulano o mengano para triunfar en la vida; para ser alguien había que tener a padres ladrones o asesinos para triunfar; en cambio ellos creen que los estudios y la formación humana y académica son hambre para hoy y pan para mañana, un pasaporte mundial, con ellos se abren todas las puertas y unas herramientas e instrumentos más que necesarios para construir con buenos cimientos la nación de la República de Guinea Ecuatorial. Para esos padres y madres que se han convencido de que la única y mejor herencia que hemos de dejar a nuestros hijos que nadie ni nada les podrá ni reclamar, ni hurtar, ni arrebatar nunca jamás hasta sus muertes, son los estudios; HONOR Y GLORIA.
Nunca seremos noticia ni saldremos en los telediarios de los medios de (in) comunicación estatales, tampoco seremos ejemplos para muchos en el país; ni falta nos hace. Pero debemos estar orgullosos por el trabajo bien hecho con nuestros hijos y porque la nueva historia de nuestro país que comienza a escribirse en breve, la escribirán nuestros hijos y ellos sí que nos lo reconocerán.
Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?