El CPDS ha demostrado con sus actos que su participación en el sistema político de Guinea Ecuatorial no está guiada por principios democráticos, sino por un pragmatismo que le lleva a priorizar su supervivencia como partido sobre la lucha real contra la dictadura de Teodoro Obiang. Esta postura, lejos de fortalecer la oposición, la debilita, al validar un sistema diseñado para garantizar la perpetuidad del régimen en el poder.
Un ejemplo claro es su participación en elecciones organizadas bajo normas que son sistemáticamente manipuladas. A pesar de que la ley electoral exige suplentes en las candidaturas, CPDS solicitó y obtuvo de Obiang una autorización verbal para participar sin cumplir este requisito, debido a su incapacidad de presentar suficientes candidatos. Este hecho demuestra que no solo el régimen pisotea las leyes, sino que lo hace con la complicidad de quienes deberían enfrentarlo. No modificar la ley y operar al margen de ella es impunidad pura, y el CPDS ha decidido formar parte de este atropello.
Otro punto es el cambio en la ley de financiación de partidos políticos en 2015, una medida adoptada estratégicamente por Obiang para sofocar económicamente a sus adversarios de cara a las elecciones de 2017. CPDS, lejos de cuestionar este atropello, volvió a participar en 2022 bajo las mismas condiciones, aceptando una financiación de 360 millones de FCFA sin que la ley fuese modificada. Esto evidencia nuevamente su connivencia con el régimen. La excusa de que «participar en elecciones no nos hace cómplices» es un absurdo. Si aceptan las reglas amañadas de antemano, se convierten en parte del juego.
La afirmación de que «nos vamos a las elecciones cuando las variables no perjudican al partido», de Juan Manuel Nguema Esono Nsua, no solo revela su oportunismo, sino que también despoja al CPDS de cualquier credibilidad como fuerza opositora. Este cálculo estratégico, que busca evitar su propia desaparición a cualquier costo, les convierte en una herramienta útil del régimen. Cada vez que el CPDS participa bajo estas condiciones, legitima las farsas electorales de Obiang y refuerza la narrativa de un pluralismo político que no existe en la práctica.
Si CPDS pretende redimirse y recuperar su papel como un partido que verdaderamente lucha por el cambio, necesita una refundación total. La actual junta directiva, que opera bajo el cobijo de intereses personales y económicos, debe ser desplazada. Es hora de que el partido deje de servir como cómplice y se convierta en una fuerza real contra el régimen. La democracia no se construye desde la comodidad de la complicidad, sino desde la valentía de enfrentar las injusticias con principios sólidos e inquebrantables.
Mientras el CPDS siga adaptándose a las reglas arbitrarias del régimen en lugar de cuestionarlas y desafiarlas, continuará siendo una pieza clave en el engranaje de la dictadura. Su discurso de oposición se desmorona frente a su práctica complaciente. La historia no absolverá a quienes, pudiendo luchar por la justicia, decidieron ser cómplices del abuso.
La realidad es clara: CPDS, en su estado actual, es una pieza más en el engranaje de la dictadura.
Si el CPDS no está ilegalizado cuando las leyes de Obiang ya debieron hacerlo, es por el papel de cómplice que juega toda vez que el artículo 24 letra «e» de la ley de partidos políticos de GE es muy clara