En el marco de la 4ª edición del Central Africa Business Energy Forum (CABEF), presentó el Proyecto Central African Pipeline System (CAPS) al presidente de la transición de Gabón. Esta iniciativa, que busca fortalecer la infraestructura energética en la región, se presenta como un paso clave hacia la cooperación en el sector de los hidrocarburos entre los países de África Central. Sin embargo, la figura de Mbaga Obiang Lima no puede escapar de las críticas que lo rodean, particularmente por su gestión del petróleo en Guinea Ecuatorial, marcada por la corrupción y la concentración de poder.
Durante más de dos décadas, Obiang Lima ha estado al frente del sector energético en Guinea Ecuatorial, uno de los principales motores de la economía del país. No obstante, a pesar de la riqueza generada por los recursos petrolíferos, la mayoría de la población guineoecuatoriana sigue viviendo en condiciones de pobreza extrema, mientras las elites políticas, encabezadas por la familia Obiang, se enriquecen. Los críticos señalan que la mala gestión y la corrupción han llevado a la ruina a una nación que podría haber prosperado gracias a sus vastas reservas de petróleo.
Este nuevo proyecto, CAPS, diseñado para mejorar la integración regional en materia de energía, podría parecer un avance positivo en el contexto de la cooperación africana. Sin embargo, surge una pregunta inevitable: ¿quién se beneficiará realmente de esta iniciativa? La trayectoria de Obiang Lima y su padre, Teodoro Obiang Nguema, el dictador más longevo del mundo, genera dudas sobre la transparencia y la verdadera intención detrás de estos acuerdos internacionales. A lo largo de los años, la riqueza petrolera de Guinea Ecuatorial ha sido desviada hacia las arcas de la familia gobernante, mientras que el pueblo queda al margen de los beneficios.
A pesar de la solemnidad del evento en Libreville, el proyecto CAPS corre el riesgo de convertirse en otra herramienta para afianzar el poder de las élites políticas de la región, en lugar de impulsar el desarrollo sostenible que tanto necesita el continente. Las promesas de cooperación energética y desarrollo regional suenan vacías cuando quienes las lideran han demostrado, una y otra vez, su incapacidad o falta de voluntad para promover el bienestar de sus propios ciudadanos.
Así, mientras las autoridades gabonesas y guineanas posan sonrientes para las cámaras, la realidad para millones de africanos sigue siendo la misma: la riqueza nacional se concentra en unas pocas manos, y las oportunidades de desarrollo se desvanecen bajo el peso de la corrupción.
La pregunta sigue en el aire: ¿será este proyecto un nuevo paso hacia el progreso o solo otro capítulo en la crónica de la desigualdad y la explotación en África Central?