Se sabe que en Guinea Ecuatorial los rumores no son solo rumores. Son advertencias. Son gritos ahogados de una población que ha aprendido, a fuerza de golpes y desapariciones, que el régimen de Teodoro Obiang no avisa dos veces. Ahora, un nuevo fantasma recorre las calles de Malabo y Bata: otra «Operación Limpieza a la Vista». Un nombre que suena a campaña de salud pública, pero que esconde el mismo olor a miedo, tortura y muerte que ha marcado a este país durante más de cuatro décadas.
Según lo que circula en redes sociales y en bocas de los barrios más pobres, la operación estaría siendo, otra vez, coordinada bajo las órdenes del Vicepresidente de su padre, el mismo que en el pasado envió a más de 500 jóvenes a la cárcel de Oveng Ozém, un infierno en la tierra donde al menos 30 de ellos murieron por torturas, hambre y abandono. Sus cuerpos, fueron enterrados en una fosa común cerca de la prisión, como si fueran basura. No hubo juicios, no hubo explicaciones, no hubo lágrimas oficiales. Solo silencio. El mismo silencio que ahora envuelve este nuevo rumor.
¿Rumor o realidad?
En Guinea Ecuatorial, los rumores son el único termómetro que mide la crueldad del régimen. No hay prensa libre, no hay transparencia, no hay derechos. Solo hay miedo. Y ese miedo ahora tiene nombre: militares no uniformados, mezclados entre la población, con órdenes de detener a cualquier menor de edad que encuentren en la calle después de las 22:00 horas. ¿La excusa? «Proteger a los jóvenes». ¿La realidad? Cazar a una generación que, a pesar de su juventud, representa una amenaza para un gobierno que solo sabe gobernar con balas y cadenas.
Hablar de Oveng Ozém es hablar de lo peor del ser humano. Es recordar a esos 30 jóvenes cuyos nombres nunca sabremos, cuyas familias nunca pudieron despedirlos, cuyos sueños fueron aplastados por botas militares. Es imaginar a esos cuerpos, débiles por el hambre, rotos por las torturas, siendo arrojados a una fosa común como si fueran despojos. Es saber que, mientras el régimen celebraba su «éxito», esas madres lloraban en silencio, porque en Guinea Ecuatorial hasta el duelo es un lujo prohibido.
Y ahora, el rumor de una nueva operación revive esos fantasmas. «¿Será cierto?», se preguntan muchos. «¿Volverán a llevarse a nuestros hijos?» La respuesta, tristemente, la conocemos todos. En este país, los rumores no son preguntas. Son profecías.
Detrás de esta posible operación está, una vez más, la sombra de quien está a cargo de la Seguridad y Defensa nacional, el «acomplejado de Bukele». Un hombre que ha convertido el miedo en su herramienta favorita, y la represión en su firma personal. No importa si la operación es real o no. Lo que importa es que el solo hecho de mencionarla ya ha logrado su objetivo: paralizar a la población, recordarles quién manda, y asegurarse de que nadie, ni siquiera los más jóvenes, se atrevan a soñar con un futuro diferente.
Mientras tanto, el mundo mira hacia otro lado. Como siempre. Como hace con Oveng Ozém. Como hace con cada abuso, cada tortura, cada fosa común. Organizaciones como Amnistía Internacional han expresado su «preocupación», pero en Guinea Ecuatorial las palabras no salvan vidas. Lo único que importa ahí es el poder. Y el poder, en manos de Obiang y su círculo, es sinónimo de muerte.
La «Operación Limpieza a la Vista» puede ser un rumor hoy, pero en Guinea Ecuatorial los rumores tienen una forma terrible de convertirse en realidad. Detrás de ese nombre inocente se esconde la misma vieja historia: un régimen que se alimenta del miedo, un Vicepresidente que construye su legado sobre cadáveres, y una población que sigue pagando el precio de nacer en el lugar equivocado.
Mientras el mundo duerme, Guinea Ecuatorial llora. Y sus lágrimas, como siempre, son invisibles.
Tremendo, terrible y desolado saber que estamos en tierra de nadie, y es verdad: a nadie le importa las vidas de los guineanos, pero sí sus recursos naturales y su enclave estratégica.
Que Dios nos coja confesados.